Escondidos en las profundidades del mastodóntico ferry de 150 metros, los polizones cubrieron las nueve horas de viaje entre Nador (Marruecos) y Almería. Colocaron sus pertenencias en dos bolsas de basura convenientemente selladas y se enfundaron los trajes de neopreno para protegerse de las frías aguas de la bahía y mejorar sus condiciones de flotabilidad.
Cuenta la Policía Nacional que la sala de coordinación recibió el aviso cuando el buque asomaba la proa en la bocana del Puerto de Almería, a unos pocos cientos de metros de la torre de Salvamento Marítimo en el Muelle de Levante. ¡Dos hombres en el agua!
Los jóvenes, ajenos a la alarma, completaron nado el último tramo de su viaje y, cuando sus piernas tocaban la arena, frente a ellos, en orilla de la playa de San Miguel, los agentes esperaban para iniciar inmediatamente los trámites del regreso. Recién llegados. Detenidos.
La aventura sucedió a finales del mes de abril y evidencia el riesgo asumido por los polizones en su intento por alcanzar suelo español. El fenómeno es común en Almería, pero las cifras manejadas por la Policía Nacional durante el ejercicio 2016 alcanzan cotas desconocidas.
Según explica el jefe de Expedientes de la Brigada de Extranjería y Fronteras de la Policía Nacional en Almería, el subinspector Javier Serrano, en los primeros cinco meses de año los agentes arrestaron a 73 polizones en el puerto de la capital o sus inmediaciones. Siempre procedentes de Nador (Marruecos). El mismo ferry, la misma ruta y los mismos procedimientos.
Los controles La estadística multiplica por tres la registrada entre los meses de enero y mayo del año 2015, según precisa el jefe de Expedientes de la Policía Nacional de Almería.
Un tercio de los detenidos manifestó ser menor de edad, aunque en la práctica apenas una docena puede acreditarlo a través de las llamadas “pruebas oseométricas” que se realizan en el complejo hospitalario de Torrecárdenas.
La normativa obliga a la propia naviera y a las autoridades marroquíes a controlar los accesos a los buques de pasajeros y vehículos. Sin embargo, en los últimos meses las cifras de polizones se han disparado.
Una vez superada la primera barrera en el origen, los viajeros clandestinos afrontan el reto de salvar los controles en el Puerto de Almería. Hay, al menos, tres controles de seguridad en las dársenas y los filtros.
El primero es la Policía Portuaria. “El barco atraca y baja la plancha, entonces nosotros abrimos las pasarelas y dirigimos a los viajeros a los puestos fronterizos”, expone Juan López, presidente de la Asociación de Policías Portuarios de Almería (APPA). “Vienen escondidos y, cuando bajan la rampa, salen corriendo e intentan saltar la valla del puerto”.
El segundo control corresponde a agentes de la Guardia Civil. El Servicio Fiscal vigila vehículos y mercancías para evitar el contrabando y descubre con frecuencia a polizones ocultos entre los transportes. Además, utiliza el apoyo de un perro de rastreo para detectar personas o sustancias sospechosas (los decomisos de hachís en el equipaje, en vehículos caleteados o en el propio cuerpo son habituales).
Finalmente, el tercer nivel pertenece a la Policía Nacional. La Comisaría de Almería tienen las competencias en los filtros de fronteras y realiza un exhaustivo control de pasajeros. Cuenta con información sobre el pasaje, reconocimiento por huella dactilar, sistemas de detección de documentos falsificados y bases de datos policiales-judiciales para localizar a posibles fugitivos y ciudadanos con prohibiciones de entrada en España.
Además, todos los polizones acaban en manos del Cuerpo Nacional de Policía. “Son detenidos por una infracción a la Ley de Extranjería y son entregados a la Policía Nacional para iniciar los trámites de repatriación”, señala el jefe de Expedientes. “En ocasiones vuelven en el siguiente barco a Marruecos”.
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