Tiene los pies en la tierra, aunque esté tocando el cielo empresarialmente. Cree en lo que hace y vive la expansión de ‘El Ganso’ como una maravillosa aventura. Tienen 650 personas en plantilla y trata en lo posible de acercarse a las tiendas y hablar con ellos.
La historia de vuestra marca ‘El Ganso’ es curiosa. En muy poco tiempo os lanzásteis al estrellato.
Sí, empezamos en dos mil cuatro vendiendo a tiendas multimarca y dos años más tarde abrimos nuestra primera tienda en la calle Fuencarral de Madrid. Hoy vendemos en diez países, entre Europa y América, en donde estamos en Chile y en México. Hemos creado un concepto y estamos orgullosos. El primer año facturamos trescientos mil euros y en dos mil quince pasamos de los setenta millones. Pero lo más importante es todo lo que hay detrás, que es el equipo, las personas.
En vuestro accionariado ha entrado ‘L Capital’, del grupo de Louis Vuitton. Me imagino que os ha dado un empujón fuerte.
Le hemos vendido el cuarenta y nueve por ciento de la empresa. Nos está ayudando en el crecimiento, en la expansión, puesto que estamos abriendo casi una tienda por semana. Y también crecemos mucho en la parte digital. El futuro va por aquí. Hay ejemplos de marcas como Hawckers o Pompeii que están demostrándolo.
El efecto “Amancio Ortega”, es decir, el de la compra casi semanal de ropa, ¿os ha beneficiado a los demás?
Cuando Zara lanzó la tienda on line, a los demás nos ayudó a vender también a través de la web. Pero estos modelos de negocio de tanta rotación también nos presionan para introducir novedades constantemente. A las empresas pequeñas nos lleva a veces al límite en términos logísticos.
¿El crecimiento económico se está convirtiendo en un objetivo casi único?, ¿no nos estamos olvidando de otras cosas?
Hay que buscar el equilibrio, porque el crecimiento exige mucho. Existen negocios rentables que no crecen ni tienen por qué hacerlo. En nuestro caso aprovechamos nuestra marca y nos expandimos, entre otras cosas porque disfrutamos haciéndolo. Pero también te digo que el entorno digital va a facilitar las cosas y los crecimientos van a ser más orgánicos, más medidos.
Cuando viniste hace cuatro años a Almería a dar una conferencia en AJE dijiste que quedan muchos segmentos por cubrir en la moda.
Sí y creo que sigue siendo así. De hecho, han surgido marcas muy de nicho en calcetines, bañadores, etc. Si te concentras en algo hay oportunidades. Hay un hueco entre Inditex y las firmas caras. Si eres una marca flexible te puedes llevar el gato al agua. Aunque, evidentemente, hay que invertir.
¿Quiénes son los que mejor visten, a tu juicio?
El británico más dandy, los americanos, con ese toque de las casas de campo del este de Estados Unidos, en el que buceó Ralph Laurent, los japoneses, que arriesgan también en la moda, y los escandinavos, holandeses y daneses, que visten con más color, como los españoles.
¿Qué debe tener una marca?
Lo más importante es la personalidad. Y también innovación y diseño.
¿Aquello que debe tener muy claro el empresario?
El equipo. Si no lo cuidas es imposible que la empresa marche bien. Nosotros tenemos seiscientas cincuenta personas. Intento ir a las tiendas y hablar mucho con ellos.
¿Ser empresario es adictivo?
Sí, lo tengo clarísimo. Leo mucho, me atraen proyectos..., vivimos un momento muy bonito. Y estamos viendo cómo surgen nuevas empresas poco a poco. Las necesitamos para que el país salga adelante.
¿Qué es peor un tonto o un malo?
Lo peor es un tonto malo porque es ese malo que no cree serlo y no lo ves venir y te acaba pillando.
¿En la vida siempre pasa al menos un tren que debes coger?
Pasan varios. Como las mujeres. Tal vez hay varias que pueden ser la tuya, pero has elegido una -y ella a ti, claro- y te centras en ella, en ser feliz, en adaptarte, en crecer juntos. Debes tener la capacidad de ver los trenes que pasan por tu vida, sin duda.
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