Se nos fue el publicista Pepe Castillo

Falleció el pasado tres de septiembre a los 68 años tras una rápida enfermedad

Pepe Castillo fue hombre de radio en sus comienzos.
Pepe Castillo fue hombre de radio en sus comienzos.
Eduardo D. Vicente
14:57 • 14 sept. 2016

Tenía la verdad de la gente de su generación, esa inocencia mezclada con astucia de los que fueron niños de la posguerra, y niños de pueblo, de los que engañaban el hambre con un trozo de pan empapado en aceite, de los que crecieron sabiendo que un día, antes de que dejaran de ser niños, tendrían que abandonar su tierra para buscar el porvenir donde la vida se lo ofreciera. Esa vida que lo empujó a trabajar tan intensamente que a los sesenta años tuvo que jubilarse con la sensación de que tenía diez años más clavados en el pecho.




Lo veíamos a diario sentado en el Coimbra, apurando cada cigarrillo como si fuera el último, repartiendo sonrisas entre los amigos con esa parsimonia del que lo tiene todo hecho, con la misma lentitud con la que caminaba. En una época donde ya nadie pasea, Pepe Castillo respetaba las viejas costumbres y se recorría el Paseo hacia arriba y hacia abajo con una calma antigua que invitaba a pararse con él y echar un rato de conversación. Lo veíamos saludando a los periodistas de antes y enhebrando nuevos proyectos aunque tuviera la certeza de que no podría realizarlos. Pasábamos por la terraza del Coimbra y sin mirar sabíamos que al fondo estaba Pepe Castillo, envuelto en esa capa de humo que lo seguía como una sombra.




Hace unas semanas, a finales del mes de agosto, dejamos de verlo y más de uno llegamos a pensar que se había refugiado en otro escenario huyendo de la feria, o que se había marchado a pasar unos días al pueblo. Dicen que una mañana se levantó indispuesto, que no podía respirar y que en el centro sanitario le detectaron una infección respiratorio que enmascaraba una enfermedad letal. El tres de septiembre fallecía sin hacer  ruido, con el mismo sigilo con el que caminaba, para no molestar.




José Castillo López había nacido en Ocaña en el año 1947. Hijo de agricultor tuvo la oportunidad de labrarse un camino distinto al de sus padres. Como tantos muchachos de su generación, un día  dejó el pueblo y se vino a la ciudad en busca del porvenir que entonces aseguraban los estudios. Estudiar era un seguro de  vida, marcar diferencias a la hora de encontrar un trabajo, por lo que el sacrificio de los padres iba encaminado para que sus hijos pudieran progresar y tener la oportunidad que ellos no tuvieron nunca.




Fue en 1960, con trece años recién cumplidos, cuando Pepe Castillo se matriculó como alumno de la Escuela de Formación Profesional, que era el lugar donde se iba a aprender un oficio. Completó sus estudios de electrónica en Maestría y mientras terminaba los últimos cursos, ya trabajaba como técnico de Radio Juventud.




Eran los años sesenta, la época dorada de aquella ilustre emisora de la Plaza de la Administración Vieja. Allí coincidió con nombres que marcaron un tiempo de la radiodifusión almeriense: Juan José Pérez, que era el director; José Miguel Fernández, el hombre del programa de deportes y de las retransmisiones de los partidos del Almería; María Rosa Granados, la voz de los ‘Discos dedicados’ que era el programa estrella de la tarde; José Antonio Belda, locutor de referencia, y el querido Guillermo Acosta, el recordado ‘Wili’, que se encargaba de la discoteca.




A fuerza de practicar, Pepe Castillo se convirtió en el técnico de sonido de la emisora y en el locutor de los mensajes publicitarios. Su voz se escuchaba cuando se emitían aquél famoso anuncio que decía: “Muebles Vallejo, y usted tranquilo”, o aquél otro que se quedó de muletilla en la ciudad: “A dónde vas, a Muebles Real”.




Como era un joven inquieto y un buscavidas incansable, simultaneaba sus labores de técnico y de locutor con las gestiones publicitarias. Con su libreta en la mano rastreaba los comercios del centro buscando cuñas. Como el negocio se le daba bien decidió montar su propia empresa ‘Publielca’, que tanta fuerza tuvo en los años setenta en la prensa y en la radio local. Llegó a tener seis empleados y asegura que no creció más porque tuvo que alternar el mundo de los anuncios con otro cargo, el de delegado en Almería de las Páginas Amarillas y responsable de las cabinas públicas de teléfonos. Él era el que controlaba a los comerciales que  iban buscando la publicidad para la guía telefónica y el que ajustaba las cuentas con los encargados de la recaudación de las cabinas, que en aquel tiempo estaban instaladas por toda la ciudad.


En 1971, las cabinas telefónicas eran un gran negocio, ya que todavía eran muchas las familias almerienses que no tenían instalado el teléfono en sus casas y tenían que recurrir a los locutorios públicos para hacer una llamada. Pepe Castillo recordaba siempre que la cabina de teléfonos más rentable que había en Almería en aquel tiempo era la que estaba instalada frente a la puerta principal del edificio de Correos. Tenía tanta demanda que tuvieron que montar otra al lado.


También funcionaban a toda máquina las doce cabinas que la compañía tenía instaladas en el Campamento de Viator. Cada vez que llegaba un nuevo remplazo, las cabinas se quedaban saturadas de las monedas que los reclutas gastaban para llamar a sus madres y a sus novias. Cuántas lágrimas se derramaron en aquellas conferencias.


En la provincia, las cabinas que más recaudaban eran las de Roquetas de Mar, que ya empezaba a ponerse de moda como referencia del turismo. A pesar de el negocio era redondo, Pepe Castillo no llegó a dejar nunca el mundo publicitario, y siempre estaba dispuesto para contratar una página de publicidad para el periódico o una cuña para la radio. Hasta hace unos meses, ya retirado, todavía hacía sus pinitos con los anuncios, lo que le  concedió el título honorífico de ser el publicista más antiguo de Almería, un personaje inolvidable.



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