Hubo un tiempo en la rural Fiñana que aparecía por la calles del pueblo un militar, fuerte como un bisonte, alto como una montaña, con un mostacho de domador de circo que hacía temblar a los niños del pueblo cuando sentían el taconeo de sus botas.
Era el victorioso General Andrés Saliquet Zumeta, un íntimo de Franco que se había casado años antes, en segundas nupcias, con Irene Laynez Ferrer, una damisela de burguesa familia local, que había aspirado a ser Miss Almería en 1911.
Aunque el patricio matrimonio había peregrinado por un rosario de plazas militares como Santander, Cádiz, Menorca o Madrid, sus temporadas felices de permiso las disfrutaba este mandamás, de origen catalán, en la finca de su familia política, en un hermoso caserón, en la calle San Sebastián, que aún se conserva en la parte alta del pueblo orientado a Sierra Nevada.
Allí madrugaba Saliquet para ir a andar por el campo respirando aire puro almeriense, ocultando el sol cuando levantaba sus brazos de Sansón; allí, el 'glorioso' General que 'liberó' Madrid, desayunaba unos enormes tazones de leche con migas de pan del día anterior, de la tienda de Pepe Hernández, y allí se iba a tomar el sol en la Placeta de San Torcuato, al lado del bar La Gloria y la casa de los Carrasco; allí recibía a su amigo, Francisco Pérez Cordero, a quien colocó de gobernador civil de Almería, nada más cesar los últimos tiros de la Guerra.
Cuentan, sin embargo, que ese general golpista, que, durante años, rumió con otros la sublevación armada y que no tuvo remilgos para denegar la evacuación de civiles en Madrid, no se hacía notar demasiado por ese caserío de la alta Almería: allí solo pensaba, respiraba oxigeno puro y cenaba platos de verduras de la huerta de su propiedad. Poco más.
Sin embargo sí intervino para que la línea del teléfono llegara antes a Fiñana que a otros pueblos de la provincia, por interés propio. Cuenta la leyenda que desde Almería llamó una mañana al Pardo y que le dijo al Caudillo, compañero en armas: “Paco, que aquí no tengo teléfono”. Y esa misma tarde, un destacamento de ingenieros y zapadores del Campamento de Viator se desplazó a la sierra para instalar postes e hilo para que el general tuviese línea.
Andrés Saliquet, que había nacido en Barcelona en una familia de militares en 1877, participó en campañas bélicas en Cuba, Puerto Rico y Marruecos, donde fue ascendiendo por méritos de guerra.
En el Regimiento de la Corona
Su relación con Almería se originó en 1919 cuando fue designado primer coronel del recién creado Regimiento de la Corona número 71, con sede en el Cuartel de la Misericordia, para adiestrar soldados para la Guerra de Marruecos. Tenía entonces Saliquet 41 años y era viudo desde 1904 de su primera esposa Carmen Navarro y Alonso de Celada.
Se sintió a gusto, el combatiente en esa ciudad sureña, donde se volvió a enamorar de una jovencilla que había estudiado en el Colegio Nuestra Señora del Mar y con la que se desposó en 1921.
Para esa fecha ya había sido destinado como Gobernador a Santander y fue ascendiendo en graduación con el Directorio de Primo de Rivera. El clamor de la República fue una mala noticia para el esposo de la rica fiñanera. Fue detenido por la policía y acusado de malversación en su etapa santanderina. Azaña, como a otros generales de gran virulencia antirepublicana, le brindó un puente para pasar a la reserva activa, y el lo aceptó.
Pero no se quedó quieto el general y durante un lustro fue uno de los artífices, junto a Franco, Mola, Valera, Fanjul y Dávila, del Alzamiento militar contra el gobierno legalmente constituido.
Andrés Saliquet quedó encargado de sublevarse en la plaza de Valladolid y formó parte de la Junta de Defensa Nacional reunida en Burgos, que eligió a Franco como Generalísimo.
Telegrama en clave
Por su vinculación familiar con Almería fue el encargado de anunciar el día del Alzamiento en esta provincia. Allí envió un telegrama en clave a su cuñado Antonio Acosta Tovar - de la familia propietaria del Cortijo del Fraile- para que lo trasladara al falangista Francisco Pérez Cordero.
Durante la Guerra, desempeñó el cargo de Jefe del Ejército de Centro con 500.000 hombres que acabó con la entrada en Madrid. Aunque, junto a otros generales escribió una carta a Franco en 1943 recomendándole que dejara paso a la monarquía, fue más tarde recompensado por el Caudillo con el Marquesado de Saliquet y presidió hasta su muerte en 1959 el Tribunal de represión de la Masonería
Tras la Guerra, fue recibido en Almería como un héroe, se dio su nombre a la calle Granada y el Ayuntamiento le nombró Hijo Adoptivo de la ciudad, hasta la pasada semana en que el Pleno municipal, a propuesta de IU, le retiró los honores. Sigue siendo, sin embargo, Hijo Adoptivo de la provincia por acuerdo de la Diputación en 1939, bajo la presidencia de Ortega García.
Suegro de Leo Anchóriz
Hubo un tiempo en el que Saliquet fue el Franco almeriense: cuando el general de los blancos mostachos -como la nieve de Fiñana- llegaba, se paraba la escasa circulación del Paseo, presidía bajo palio las procesiones de la Virgen del Mar, se le ofrecían lunch en el Cortijo del Gobernador, se le invitaba a los toros a ver a Manolete, y se le reservaba el mejor asiento del Salón Rojo del Casino. Su hija se casó con Román Anchóriz, el hermano del cineasta y en Fiñana se levantó un busto en su honor.
Consejo de Guerra a Valente
Lo peor le llegó después de muerto: cuando el escritor Valente, en 1971, le escribió una obra jocosa denominada El uniforme del General, por la que abrieron al gallego Consejo de Guerra; y cuando Garzón lo quiso sentar en el banquillo por delito de crímenes contra la humanidad, cuando el gerifalte 'fiñanero' llevaba 50 años criando malvas.
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