Los cañones apuntaban al balcón principal del Ayuntamiento. Siempre había algún niño del barrio que contaba la historia de que los cañones se colocaron así para que los alcaldes supieran que no estaban solos, que estaban vigilados y obligados a ser honestos. Los cañones formaban parte de la Plaza Vieja desde que en una de las remodelaciones que se llevaron a cabo en los años sesenta taparon el urinario subterráneo que minaba el recinto desde que excavaron los refugios en los años de la guerra civil.
Los cañones destacaban entre los jardines y servían de escolta a un gran escudo de la ciudad esculpido en mármol blanco. En aquellos años la Plaza Vieja estaba rodeada de bancos de hierro que se llenaban los domingos cuando en torno a los soportales se organizaban mercadillos de antigüedades y se cambiaban sellos.
Los cañones, de hierro fundido, reposaban sobre pedestales de madera, que eran utilizados por los niños para jugar a la guerra y por las parejas de novios para echarse fotografías. El conjunto estaba guardado por diez pilares que sostenían diez bolas de piedra de munición de las que existían detrás del cerro de San Cristóbal.
De la historia de los cañones contaban que el cañón original se encontraba antigüamente en la Plaza Pablo Cazard, frente a la Escuela de Artes y que estaba semienterrado verticalmente para proteger una de las esquinas. Al realizar unas obras, en tiempo del alcalde Francisco Gómez Angulo, se acordó recuperar el cañón y colocarlo como adorno en la plaza del Ayuntamiento. Para que resultara más estético, se pensó hacer un duplicado en los talleres de Oliveros.
La historia de los cañones estuvo rodeada de polémica en los años de la Transición, cuando se acusó al exalcalde Emilio Pérez Manzuco de haberse llevado los originales al cortijo que poseía en la barriada de la Pipa y haber dejado la copia en la Plaza Vieja. El asunto fue recogido por la revista Interviu, en un reportaje que hablaba de cacicadas políticas. Fueron las propias autoridades municipales las que salieron al paso de estas informaciones para explicar que el señor Pérez Manzuco, poco antes de fallecer, solicitó al alcalde uno de los cañones para hacerse una copia. La petición se llevó a la Permanente Municipal, que no tuvo inconveniente en conceder la solicitud.
Los cañones de la Plaza Vieja formaron parte de la vida del barrio durante décadas, sobreviviendo a los primeros años de la Transición, cuando en el mes de agosto el lugar se transformaba en un gran escenario por el que pasaron miles de personas y los mejores artistas.
En 1988 desaparecieron cuando se iniciaron las obras para colocar en la plaza el cenotafio de los Coloraos. El misterio sobre quién se llevó los famosos cañones y dónde están siguen sin resolverse más de treinta años después.
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