La provincia de Almería está plagada de vestigios de un pasado muy rico, una historia por la que han pasado la mayor parte de las civilizaciones que han conformado el mundo, y todas ellas han dejado su huella, en algunos casos tremendamente desconocida incluso para los propios almerienses.
Cualquier rincón esconde esos tesoros históricos, aunque en muchos casos sólo sea visible un cúmulo de piedras o de formas. Y así es posible encontrar galerías e instalaciones mineras como las Minas de Rodalquilar, o la Real Fundición de Plomo de Alcora (Canjáyar), o el poblado y las galerías de Las Menas, en Serón. Cuevas como la de Los Letreros, esa maravilla que supone la Geoda de Pulpí o las impresionantes Cuevas del Karst en Yesos de Sorbas, la más importante del continente.
Pozos de la Nieve
Una de esas maravillas la constituyen los Pozos de la Nieve que se distribuían por las sierras más altas, con una presencia destacada en Los Filabres, la Sierra de María o en zonas altas de la Sierra de Gádor. Básicamente es un pozo enclavado en la tierra, con las paredes recubiertas de piedra y cal para preservar la temperatura y evitar filtraciones, y con una cubierta de piedra u otros materiales con una pequeña puerta de acceso en la parte superior.
Aunque se conoce su uso desde la época romana (unos 200 A.C.), el mayor desarrollo es de la época de la dominación árabe. A los musulmanes les gustaba disfrutar de los helados o el limón helado (lo que hoy sería el limón granizado), pero para ello necesitaban hielo con el que enfriar estos productos.
Los pozos de la nieve, con una anchura de cinco a siete metros y una profundidad que podía alcanzar los ocho, eran llenados durante la época de nevadas: se arrojaba a su interior la nieve y se compactaba pisándola o bien golpeándola con “pisones”. Ente capa y capa de nieve prensada, una fina de paja para conservar mejor el hielo.
Hielo en verano
Con la llegada del verano esos pozos abastecían de hielo a localidades próximas para conservar alimentos como pescados o carnes, y también para la preparación de helados o refrescos. Localidades costeras como Garrucha, Carboneras, Villaricos o Almería y Roquetas eran también consumidoras de ese hielo de las sierras, trasladado en caballerías, y se usaba básicamente para la conservación del pescado.
Sin embargo la mayor parte de esos pozos han desaparecido en la actualidad, desde que la industria del hielo se puso en marcha. En el caso de Almería algunos de ellos mantuvieron su producción hasta los años 40 del Siglo XX.
Hoy es posible encontrar alguno. Probablemente el mejor conservado sea el situado entre el poblado minero de Las Menas y el área de La Rosairera, en plena Sierra de Los Filabres. Abastecía a las poblaciones del entorno y su hielo llegaba hasta varios pueblos del levante.
Los Pozos de Jairán
Si en el Siglo XI hubiesen existido las aseguradoras, habrían estado encantadas de firmar una póliza sobre el servicio de una obra hidráulica realizada por la Administración Musulmana de la época para abastecer a la ciudad, entonces un importante enclave comercial y militar, y su próspera Vega.Un millar de años después, las Fuentes de Jairán, que así se llamaron y se llaman, siguen en perfecto estado de revista y mantienen un caudal de agua constante que ha estado en servicio hasta finales de la década de los noventa.
Las Fuentes Larga y Redonda tenían sus bocas en el paraje conocido como Obra Pía de Briceño, y proporcionaban agua a la ciudad y la vega en el Siglo XI, la época de mayor esplendor de la Taifa Almeriense, y garantizaban el suministro a la ciudad y también al puerto, considerado el más importante de Al-Andalus en esa época.La Fuente Redonda bajaba paralela al Andarax por la Cañada de Las Boleas, junto a Huércal de Almería. La Fuente Larga se internaba en el Río, por debajo del nivel del suelo, hasta cruzarlo, para adentrarse en la vega de Viator. Ambas captaban agua de los niveles subálveos del Andarax; el agua que no corría por su lecho, lo hacía por debajo, alimentando las fuentes que alumbraron los árabes hace un millar de años.
El agua estaba canalizada a través de una profusa red de galerías subterráneas. Obra de Jayrán o Zuhaiz, las conducciones aseguraban el suministro a la ciudad árabe, con punto y final en los Aljibes Arabes de Jayrán, donde hoy se asienta la Peña El Taranto, cinco entonces reducidos a tres en la actualidad. Almotacín se encargó de hacerla llegar a la Mezquita, en el barrio de La Almedina.En el trayecto las galerías pasaban por partidores que distribuían el agua entre los usos urbanos y los riegos de la Vega, movían molinos como el de Alhadra o el Molino de la Torre. Ya en la ciudad, los árabes construyeron un acueducto o puente de madera (que el Ayuntamiento sustituyó en el siglo XVII por otro de piedra), que conducía el agua a los aljibes.
Impresionantes, por dimensiones y diseño, son los llamados “Pozos de Jayrán”, de los que había varios a lo largo del curso del río. Son grandes pozos, de unos ocho metros de diámetro, construidos por debajo del nivel del suelo, de forma que sólo es posible llegar a ellos descendiendo por una escalera de caracol situada en los márgenes del cauce, y luego a través de una galería estrecha se desemboca en la parte alta de los pozos o “lumbreras”.
El cometido de estos pozos era servir como áreas de servicio a través de las cuales se extraía agua o se limpiaban las galerías en los meses de verano, cuando descendía el nivel de agua que baja de las fuentes y era posible entrar en ellas. Cada uno de los Pozos de Jayrán dispone de una escalera de caracol adosada a las paredes para descender hasta el fondo. Algunos tienen ahora sistemas de extracción del agua que primero fueron norias y posteriormente se instalaron motores.
Los pozos “no existen” en superficie, es imposible verlos o localizarlos ya que están por debajo del nivel del suelo y ninguna señal delata su presencia. Los que sí son visibles son los distribuidores o ‘partidores’ que dividían y dividen el agua para canalizarla hacia la capital o hacia la Vega de Almería. Algunos de ellos, remozados, aún permanecen en su sitio y prestan servicio.
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