Un padre y su hija se hacen voluntarios en plena pandemia. Esta es su historia

Anna y Baltasar Aquilino cuentan en primera persona esta maravillosa experiencia en Cruz Roja

Baltasar Aquilino y Anna, padre e hija, se estrenan de voluntarios en Cruz Roja en plena pandemia.
Baltasar Aquilino y Anna, padre e hija, se estrenan de voluntarios en Cruz Roja en plena pandemia. La Voz
Rosa Díaz
20:17 • 05 ago. 2020

Nos entusiasman las historias bonitas, que tocan el corazón y esta es una de ellas : Baltasar Aquilino y  Anna, padre e hija decidieron hacer voluntariado en Cruz Roja en plena crisis sanitaria, compartiendo experiencias y viviendo momentos que hoy nos cuentan en primera persona. 



" Llevábamos casi un mes encerrados en casa desde que empezó el Estado de Alarma. Los informativos no daban tregua: infecciones, hospitales colapsados, calles vacías, gente en situación de pobreza… y nosotros en casa, sin hacer nada. El Balta – mi padre – dijo de repente un día “me voy a apuntar de voluntario a Cruz Roja”. Así empezó una de las mejores experiencias de mi vida. 



A principios de abril la situación era cuanto menos confusa. El futuro estaba en el aire y la casa se nos caía encima. A esto se sumaba el incesante goteo de información que iba llegando a casa a través de la tele, el papel o la pantalla del móvil bien entrada la madrugada. No cabe duda que atravesábamos un momento difícil, lo veíamos cada día. La pandemia no dejó indiferente a mi padre, que un día, después de comer, me preguntó: “Anna, quieres apuntarte conmigo?”.  



Echar una mano en un momento difícil



Él lo tenía muy claro: quería echar una mano. “No me parecía bien estar en casa mientras fuera se vivía esa situación tan complicada” me comenta ahora, tres meses más tarde, mientras charlamos de nuestra experiencia. El proceso fue muy rápido: nos apuntamos a través de internet y mi padre enseguida pasó a ser voluntario en CASA, Centro de Atención Social de Almería, donde Cruz Roja desarrolla, entre otros proyectos, la atención a personas sin hogar. Al cabo de una semana, se pusieron en contacto conmigo. 



Loli, responsable de voluntariado, nos asignó el mismo trabajo a ambos para que pudiésemos ir juntos. A día de hoy no estoy segura si esa posibilidad despertaba en mí más ilusión o miedo. Hace mucho que vivo fuera de casa y no suelo pasar tanto tiempo con el Balta, mi padre, si no es en un ambiente familiar o de ocio.  



Distintas maneras de ayudar



Él llevaba ya una semana cuando yo entré. Mis primeros días como voluntaria fueron también algo nuevo para él, esta vez nos tocaba ir a la Asamblea, al Departamento de Familias. Así estuvimos poco más de un mes, alternando una semana en el Centro de Atención Social de Almería y otra en la Asamblea. Los proyectos y tareas de los mismos distaban muchísimo entre sí, pero a ambos siempre nos ha gustado poder probar cosas diferentes y afrontar nuevos retos.  

Yo empecé a ir a los asentamientos con el departamento de inmigración y a pasar alguna tarde con los chicos de UES – Unidad de Emergencia Social – además de colaborar en el departamento de comunicación. Contar las historias como las que se ven en Cruz Roja es fascinante y estaba teniendo la oportunidad de vivirlas y narrarlas para que otros las conociesen. Estos eran los únicos momentos en los que el Balta y yo no íbamos en pack.  

“¿Papá, por qué no sales también con nosotros?” le pregunté un día. “Yo estoy muy bien aquí haciendo bocatas y preparando bolsas” me contestó. 

Una experiencia inolvidable

Lo cierto es que se le veía disfrutar. Durante su primera semana, mientras yo esperaba ansiosa a que me llamaran, cada día llegaba a casa contando cómo le iba en sus nuevas mañanas de voluntario. A eso se reducían las conversaciones durante la hora de la comida. Papá nos contaba sus anécdotas, la experiencia que estaba viviendo, cómo eran sus compañeros y las sensaciones que tenía. Su entusiasmo era contagioso hasta el punto que no podía parar de preguntarle. Tan pronto como pasé a formar parte de Cruz Roja, ambos nos dedicábamos a darle la turra a mi hermano y mi madre, explicándoles cada detalle que nos pasaba, cada comentario y cada experiencia. Todo nos fascinaba, parecíamos niños.   

Al cabo de un par de meses el Balta tuvo que empezar a trabajar y dejó Cruz Roja. “Annita, lo echo de menos” me suele decir mientras es él ahora quien me pregunta – con nostalgia – qué hacemos en el centro y cómo les va a nuestros compis y usuarios.  

La verdad es que aún no le he confesado que le debo un “gracias”. No me habría embarcado en esto si él no me lo hubiese propuesto."

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