Tiene Doña Vicenta tantas cosas por hacer que se prejubila este curso para no dejar nada pendiente. Escritora, premiada, de poesía, tiene muchos escritos por publicar. Pergeña un ensayo sobre educación, viaja y sigue cantando en el Coro de de Cámara Emilio Cantón.
La vocación.
Vicenta Fernández Martín nació en Alcolea un 3 de enero de hace 60 años. La enseñanza ha sido y es su vocación. Tanta ilusión pone en cada clase que ha cumplido 38 años como profesora de Historia (37 de ellos en el IES Nicolás Salmerón) sin haber alcanzado, ni por asomo, el estatus de “quemada”. Llegó al instituto de Nicolás Salmerón y de Federico García Lorca con 23 años. Se despedirá de profesores y alumnos en septiembre, después de corregir los exámenes de sus “niños”. Eso sí, no abandonará la enseñanza y ya planea un ensayo sobre todo lo que ha aprendido. La experiencia de Doña Vicenta, dice, “no caerá en saco roto”.
La escritura.
Vicenta Fernández ha escrito poesía, de siempre. Publicó su primer libro de poesía cuando cursaba 4º de carrera (se licenció en Filosofía y Letras, sección Historia, en Granada) y lo último publicado es Nanas y cuentos. Premio Nacional de Poesía Rosalía de Castro, tiene mucho que escribir y publicar. Entre todo lo que tiene escrito se adivina un ensayo que será “un poco escuela de padres”. “Quiero que lo que he aprendido; toda mi experiencia sirva para asesorar, ayudar a otros”, apostilla.
Los adolescentes.
Tiene casi 45 años más que sus alumnos, pero Doña Vicenta no deja de ilusionarlos cada día. Busca contagiarles su amor por la cultura y también darles nociones de educación. Defiende a los adolescentes de críticas generalizadas y dice de ellos que son “muchísimo mejor de lo que se habla por ahí”. “Los adolescentes son lo mejor que he encontrado. Los disfruto y los valoro”, asegura después de 38 años compartiendo clase con ellos. Claro que, matiza, “hay que entender que son adolescentes y no perderles de vista. Hay que inculcarles disciplina de estudio y educación”.
La enseñanza.
“Lo que más echo de menos en enseñanza es la educación, la que tiene que venir de casa”, se lamenta. En su opinión, “hay una especie de desidia y las administraciones han dejado a padres y docentes sin herramientas, sin autoridad”. De ahí que trabajar con adolescentes no sea fácil. A veces, considera, los chicos están “como perdidos”. “Están en clase por estar, pero lo mismo que están los bancos” lo que acaba por producir una tasa de absentismo mayor que la de cualquier otra época. Y ahí, muchas veces, los docentes se encuentran que no hay colaboración por parte de los padres.
La fama.
Doña Vicenta sabe que tiene “fama de dura”. No niega nada y sí manifiesta su desacuerdo con que la enseñanza sea lúdica. “No puedes tener a los alumnos engañados. No puedes parapetarte tras el ‘No os preocupéis’. Las calles están ahí fuera y luego llega Selectividad y ves cómo algunos se quedan fuera de la carrera que quieren, de su sueño, por décimas. Por no haberles empujado lo suficiente”. Trata Fernández de “enseñar a estudiar. Hay que competir”. Y para ello busca ilusionar a los adolescentes.
La ilusión.
Todo lo que puede hacer de una clase amena, “pero siempre con lustre cultural”, se convierte en herramienta de Vicenta Fernández. “Yo tengo un blog de Historia, no doy apuntes”, explica, a la par que señala que sus clases se llenan de música, de películas, de anecdotarios, e incluso de canciones que ella misma interpreta. De la canción de Los últimos de Filipinas al Romance de la Reina Mercedes, todo vale para contagiar a los alumnos el amor por la cultura.
La respuesta.
El método de Doña Vicenta parece que funciona porque en 37 años nunca ha hecho un parte. “En mi clase todos funcionan de maravilla”, asegura. Eso sí, esta docente es de las que ponen los puntos sobre las íes el primer día de clase. “Yo no entro en el aula hasta que todos mis alumnos están sentados y callados”, insiste a la par que recuerda cómo el trato que le deparan sus discípulos es “exquisito”. “Me ven con el bastón por el pasillo y todos tienen mucho cuidado conmigo, son exquisitos”, insiste.
La lucha.
Vicenta Fernández es una “luchadora nata”. Lo dice ella y lo corroboran sus compañeros y su vida. Sufrió polio a los pocos meses de vida, lo que la obliga a utilizar un bastón para poder caminar. Después ha sufrido operaciones y alguna caída que no permiten a sus piernas ir tan deprisa como sí va su mente. Evitar que le queden cosas por hacer ha sido un mantra en su vida. “He viajado mucho, mucho, mucho, en previsión de que luego algo me lo impidiera”, relata. Ese espíritu de no dejar nada pendiente es el que le ha llevado a anunciar su prejubilación. “Tengo tantas cosas por hacer que no puedo esperar a tener los 65 años. Ahora estoy muy bien, pero ¿y si luego no puedo hacerlo?”, reflexiona.
La cercanía.
A pesar de su fama “de hueso”, Doña Vicenta es capaz de acordarse de prácticamente todos sus ex alumnos con nombres y apellidos. “Siempre he tratado de hacerles especiales en algún momento”, recuerda. Cumpleaños, felicitaciones por el santo o algún momento especial para sus alumnos es destacado por esta mujer que es capaz de sentarse a escuchar a Lady Gaga o a verse un programa de Hombres, mujeres y viceversa, si es lo que interesa a sus alumnos. “Si quiero conocer qué les inquieta, tengo que saber qué ven”, dice. Claro que no siempre está de acuerdo con la falta de inquietudes y la “gran pérdida de tiempo frente al televisor” de muchos de ellos.
Los cafés pendientes.
No se ha ido aún del instituto, y ya son varios los “cafés pendientes” que tiene con amigos, compañeros y otros profesores. Para ella, el futuro sigue vinculado a la enseñanza (“volveré a preparar oposiciones como ya he hecho a lo largo de 21 años”). Y es que entiende que es “una suerte ser profesor”. “Tiene tantas posibilidades”, insiste con entusiasmo. No en vano, en su opinión, “lo mejor de la enseñanza es que todos los años tienes la oportunidad de volver a tener 16 o 18 años”.
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