Curro Verdegay: “El teatro Cervantes es de todos los almerienses”

Creó su empresa, Kuver, y hace diez meses se echó el mundo a la espalda para gestionar el teatro Cervantes

Dice que “no soy el empresario típico; lo soy porque me gusta lo que hago, pero no me gusta ser empresario”.
Dice que “no soy el empresario típico; lo soy porque me gusta lo que hago, pero no me gusta ser empresario”.
Alberto Gutiérrez
18:26 • 02 oct. 2016

Una noche complicada le cambió la vida y desde entonces “me juré a mí mismo arrepentirme solo de lo que hago, no de lo que no hago”, confiesa.




Eres uno de esos almerienses que decidió dejar de hablar y se puso a hacer, recuperando el Teatro Cervantes. Me imagino que no ha sido fácil.
Ni ha sido ni está siendo fácil. Puede que seamos la empresa con menos dinero, pero con la mayor ilusión. Estamos viviendo un sueño. Sólo llevamos diez meses y la programación que hay era impensable hace muy poco tiempo. Y tengo claro que el Cervantes no es de mi empresa, Kuver, sino de los almerienses. 




¿Los almerienses somos más de diésel que de gasolina?
En líneas generales te diría que sí. A veces nos cuesta valorar las cosas. Algunos se pueden gastar cincuenta euros en una función en Madrid y aquí les cuesta pagar diez euros... Pero tengo que decirte que con el Cervantes estamos experimentando lo contrario. La gente tenía muchas ganas de que se recuperase. A veces me paseo por el teatro y oigo a muchas personas decir que aquí se dieron el primer beso, que se enamoraron entre estas butacas... Es muy emocionante. Por otra parte, es cierto que los espectáculos que organizamos a nivel nacional son rentables mientras que en Almería cuesta mucho que lo sean.




Existe la creencia de que la cultura es deficitaria. ¿Se debe al planteamiento público que hasta ahora había?  
La rentabilidad es muy difícil y más con el IVA cultural, que nos ha destrozado. Han desaparecido muchas empresas a nivel nacional por ello. La ayuda de la Administración es fundamental. Aquí no te puedes hacer rico, desde luego.




¿Qué es lo que más te satisface de este trabajo? 
Sin lugar a dudas  ver felicidad en los demás. Me hace muy feliz que la gente disfrute, se emocione, vibre... Imagínate ahora eso mismo con el teatro, que era un sueño inalcanzable. Cada vez que entro tengo una sensación increíble.




Habéis programado un ciclo con películas de los años ochenta. ¿Tenéis preparadas más sopresas?
Te puedo contar una que no se sabe aún. El veintidós de enero se cumplen noventa y cinco años de la muerte en el Cervantes de la actriz Conchita Robles. Vamos a dedicar la noche al misterio.




Creo que las condiciones del teatro no eran las idóneas cuando llegasteis, ¿verdad?
Estaba destruido por dentro. La prioridad fue dar una total seguridad a todo. A día de hoy recibimos cero euros de ayuda. Creo que la labor que hacemos se merece una ayuda al teatro. Ojo, no a nosotros sino al edificio. Yo siempre he tenido claro que antes de pedir hay que demostrar. Y estoy convencido de que el alcalde de la ciudad y las administraciones van a ser justos en este sentido.




¿De dónde vienes y hacia dónde te diriges?
Mi camino no ha sido fácil. Ahora tengo claro que lo que hago me hace muy feliz. No tengo un objetivo claro. Me gusta escuchar. Una de las conversaciones que más me aportó  fue con un pastor en Capileira. Era analfabeto. Me habló de la vida. Te das cuenta de lo equivocados que estamos. De ahí que mi película preferida sea Forrest Gump. A veces lo hacemos todo muy complejo.


José Luis Sampedro decía que un preso puede ser más libre que su vigilante sólo por la libertad de pensamiento. ¿Estás de acuerdo?
Totalmente. No me considero el empresario típico, no lo soy por vocación ni de broma. No me gusta ser empresario. Me dedico a la parte creativa en lo que desarrollamos. Soy empresario para hacer lo que me gusta, lo que me hace libre. Pero sería la persona más feliz si hubiese existido Kuver y me contratasen (risas).


¿Cuál es el acto más valiente de la vida?
A mí me cambió la vida una noche que había sido complicada. Al llegar a casa puse la televisión. Emitían un documental sobre gente a la que le quedaba poca vida. Les preguntaban: si pudiérais echar marcha atrás, ¿qué hubieseis hecho? La mayoría contestó que se arrepentían de no haber sido más valientes. Desde ese día me juré a mí mismo arrepentirme de lo que hago, no de lo que no hago. 



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