Derrocha amabilidad y le brota una humildad sincera. Lleva doce años en Almería y ahora vive momentos de tensión como entrenador, a la espera de encadenar triunfos para que se calmen las aguas. “Para ser feliz es imprescindible la salud, la gente que te rodea y tener tiempo”, asegura.
Conseguiste cuatro ascensos como jugador. No sé si tienes el record. ¿Aquellas enseñanzas te han servido?
Creo que hay un jugador que consiguió cinco. Aprendes cuando vas bien y cuando vas mal. Por otro lado, la idea de ser entrenador fue surgiendo, iba ganando madurez y a la vez pensaba que el día de mañana podía desempeñar este oficio, que llegó de pronto el año pasado.
¿Cómo se ve el fútbol desde la barrera?
Para mí el cambio ha llegado esta temporada y no la pasada, pues apenas me dio tiempo en cuatro partidos a hacerme a la idea. Desde luego, te diriges de otra forma a los jugadores, con los que habías compartido tanto. Aunque no me siento jefe.
¿Un entrenador tiene más de psicólogo o de estratega?
De las dos cosas. Tienes que analizar mucho al rival, ver las tácticas, etc. Y también asumes que tienes veinticuatro jugadores con sus diferentes personalidades y trato de ponerme en las situaciones de cada uno.
¿Qué es más difícil llegar o mantenerse?
(Sonríe) De jugador el mantenerse es complicado. En cuanto a mi situación actual todavía no me puedo llamar entrenador, soy un aprendiz y tengo que superar los exámenes que se van presentando. Por otra parte, los presupuestos de los clubes influyen mucho en el rendimiento de los equipos, aunque es cierto que a veces no se cumple, como el año pasado. Nosotros estamos en la zona media, pero eso no quita que sea ambicioso.
¿Un entrenador puede ser amigo de los futbolistas?
Si eres maduro y sabes diferenciar no debe haber problema. Para mí la amistad no cuenta a la hora de tomar decisiones. Pero es verdad que lo que más me está costando de esta nueva etapa es tomar distancias.
¿Hay muchos fuegos artificiales en el fútbol?
Somos personas normales y creo que hay cosas a las que se les da demasiada importancia. A veces se critica a los jugadores, que apenas tienen veinte o veintidós años y yo pregunto: ¿qué pensabas tú a esa edad? Somos muy exigentes y los medios de comunicación y el entorno crean cierta presión.
¿Se armaría la marimorena si algún futbolista saliera del armario?
Yo creo que no. La sociedad está avanzada y pienso que estamos preparados. Puede que haya algún sector que no, pero sería minoritario.
Muchos jugadores intentan engañar al árbitro, no tienen ‘fair play’, pierden tiempo... ¿No es un mal ejemplo para los niños?
Sí, está claro. Pero hay que pensar que se viven emociones intensas en el campo y uno a veces hace cosas que están fuera de sus valores morales. Este tipo de actitudes tendrían que cambiarse a nivel formativo, generacional.
¿Tienes alguna espinita clavada en tu trayectoria?
No, me siento muy orgulloso porque he sido constante. Estuve en las categorías inferiores de la selección española, desde Sub-15 a Sub-20. Pero sabía que no llegaría más lejos. Uno debe conocer sus limitaciones.
Llevas unos cuantos años aquí. ¿Te llama la atención que nos quejemos en el bar pero luego no nos manifestemos?
Quizá es por el clima. En Canarias también sucede. Aquí soy feliz, mis dos hijas son almerienses y me encanta la provincia, la gente y el cariño que me dan, incluso en los momentos difíciles. Cuando llegué me impresionaron los plásticos de los invernaderos, pero enseguida me integré. Ahora, cuando vienen amigos les llevo a Mónsul y Genoveses, a Aguamarga, a Padules...
Dime una frase almeriense que te guste especialmente...
Me viene a la cabeza Pepe Céspedes y sus monólogos. Hay una que él la dice en plan cómico pero que es muy real: “¿Llueve? Pues hoy unas miguicas” (risas). O lo de “cucha” que quiere decir mira... (risas).
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