El control de la droga en el Acebuche reduce al mínimo las sobredosis

La prisión ha pasado de registrar una media de tres al mes a solo diez en todo el año pasado

Vista de la zona de acceso de vehículos al interior del centro. Fotografía de archivo.
Vista de la zona de acceso de vehículos al interior del centro. Fotografía de archivo.
Rosa Ortiz
11:57 • 07 ago. 2016

La enconada lucha que, contra el tráfico de estupefacientes dentro de la prisión del Acebuche mantiene la actual dirección de la cárcel, está teniendo como uno de sus principales efectos una importante reducción en el número de sobredosis por consumo de drogas por parte de los internos.




Si en los últimos años en la enfermería del centro se llegaban a atender hasta tres al mes, en todo el año pasado esa cifra no superó la decena. Según datos a los que ha tenido acceso este periódico, las sobredosis se producen, principalmente, por consumo de metadona y de pastillas tranquilizantes, la primera utilizada muy a menudo en los tratamientos de desintoxicación y deshabituación de opioides a los que están sometidos un importante número de presos.




Las pastillas -sobre todo, los famosos ‘trankimazines’, cuya dispensación está prohibida en la enfermería de la cárcel por su poderoso efecto ‘craving’- son, junto con el hachís, las drogas a las que se circunscribe el tráfico en prisión; el resto, como heroína, cocaína o marihuana son mucho menos habituales.
Preocupa, sin embargo, la presencia cada vez más numerosa de la ketamina, una droga procedente de Estados Unidos que se está poniendo de moda por su potencial alucinógeno y sus propiedades anestésicas y que, en sus orígenes, fue utilizada en veterinaria.




Entrada de la droga
Pero, ¿cómo entra la droga en prisión? Seguramente, esta sea la pregunta del millón y ofrecer una única respuesta sea aventurado y pueda llevar a equívocos, pero todas las fuentes consultadas indican hacia una misma dirección: los vis a vis que se realizan entre familiares y presos son, posiblemente, la principal vía de entrada de droga en las cárceles españolas. También en la del Acebuche.




“Es un problema muy difícil de resolver. En una prisión, a diario por la mañana, pueden acceder al recinto un centenar de personas. Y a los familiares no se les puede cachear, solo se les puede pasar por el detector de metales para ver si llevan una navaja o un arma. Sabemos que el grueso del tráfico viene por ahí y que una vez que el tóxico ha entrado en prisión es muy difícil de controlar”, explican a este periódico fuentes de toda solvencia, que también señalan, por ejemplo, que los paquetes que reciben los internos “son revisados y controlados” de forma muy rigurosa. “Hasta el embutido que les llega tiene que venir cortado”, explican.




Lucha contra el tráfico
La dirección de la cárcel, muy sensibilizada con este problema, está luchando enconadamente contra el tráfico de drogas dentro de la prisión y lo está haciendo con ahínco, según reconoce personal de la prisión consultado por este periódico. En su tarea le ayudan una serie de funcionarios que se dedican específicamente a labores de vigilancia, una suerte de ‘servicio de información’ que se preocupa por conocer las relaciones de los internos con el exterior y que observa el comportamiento de los presos dentro del Acebuche. Los presos desconocen quiénes son estas personas y a qué se dedican. Para ellos, son simples funcionarios. Por razones de seguridad evidentes, su identidad se mantiene en el más estricto secreto.




Menos internos
En la prisión del Acebuche cumplen condena actualmente en torno a 750 internos. Es también una de las cifras más bajas de los últimos años, ya que según datos de la Agrupación de los Cuerpos de la Administración de Instituciones Penitenciarias (ACAIP), la cárcel ha llegado a tener, en sus picos más altos, una ocupación media de 1.150 presos.




El Acebuche está dividido, en la actualidad, en diez módulos, aunque hay cuatro más recién construidos que todavía están cerrados porque para su apertura se requeriría la incorporación de 62 nuevos funcionarios.
El módulo uno es el de mujeres, el dos es el llamado ‘módulo de respeto’, en los números  3, 4, 5, 6, 7, y 10 están los presos de segundo grado -la mayor parte de los que hay en la institución-, el módulo nueve es el de los jóvenes (internos de entre 18 y 23 años que cumplen condena, en una inmensa mayoría por robo) y el número 8 está actualmente cerrado por encontrarse en obras.


La cárcel cuenta también con una sección para aislamientos y primeros grados y con una Unidad Terapéutica que favorece y fomenta la reinserción social. Según ha podido conocer este periódico, en esta UTE hay en torno a  25 internos que reciben una atención personalizada. 



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