Los años setenta empezaron con una profunda crisis en la Semana Santa de Almería que provocó que varias hermandades que habían destacado en la década anterior se fueran quedando en el camino. Fue una época complicada en la que no se produjo el relevo generacional que necesitaban las hermandades. Había pasado el tiempo de los mecenas, de los comerciantes importantes de la ciudad que a última hora colaboraban con su dinero para que los desfiles pudieran salir a la calle, y estaba por llegar la época en la que los jóvenes impusieran una nueva forma de entender la hermandad, basada en el trabajo durante todo el año y en la colaboración entre todas las hermandades en torno a una Agrupación de Cofradías que estaba todavía sin gestarse.
La Semana Santa de 1971 fue la de la gran depresión. El Miércoles Santo, que un año antes había sido la noche grande con los desfiles de Cautivos, Estudiantes y Encuentro, se quedó prácticamente desierta y sólo salió a la calle la Oración del Huerto y la Virgen de la Esperanza, en aquellos años bajo la dirección de su Hermano Mayor José Luis López-Gay Belda. Aunque no faltó a su cita, la cofradía de Estudiantes tuvo serios problemas para organizar el desfile debido a la falta de apoyos que encontró en las instituciones, que se vio también reflejada en la dejadez del comercio almeriense, poco acostumbrado a echar una mano a las cofradías.
Quizá por esta falta de colaboración empresarial, la junta directiva de la hermandad decidió dar un golpe de mano y cambiar el histórico recorrido, renunciando al esplendor del Paseo, que entonces era la gran pasarela donde los almerienses iban a ver las procesiones como el que va a contemplar un desfile militar. José Luis López-Gay justificó el cambio de recorrido diciendo que era a causa del poco interés que habían encontrado en el centro de la ciudad el año anterior, y por ese motivo habían optado por hacer un recorrido más íntimo, inédito, volviendo la mirada hacia los barrios de la Almedina y La Chanca. Por alguno de aquellos rincones, como la antigua huerta de Cadenas o la calle de Chamberí, no habían visto nunca una procesión de Semana Santa hasta aparecieron los pasos de la hermandad de Estudiantes. Aquella noche se vivieron momentos de gran belleza cuando la Virgen atravesó las calles del Reducto y se plantó a los pies de la Alcazaba.
Fue el gran acontecimiento de aquella Semana Santa en la que el Jueves Santo no hubo ninguna cofradía en la calle. El Viernes Santo estaba previsto que saliera de San Pedro el Santo Entierro, pero se tuvo que quedar a las puertas debido a la lluvia. A las diez de la noche, cuando las nubes se alejaron, sí pudo salir la hermandad de la Soledad, que ese año de extrema pobreza salió sin penitentes en sus filas, sólo con la compañía de los fieles que provistos de velas arroparon a la Virgen en su camino. De aquellos tiempos de depresión absoluta los cofrades sacaron conclusiones importantes, una de ellas, que se hacía necesario una revolución que llevara savia nueva a las hermandades y un nuevo concepto de entender la Semana Santa que pasaba por la fundación de la Agrupación de Cofradías.
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