Muere Miguel Ángel Molina, el primer cantante social que tuvo Almería

Empezó con su guitarra por las puertas de los institutos en los años de la Transición

Miguel ángel Molina (a la derecha con pelo rizado), colaboró con grupos locales antes de dar un giro definitivo hacia la música electrónica y hacia l
Miguel ángel Molina (a la derecha con pelo rizado), colaboró con grupos locales antes de dar un giro definitivo hacia la música electrónica y hacia l
Eduardo D. Vicente
15:06 • 05 may. 2016

La Transición se empezó a escribir en los trancos del instituto a la hora del recreo. La Transición se nos apareció en forma de guitarra y a través de una voz que nos cantaba ‘Te recuerdo Amanda’ y nos hacía corear aquel himno de primero de rojerío que nos ponía a todos “a galopar” al compás de la música de Paco Ibáñez. La Transición de trencas, de melenas y barbas,  de pantalones de campana tardíos y canciones protesta, tenía la voz de Miguel Ángel Molina, que de vez en cuando aparecía por la puerta del instituto para recordarnos que todo estaba por hacer y que la batalla estaba también  dentro de las aulas, en esa barricada constante de la juventud estudiantil, que era la que tenía en sus manos la fuerza del cambio. Él fue el primer cantante comprometido que se echó a la calle exhibiendo como lema aquel poema de Gabriel Celaya que decía que la poesía era un arma cargada de futuro.





Miguel Ángel Molina se dio a conocer en la ciudad en 1974, en un certamen juvenil de música y a partir de ahí empezó a destacar por sus propias composiciones: ‘El peón’, ‘España’, ‘El juicio final’, consiguiendo ganar en tres ocasiones un festival de canción inédita que estaba de moda en aquellos años. Tuvo la oportunidad de saltar a la fama actuando en el programa de Televisión Española ‘La Gran Ocasión’, donde los artistas noveles soñaban  con  el éxito, pero a última hora renunció por querer cantar sus propias canciones.





Miguel Ángel Molina no llegó a salir en la tele, pero siguió acudiendo a la puerta de los institutos, convirtiéndose en una amenaza constante para las autoridades educativas de la época, que lo consideraban un provocador, un mal ejemplo para los adolescentes con sus canciones protesta. En noviembre de 1976, el delegado de Educación y Ciencia le prohibió actuar en el Instituto Mixto de Los Molinos. En aquella época era obligatorio pasar una lista con las canciones a Información y Turismo para que la censura las autorizara. Para poder burlar aquella barrera, Miguel Ángel Molina optó por enviar una lista de temas de amor que después cambiaba encima del escenario por sus propias canciones reivindicativas.




Miguel Ángel tenía alma de músico callejero, de los que llevaban el escenario a cuestas. Lo mismo cantaba en la barra de un bar para los amigos más íntimos que en la sala de un cine de barrio. Su actuación en el cine Bahía del Zapillo, en 1977, fue memorable y pasó a la historia como el primero en los años de la Transición al que no acudió la Policía Armada. Los tiempos empezaban a cambiar. La muerte de Franco desinfló la canción protesta y los cantautores tuvieron que reinventarse para seguir vivos. Miguel Ángel Molina giró hacia dentro y a partir de entonces inició una búsqueda permanente de su esencia, un viaje sin retorno al interior que lo llevó a la música electrónica y a la espiritualidad. Sus colaboraciones con músicos como Juanma Cidrón marcaron unos años que culminaron con una magistral actuación en los noventa ‘Experiencias místicas y personales’, que tuvo como escenario la iglesia de la Catedral.








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