“Se ha creado una alarma excesiva sobre la radiactividad en Palomares, pero la realidad es que los casos de cáncer en esta población no superan la media en España”. Lo dice Francisco Laynez, quien fue jefe de Medicina Interna del Hospital La Inmaculada de Huércal-Overa entre los años 2004 y 2011. Aunque no existe ningún estudio epidemológico, Laynez, interesado por los supuestos efectos de la radiación por plutonio en Palomares tras el accidente nuclear del 17 de enero de 1966, decidió investigar a título particular los casos de cáncer y otras enfermedades que podrían estar relacionadas con la radiactividad entre los vecinos de esta pedanía de Cuevas del Almanzora. Y llegó a la conclusión de que los afectados en Palomares eran porcentualmente los mismos que en toda España. Tampoco detectó otras afecciones que pudieran relacionarse con las radiaciones entre sus habitantes. En fin, que llegó a la misma conclusión que el Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas (Ciemat), el organismo que se ha encargado desde que cayeron las bombas de hidrógeno, en 1966, de analizar los efectos de la radiación entre la población –hasta 1986 esta labor estuvo en manos de la Junta de Energía Nuclear, que luego se transformaría en el Ciemat-.
En este punto y a su juicio, el principal problema para explicar el alarmismo aún existente, y el hecho de que Palomares sea un ‘nombre maldito’ es “el ocultismo y falta de información que se ha ofrecido a la población”. “Cuando hay secretismo, la gente duda, se disparan los rumores y surge la alarma que muchas veces puede ser totalmente injustificada”, aputna. Laynez pone como ejemplo el hecho de que esta alarma que aún perdura lleva a que los agricultores de Palomares digan para vender sus tomates que son de otras zonas, “cuando el plutonio no es soluble en el agua y, por tanto, no afecta al fruto”. Y añade que en el caso de que cualquier fruto, como el tomate, pudiera ser alcanzado por efecto del viento o movimientos de tierras por material contaminado, “se solucionaría simplemente con lavarlo, como se hace con cualquier hortaliza”.
Y es que el Ciemat, a pesar de que realiza periódicamente pruebas a los habitantes de Palomares que se prestan voluntariamente a ellas desde el accidente, nunca ha ofrecido datos públicamente en España de sus resultados. Solo lo ha hecho una vez, y fue en una conferencia celebrada en Fukushima, cuando informó de que hasta 2010 el número de personas que habían dado positivo en plutonio eran 119. En esa conferencia también se afirmó que todavía no se ha demostrado que alguna persona en España haya sufrido dolencias graves directamente relacionadas con las radiaciones de plutonio. Sin embargo, y extrañamente, el Ciemat no ofrece datos en nuestro país.
Recientemente, sin embargo, el New York Times ha revelado que 21 de 40 soldados norteamericanos identificados entre los 1.600 que trabajaron en las tareas de limpieza tras la caída de las bombas padecen cáncer, y que nueve de ellos han muerto por esta enfermedad. También en España, un guardia civil almeriense, José Ortiz Hernández, ha denunciado a sus 66 años que padece un cáncer provocado por la radiactividad de Palomares. Ortiz trabajó entre 1972 y 1974 en el puesto de Blanquizares, a apenas 300 metros del lugar donde fue encontrada una de las bombas, junto a otros nueve agentes de la Benemérita. Todos ellos han muerto de cáncer, asegura. Según ha relatado, nunca les hablaron de radiación, les dijeron que estaban seguros y no les facilitaron ningún sistema de protección.
Pero como también dice el New York Times, ninguno de los afectados tiene pruebas de que exista una relación entre su enfermedad y las radiaciones a que estuvieron sometidos. “Cuando una persona sufre una enfermedad tan grave como el cáncer puede tender a buscar un culpable, una explicación que no es tan sencilla y en la que perfectamente se puede estar equivocado”, dice Francisco Laynez, que en la actualidad está preparando un artículo sobre los efectos de la radiación en Palomares para la Revista Clínica Española.
El internista almeriense también alude a uno de los pocos estudios científicos que han sido realizados sobre este asunto, el realizado por el médico Pedro Antonio Martínez Pinilla, quien investigó sobre la mortalidad en Palomares hasta 2005, y que ofrece datos incluso anteriores al accidente de 1966.
Este estudio también concluye que no ha existido ningún aumento significativo de la mortalidad, ni que ésta pueda relacionarse con la radiactividad.
Consulte el artículo online actualizado en nuestra página web:
https://www.lavozdealmeria.com/noticia/12/almeria/111631/hay-una-alarma-excesiva-sobre-la-radioactividad-en-palomares