Almeriense de 34 años, estudió Fisioterapia en Madrid y desde hace 7 años, cuando Kira (un perro labrador) llegó a su vida, ha incorporado los animales a su trabajo como unos terapeutas más. Lo que empezó casi de casualidad y de la mano de las cualidades que vio en su perra, se ha convertido en el centro de su trabajo. Kira, Noa, el conejito Oreo y próximamente la perra Trufa hacen terapia con niños con síndrome de down, con otros con parálisis cerebral o con personas con Alzheimer. Los animales, dice esta afiliada a la Once,despiertan las emociones y los pacientes los aceptan de forma incondicional.
Dice que los animales llegan, en ocasiones, a donde no llega el profesional, ¿a qué se refiere?
Despiertan emociones y el paciente no se siente juzgado por las perras. Nada más entrar con los animales en una sala, todas las miradas, por ejemplo, se van hacia ellos. Y da igual que los pacientes sean personas con Alzheimer, niños con síndrome de Down o niños con algún síndrome del espectro autista.
Póngame un ejemplo.
En un ejercicio de fisioterapia, no es lo mismo que el profesional pida al paciente que haga un ejercicio y que se sientan foco de atención, a que el paciente, pongamos un niño con parálisis cerebral, conecte directamente con el perro y sólo por querer acariciarlo, abra la mano sin que nadie se lo pida y empiece a ejercitar. Con los animales todo es más emocional, más natural.
Y con pacientes de Alzheimer, ¿también se conecta?
Sí. Con ellos, sólo la presencia de los perros, da pie a hablar de otras cosas. Ahora, además de trabajar con las perras Kira y Noa, he incorporado a Oreo. Es un conejito con el que se trabaja en mesa. Resulta, quizá, más cómodo para algunos pacientes.
Veo que no deja de innovar.
Sí. (Se ríe). Y todo fue casi de casualidad. Yo siempre quise tener un perro, pero mis padres, en su día, se negaron. Ya como fisioterapeuta, un paciente me regaló a Kira y fui descubriendo en ella aptitudes. Empecé a investigar y fui transformando el tipo de terapia que ofrecía. Fíjese si me ha dado pie a cambiar que, además, soy educadora canina y tengo una ludoteca de perros que se llama Lulodog.
Y también trabaja en colegios.
Sí. Además de terapia ofrezco actividades educativas. Si los niños aprenden a cuidar a un animal al que ven más vulnerable, trabajan unos valores que les llevarán a ser personas más sensibles. Difícilmente harán bullying con otros compañeros. Además, se lo pasan en grande.
La veo acompañada siempre de sus perras.
Somos un equipo. Soy afiliada a la Once, tengo un 76% de discapacidad visual y, es cierto, me siento más segura con Kira cuando, por ejemplo, regreso a Madrid para seguir formándome. También en Granada.
¿Y ahora?
Espero una nueva perra, Trufa, y Oreo, el conejito, está siendo un exitazo.
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