En las playas de Almería no se ha registrado todavía ninguna presencia de burkini, el traje de baño diseñado específicamente para musulmanas que solo deja al descubierto la cara, las manos y los pies. Y en caso de que sucediera, que por efecto contagio aparecieran en la playa del Zapillo, en la de El Alquián o en la de Las Olas -muy cercana al barrio de Pescadería- mujeres ataviadas con esta prenda, los expertos consultados por este periódico creen que no sucedería nada más allá de alguna mirada indiscreta o de algún comentario reprobatorio hecho en voz baja.
Nada parecido a lo sucedido en la localidad francesa de Sisco, donde su uso por parte de unas mujeres musulmanas originó una pelea multitudinaria entre tres familias de origen magrebí y decenas de vecinos del pueblo. O en Cannes, primer ayuntamiento galo en desautorizar esta suerte de bañador ‘religioso’. “Almería es muy tolerante, es una sociedad mucho más abierta de lo que, en principio, parece”, opina Andrés García Lorca, subdelegado del Gobierno.
Regulación estatal
A nivel municipal, fuentes del Ayuntamiento explican que el tema, ahora mismo, no concita “ningún tipo de polémica”. “No conocemos ningún caso, no es un asunto que ni siquiera preocupe”, aclaran. La regulación, en todo caso, no es una cuestión local, sino de ámbito estatal. Para encontrar un precedente similar hay que remontarse a 2010, cuando una treintena de municipios catalanes presentaron mociones contra el uso del burka en espacios públicos y el Tribunal Supremo cuestionó la medida por vulnerar la libertad religiosa.
El caso del burkini presenta, aún con todas las salvedades, ciertas similitudes con la utilización del burka o el niqab. Para García Lorca, “el Estado no puede intervenir aquí. Otra cosa es que hubiera problemas de orden público, pero regular su uso sería entrar en la esfera de lo personal”.
Situación en Europa
El verdadero problema, considera Mohamed Bentrika, de la ong Codenaf (Cooperación y Desarrollo con el norte de África), es que la situación en Europa después de los últimos atentados de París, Bruselas o Niza, está provocando que temas de índole doméstico se estén transformando en problemas de Estado. “No podemos hacer de una vestimenta el tema del día. Aquí el único debate es que la libertad de uno termina cuando empieza la del otro y si una persona quiere vestirse para bañarse es igual de aceptable que quien se desnuda para meterse en el mar. Todo es cuestión de respetar el espacio común”, señala.
El sociólogo Juan Sebastián Fernández Prados comparte la misma opinión: “No sé si en otras circunstancias esta polémica hubiera saltado. El burkini se lleva utilizando en Noruega desde 2010 y en Alemania desde 2013 y no ha pasado nada”.
Sociedad plural
Con todo, Fernández Prados cree que hay que tener cuidado con la controversia que pueda generarse a nivel social porque, señala, en una sociedad tan plural como la actual la convivencia es “muy quebradiza”. “Estamos obligados a abordar determinados temas con la mayor sensibilidad posible”, explica. Otro debate, señala este experto, es que las musulmanas se tengan que cubrir de la cabeza a los pies para poder bañarse en la playa o, directamente no ir, como sucede con muchas mujeres. “Entiendo que enerve a muchas sensibilidades pero, en este sentido, el uso del burkini es un avance con todas las comillas que se quiera”.
Libertad de elección
El imán de Almería, Abdallah Mhanna cree que la clave debe residir en la libertad de elección de las musulmanas y defiende el uso de esta prenda porque, a su juicio, permite que las mujeres puedan compatibilizar las costumbres occidentales con el respeto a su religión. “Con un burkini, las mujeres pueden nadar, correr, practicar deporte sin que nadie les moleste. Es una opción muy adecuada si es ella quien la elige. Si hay una mujer que quiere vestir así, ¿cuál es el problema?”, cuestiona el líder musulmán.
Comparten esa misma opinión las mujeres musulmanas consultadas por este periódico. “Yo respeto a todo el mundo por su forma de ser y su educación, no por su forma de vestir. Porque aquí también hay monjas que llevan su hábito y nunca se me ha pasado por la cabeza pensar nada malo de ellas”, dice la profesora Fadila Oukkal, que explica que el Corán señala que la mujer musulmana “tiene que ir cubierta”.
Naima Mazuori, una mediadora intercultural de origen marroquí que lleva años viviendo en Almería, asegura no entender la polémica pero cree que es una “enorme” falta de respeto hacia las mujeres musulmanas que haya ciudades o espacios donde se prohíba el uso del burkini. “Cada uno es libre de ponerse lo que quiera. Si yo quiero taparme y voy a gusto, a nadie le importa. Lo mismo que hay otra gente que se pone en pelotas, a nadie le debería importar tampoco”, afirma.
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