El ‘Perserverance’ era un viejo conocido del puerto de Almería, desde que a principios del siglo pasado venía a cargar uva con destino a Londres. El vapor, que pertenecía a la marina mercante italiana, se dedicó después al transporte de carbón. En uno de sus viajes, después de partir el 29 de febrero de 1916 de Génova, con destino a Inglaterra para cargar cabón, cuando navegaba por el Mediterráneo, la tripulación descubrió que el buque estaba siendo perseguido por un submarino alemán. Eran los años de la Primera Guerra Mundial y la navegación era una aventura peligrosa.
A pesar de las dificultades, el capitán Francesco Repetto, que dirigía el vapor, decidió seguir adelante y adentrarse en aguas españolas para ponerse a salvo del enemigo. Fue entonces cuando se vio sorprendido por un temporal de viento infernal que arrastró al barco hasta las rocas del Cabo de Gata, donde embarrancó el 5 de marzo de 1916. El barco se quedó atravesado en seco en la playa por el costado de estribor, sin que hubiera que lamentar ningún daño personal entre los veintisiete miembros que formaba su tripulación.
El ‘Perseverance’ se quedó varado en las rocas de uno de los acantilados y allí tuvo que sobrevivir en pie durante varios meses mientras se realizaban los lentos trabajos de recuperación. Las reparaciones del material dañado se encargaron a los talleres de don Francisco Oliveros y se prolongaron hasta el verano. Por fin, en julio de 1916 la draga ‘Almería’ pudo salir en dirección a Cabo de Gata para facilitar los trabajos de salvamento. Tras un mes de intensos trabajos, el 29 de agosto, el vapor embarrancado pudo salir de nuevo a flote, siendo remolcado inmediatamente por la draga de la Junta de Obras del Puerto hasta la ciudad. Un día después, para celebrar el feliz arribo del vapor italiano, las autoridades de Almería organizaron un banquete en el restaurante Imperial.
En el período en el que permaneció varado, que fue largo, el capitan Francescco Repetto Cichero no perdió la oportunidad de relacionarse y conoció en Cabo de Gata a una joven, Matilde Hernández Gómez, con la que empezó unas relaciones formales que cuajaron en matrimonio y en tres hijos: Matilde, Pelegrina y Francisco, los dos primeros nacidos en Almería y el último en Italia. Como él estaba siendo embarcado, decidió llevarse a su mujer a Italia para tenerla más cerca, pero cuando volvía a salir de viaje ella aprovechaba el momento para regresar a Almería. Decía que no se acostumbraba al extranjero, que allí la gente hablaba muy raro y era imposible entenderla.
El capitán Repetto pasó largas temporadas en Almería. Cuando estaba parado aprovechaba bien el tiempo para negociar con un barco de vela con el que llevaba barriles de uva hasta Málaga. El viejo capitán se jubió a los setenta años, dejando a su familia repartida: su hija Matilde se afincó en Barcelona, su hijo Francisco en Holanda y Pelegrina en Almería, donde se casó con José María Ramos Grandall, maestro metalúrgico. Tuvieron cinco hijos: Antonia, Francisco, José Antonio, Ismael y Matilde, que aún siguen unidos a la tierra de su madre.
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