Indumentaria donde leer nuestra historia

A simple vista parecen meras prendas de vestir sacadas del baúl de los recuerdos, pero si uno las observa con detenimiento leerá parte de la historia de un pueblo. Nuestros bisabuelos y tatarabuelos lucían coloridos chalecos de seda por influencia de Valencia y Murcia, con las que mantenían intensas relaciones comerciales. En las zonas de frío se usaban refajos de lana. En las de costa tejidos más finos para combatir el calor y sombreros de ala ancha para protegerse del sol. Para el calzado predominaba un material tan almeriense como el esparto. 

“La ropa tradicional es una de las características más visibles de la etnografía de un territorio. Sus detalles aportan información sobre la orografía, el clima o las tradiciones de una población. Por eso creemos que es importante recuperar esta faceta de nuestra cultura y rendir homenaje a nuestros antepasados”, apuntaba a LA VOZ el presidente de Acción por Almería, Jesús Muñoz.

La caseta municipal, en el recinto ferial de la Vega de Acá, acogió el miércoles por la noche la tercera edición del Certamen de Indumentaria Tradicional en el marco de la programación de la Feria. Un encuentro en el que decenas de personas de colectivos como Acción por Almería y otras que asistieron a título particular reivindicaron el rescate de estos atuendos, que datan de los siglos XVIII y XIX, y, con ellos, de nuestra memoria.

La cita comenzó con la actuación del grupo de Adra La Alquería Viva, que ofreció una muestra del folclore alpujarreño de la Contraviesa. Una vez terminada, la veintena de inscritos en el concurso desfiló con sus trajes tradicionales mientras Jesús Muñoz explicaba a los asistentes en qué consisten.

De pies a cabeza, la indumentaria tradicional de la mujer almeriense empieza por las esparteñas, las medias, los pololos y la enagua como prenda interior, junto a la faltriquera, una pequeña bolsa interior donde guardaban el dinero. La falda variaba dependiendo el tejido con el que se había confeccionado: la de lana se denomina refajo, la de algodón zagalejo y la de seda guardapiés. Encima, el mandil. En la parte superior del cuerpo, camisa bordada, jubón (que es la prenda que ciñe la figura), mantón y pañuelo en la cabeza.

Respecto a los hombres, vestían con unos característicos pantalones cortos denominados ‘zaragüeles’, confeccionados con un tejido ligero y fresco, al que acompañaban con medias, esparteñas, faja, camisa, chaleco, pañuelo y sombrero ancho en la cabeza.

En el tercer Certamen de Indumentaria Tradicional, el jurado distinguió el uso de prendas originales, como recién bajadas del desván. Así, Rosa María Escudero recibió un reconocimiento por lucir un mantón centenario de herencia familiar y Lucía Gómez y María Martos corrieron igual suerte con dos trajes de refajonas de sus bisabuelas. La pareja formada por Lola Haro y Juan Francisco Escámez, vestida como si acabara de llegar de la faena de la uva, mereció otro lote de productos de la tierra. Los niños, por su parte, se llevaron a casa un diploma.

La presencia de lo tradicional en la Feria de Almería
La tradición se abre paso en la Feria de la capital. Al menos así lo consideran desde Acción por Almería, colectivo que se enorgullece por el hecho de que las refajonas hayan tenido un papel protagonista tanto en el cartel de la semana grande de este año como en la Batalla de Flores. “Esperemos que esto poco a poco vaya creciendo y que no sea la novedad, sino lo habitual en nuestras cabalgatas y nuestros actos. Son actividades humildes, no hay grandes presupuestos, pero es mejor que nazca de forma natural”, indicaba el presidente de la asociación, Jesús Muñoz.

Muñoz destacó asimismo que por primera vez en la historia una concejal, Ana Martínez Labella, se haya vestido con la indumentaria tradicional almeriense.