Almería se ha convertido en los últimos años en el mejor laboratorio posible para abordar los problemas hídricos que está generando el cambio climático. Desde la Junta de Andalucía o el Ayuntamiento de Almería se valora el hecho de que ha sido la única provincia que, en un escenario de grave sequía, no ha sufrido cortes o restricciones de agua en sus municipios.
Desde Asempal, la Asociación de Empresarios de Almería, se ha repetido en los últimos años el mensaje de que estamos en un territorio que lleva muchos siglos viviendo, de hecho, en esa situación de sequía que conlleva el cambio climático y, por tanto, lleva también mucho tiempo aprendiendo a sobrevivir a la escasez.
Así que los almerienses conocen los problemas de los periodos secos y libran una guerra silenciosa pero constante para solventar o minimizar una situación capaz de poner en jaque la economía provincial, fuertemente sustentada por la agricultura intensiva. Es en ese escenario donde se produce la paradoja de que una de las zonas más secas de Europa sea, al tiempo, la mayor huerta del Continente, capaz de alimentar a alrededor de 500 millones de consumidores año tras año.
No es una guerra nueva, ni siquiera una forma de actuar contra el ‘moderno’ cambio climático, ya que desde los tiempos de los árabes -y aún más atrás- quienes habitaron o habitan este territorio del sureste seco han desarrollado sistemas capaces de sacar el máximo rendimiento posible al agua.
Aprovechamiento
Hace más de treinta años que Almería, y más concretamente su capital, se convertía en el primer enclave europeo en contar con un sistema de aprovechamiento de las aguas residuales de la ciudad. Más de 15 hectómetros cúbicos que hasta entonces se tiraban al mar tras una somera depuración, se empezaron a tratar con ozono para permitir que esas aguas fueran aptas para el riego.
Ahora, ya entrados en el siglo XXI, ese modelo pionero, desarrollado en aquel tiempo por Sogesur (hoy Aqualia) se abraza como una de las fórmulas más aptas para conseguir que el agua que se dedica a usos urbanos, por encima de los 84 hectómetros cúbicos en el conjunto de la provincia, pueda tener una segunda vida destinándola a la agricultura.
Desalación al rescate
La segunda de las fórmulas que permiten albergar esperanzas a consumidores y productores se basa en las aguas desaladas. Almería es, de hecho, la provincia española con un mayor volumen de producción de este tipo de recursos. A día de hoy la capacidad instalada se sitúa en el entorno de los 130 hectómetros cúbicos, que en un plazo de dos o tres años crecerán por encima de los 165 hectómetros. En el balance hídrico de las Cuencas Mediterráneas Andaluzas (que abarcan Almería, Cádiz, Granada y Málaga), Almería dispone del 94 por ciento del total de agua desalada en toda el área.
En el caso de la desalación, el límite lo pone el elevado coste de producción que, en la práctica, se sitúa en las proximidades de un euro por metro cúbico. El Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico ya ha anunciado que junto a las plantas desaladoras instaladas o planeadas se desarrollarán parques solares, y ello porque el coste energético supone, en base a los precios de la electricidad actuales, en torno al 50 por ciento del que alcanza el metro cúbico de agua. Es por tanto un plan de acción nada despreciable por lo que supone de ahorro energético, tanto en coste como en emisiones de dióxido de carbono.
Cuestión de urgencia
En ese escenario de actuación frente a la sequía, el desierto o el cambio climático, la demanda más reseñable desde los colectivos empresariales o entre los regantes, apunta a la urgencia de que esas actuaciones en materia de aguas regeneradas o desaladas se aborden cuanto antes, porque el presente es preocupante, pero el futuro lo es aún más, con numerosas amenazas que señalan a un empeoramiento de la situación.
Una urgencia marcada por la disponibilidad porque, según los datos que aporta el Plan Hidrológico de las Cuencas Mediterráneas, la totalidad de las masas subterráneas de agua de Almería, el cien por cien, están a día de hoy en mal estado. Sólo dos de la veintena que presenta Almería presentan un ‘buen estado químico’ (Sierra de las Estancias y Cuenca del Río Nacimiento), pero sólo químico porque, cuantitativamente, están en tal mal estado como el resto.
La peor sequía en 1.200 años
Los estudios desarrollados por el grupo de trabajo liderado por Caroline Ummenhofer, de la Institución Oceanográfica de Woods Hole, indican que los datos disponibles en base a parámetros como tamaños y formas de las estalactitas, las rocas o los restos fósiles de la vegetación permiten concluir que el mundo, pero más concretamente Almería y el área del sureste español, están viviendo el periodo más seco en, al menos, los últimos 1.200 años.
Siendo preocupante este dato, probablemente lo es más la predicción que realizan los científicos para los próximos años en el que se contempla un escenario de alto impacto del cambio climático en zonas como las de Almería. Para abordar el problema apelan a una gestión mucho más ajustada de los recursos hídricos y, claro, una gestión adecuada de las emisiones de los gases de efecto invernadero que agravan el pronóstico, una
cuestión de alta dificultad porque para que sea realmente útil debería implicar a todos los países del planeta y, de momento, esa premisa no se está asumiendo por todos.
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