Manuel Marín Lupión fue tapicero desde que gateaba por el taller de su padre antes de echar a andar. Oliendo a cola, jugando entre retales y el ruido de las tijeras, fue aprendiendo un oficio que ya tenía grabado en su genética.
Siempre estuvo al lado de su padre, su maestro primero, y su alumno después, desde los primeros talleres de la Plaza Granero y la calle Real, hasta el definitivo en la calle Solis, donde Manuel se pasó media vida arreglando sillones y sofás y enseñándole los secretos de la profesión a sus hijos.
Manuel Marín se casó con Ana Sorroche, con la que tuvo cuatro hijos: Fina, Ico, Blas y Enrique. El menor tenía sólo cinco años cuando la madre falleció. En aquellos tiempos, un hombre solo con cuatro hijos era poco menos que una tragedia, pero con la ayuda de la familia pudieron salir adelante.
El padre, tras superar la pérdida de su esposa, conoció a otra mujer y dos años después decidió pasar por el altar. El 13 de julio de 1966, contrajo matrimonio en segundas nupcias con la joven Dolores Hernández Ruiz, en una boda que se celebró en la iglesia de San Pedro. Él aportaba a la pareja sus cuatro hijos huérfanos de madre, toda una familia numerosa a la que se sumó, un año después, un nuevo miembro, Eva, que fue recibida por sus hermanos con auténtica devoción.
La nueva esposa, a la hora de formar la familia dijo que su obligación y su deseo era que los cuatro hijos de su marido se criaran juntos, con su padre natural y con su nueva madre, por lo que no dudó en ningún momento en recibirlos como si fueran sus propios hijos. Fina, Ico, Blas y Enrique sintieron desde el primer momento que aquella mujer que había entrado en su casa de la mano de su padre era también su madre.
La vida del matrimonio y sus cinco hijos transcurrió en la casa que tenían junto al taller de la calle de Solis. Pudieron salir adelante porque el trabajo no faltaba en una época en la que nada se tiraba y cuando un sofá se ‘averiaba’ se llevaba al tapicero para que durara toda la vida, y en un tiempo donde las cortinas formaban parte de las casas y eran tan imprescindibles como el váter o las camas. En el taller vivieron, en el taller se ganaron el pan de cada día, en el taller se criaron los hijos y en el taller aprendieron un oficio, siempre unidos a sus padres, que hoy cumplen cincuenta años casados y celebran sus bodas de oro.
Para conmemorar un acontocimiento tan importante, los hijos de Manuel y Dolores han preparado una fiesta para el próximo sábado, que comenzará con una misa a las trece horas en la iglesia de las Puras, ofrecida por el consiliario de la hermandad del Prendimiento, don Juan José Martín Campos. Una hora después, la familia se reunirá en un almuerzo en el Hotel Catedral, al que asistiran familiares procedentes de Alemania, de Barcelona, de Málaga, que han querido estar presentes en un momento tan importante.
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