La película Kiki, el amor se hace dibuja media docena de parafilias y con muchas risas pone sobre la mesa algunos de los tabús que todavía hoy jalonan la vida sexual de los españoles. “Las fantasías sexuales no son sinónimo de infidelidad”, dicen sexólogos almerienses. Al contrario, “la fantasía sexual puede ser utilizada como una herramienta terapéutica”, aseguran.
La cinta que Paco León tiene en cartelera ha divertido a quienes la han visto y ha venido a plantear un debate interesante, dicen sexólogos como Manuel Lucas o Laura Sánchez, que señalan cómo a pesar de que todavía hoy las parafilias están incluidas en el manual de trastornos mentales, “con respeto y siempre con el consentimiento de la pareja” pueden convertirse en solución a problemas de alcoba.
Diversidad sexual Las fantasías contribuyen, además, a demostrar que la sexualidad “es más poliédrica” de lo que la gente piensa. La diversidad sexual “no es sólo un derecho, es un hecho”, afirma Lucas, profesor del Máster de Sexología de la UAL. A pesar de eso, se vive todavía hoy una sexualidad muy reducida, dice. “Reducida, muchas veces, al coito e incluso, a la posición del misionero”.
Sólo en clave de humor, también en las consultas de sexología, afloran las fantasías y también algunas parafilias. Entre las fantasías más comunes, las relacionadas con alcanzar el orgasmo, apunta Lucas, que señala cómo es una fantasía, quizá más común entre las mujeres “pero porque muchos hombres creen, erróneamente, que la eyaculación es igual a orgasmo”. La mayoría de las fantasías son las mismas para los dos sexos, acuerda.
Tríos y orgías Las más comunes, tanto para hombres como para mujeres, tienen que ver con fantasear con quienes no son su pareja, con hacer tríos, participar en orgías o dejarse llevar por el sexo forzado, confía la sexóloga Laura Sánchez Sánchez, profesora de Psicología y del Máster de Sexología en la Universidad de Almería.
Sánchez defendió su tesis doctoral sobre las fantasías sexuales. Evaluaba lo que a la gente le excita. Comparó las respuestas en cuestionarios (“donde se miente se responde de forma políticamente correcta”) con otros modos de medir en los que las fantasías son otras y se manifiesta más excitación ante otro tipo de comportamientos como, por ejemplo, el sadomasoquismo.
Qué desata la fantasía La tesis de Sánchez buscaba conocer cómo se crea la fantasía. Qué mecanismos la forman. Muchas veces, dice, “basta con que nos digan que no pensemos en algo para que sea eso mismo lo que no deje de rondarnos por la cabeza. Parece que lo prohibido es más recurrente”.
Coinciden los sexólogos en que, a pesar de la desinhibición de la que hoy se hace gala, todavía falta mucho por conocer. “No hay educación sexual y, por eso, los adolescentes aún aprenden de sexo con lo que pillan por Internet o les cuentan otros jóvenes”, dice Sánchez, que confirma cómo preguntando a estos mismos adolescentes, muchos afirman usar la marcha atrás como método anticonceptivo.
Otro dato curioso y alejado de la modernidad de la que se hace gala es el que revela Lucas. “Entre un 50 y un 60% de las mujeres afirman haber simulado alguna vez el orgasmo”. Hablar de ello, hablar de sexualidad, aunque sea a raíz de una película, ayuda a conocerse mejor, a conocer mejor a la pareja y a vivir mejor la sexualidad, dice.
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