El adiós de un histórico de la hostelería

Juan Gutiérrez, dueño del bar Nevada, se jubila a los 65 años y le pasa el relevo a su hermano

Juan Gutiérrez posa tras la barra del famoso bar Nevada, que regenta desde el año 1979.
Juan Gutiérrez posa tras la barra del famoso bar Nevada, que regenta desde el año 1979.
Alicia Sánchez Romero
01:00 • 06 sept. 2016

Este pasado día 31  no fue un día cualquiera en el emblemático bar Nevada. Pese a servir cañas sin descanso acompañadas de sus famosas tapas de aguja o pescado frito, agosto acababa, y con él, los 51 años de dedicación a la hostelería de su propietario, Juan Gutiérrez.




Juan nació en Ugíjar (Granada) en 1950 y se trasladó a Almería poco después, con 14 años. Fue a esa temprana edad cuando comenzó en el bar Casa Ortega, situado en la Rambla Obispo Orberá de la capital, cuando “Obispo Orberá era lo más castizo de Almería; pasabas por las bodegas y olía a aguardiente, entrabas en Blanes y olía a bacalao, y por las calles abundaban las gentes de los pueblos que venían a pasear y a probar la jibia del bar Los Claveles”, recuerda nostálgico Juan.




Eran, además, tiempos de ponches y aguardientes con limón a la hora del desayuno en lugar de las todavía desconocidas tostadas; y era época, también, de una hora del aperitivo en la que el chato de vino a 1'50 pts y la caña de cerveza, a dos, eran los protagonistas indiscutibles. “En todo este ambiente de la Almería de los 60, yo empecé fregando vasos, pero acabé siendo camarero cuando mi jefe trasladó el negocio a la Avda. de La estación en 1969 y pasó a ser llamado 'Restaurante Ortega'”, señala el propietario del Nevada.




Allí transcurrió el tiempo hasta que, diez años más tarde, en 1979, Juan y su hermano Paco lograron cumplir su sueño de juventud: “Antes, la gente joven que tenía ganas de triunfar, que además tenía expectativas en su vida y contaba con un poco de iniciativa, luchaba por montar su propio negocio, y en mi caso tenía que ser en la hostelería. Así nació El Nevada”, comenta orgulloso Juan.




Nevada
Eligieron un nombre para denominar su sueño que, sin duda, contrasta con la árida Almería. No obstante, la explicación es sencilla: “Queríamos un nombre corto y pegadizo, fácil de memorizar. Se nos ocurrió Nevada porque así homenajeábamos nuestros orígenes, ya que desde nuestra casa veíamos Sierra Nevada. Además, Nevada es un municipio de Granada formado por cuatro pueblos cercanos al nuestro”, aclara Gutiérrez.
Sin duda, consiguieron su objetivo: esta estratégica decisión ha sido la culpable de que la frase ‘ Voy al Nevada a tomarme una aguja’ o ‘Me paso por el Nevada para pedirme una morcilla’ hayan quedado grabadas para siempre en el imaginario almeriense.




Ante tan larga trayectoria en la profesión de hostelero, poca gente sabrá tanto como él sobre la evolución de uno de los atractivos más conocidos y aclamados de Almería: la tapa. 




Gutiérrez hace un gesto que sin duda transmite lo mucho que este mundo ha cambiado en la capital a lo largo de los años: “Antes, la gente iba a los bares solo a beber, y la tapa era muy pequeña, algo secundario que servía para pasar mejor el vino. Ahora, en cambio, la gente va a los bares a comer a base de tapas, y la bebida es secundaria”, apunta.




El propietario, además, hace hincapié en que la tapa almeriense es muy conocida más allá de nuestra provincia y más arriba de Despeñaperros:  “La gente de fuera viene a comer a Almería de forma diferente. Ni restaurantes, ni manteles. Vienen a tapear: buscan el ambiente alegre de la tapa y del bar, quieren comer una comida más informal”, y añade, además, que  “algunos están acostumbrados a comer todos los días con corbata, y vienen aquí locos por quitársela”.


Pero no solo ha cambiado el concepto y el tamaño: en lo que más se ha notado la transformación es sin duda en la variedad: “Antes, con cuatro tapas diferentes había de sobra, pero ahora, si presentas una carta con 20 tapas a la gente le parecen pocas. De hecho, el concepto de ‘tapa extra’ es nuevo”, expresa el hostelero.


Con una trayectoria de estas características, nadie duda de que Juan Gutiérrez ha sido testigo de un sinfín de anécdotas. Recuerda entre risas cómo un preso de la cárcel de Barcelona, al enterarse de que uno de los funcionarios era de Almería, le comentó a éste que había pasado por la ciudad y se había tomado unas tapas en el Nevada. Rememora con cariño, también, cuando Carlos Herrera nombró el bar en su programa de radio tras “haber pasado ya unas tres veces a por su ‘tapica’ de morcilla”.


Emoción
Tras más de medio siglo dedicado a la hostelería, y cerca de 40 años empleados en ver crecer su propio bar, es inevitable preguntarle acerca de su último día y de cómo piensa hacerle frente. Inmediatamente, las palabras desaparecen para dar paso a la emoción. Es una emoción que mezcla a la par alegría y tristeza, pero, sobre todo, es una emoción que expresa la gratitud hacia todos aquellos que han contribuido a que aún sea capaz de conservar la ilusión del primer día. Cobran sentido, entonces, las palabras que Gutiérrez emplea para definir su negocio: “El Nevada es una mezcla de trabajo, sacrificio e ilusión, mucha ilusión”.



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