En el trascoro de la Catedral de la Encarnación, que preside la Inmaculada Concepción, acoge desde ayer la sepultura con los restos mortales del Arzobispo Justo Miguel Mullor García.
A las diez de la mañana de ayer, sus restos llegaban vía aérea hasta el Aeropuerto de Málaga, siendo trasladados sus restos mortales hasta Almería para ser inhumados en la Catedral de la Encarnación, donde Monseñor quería ser enterrado.
Eran las cinco en punto de la tarde cuando sus restos llegaban hasta la Plaza de la Catedral, siendo recibidos por el obispo, Adolfo González, que presidió la misa de funeral; y por el obispo de Guadix, el almeriense Ginés García Beltrán, que además concelebró la eucaristía.
Numerosos almerienses llenaron el primer templo de la diócesis, estando situados en lugar destacado familiares de Justo Mullor, además de las primeras autoridades, entre las que encontraban el presidente de la Diputación, Gabriel Amat; el teniente de alcalde de Almería, Miguel Ángel Castellón; el alcalde de Enix, Álvaro Izquierdo; la diputada nacional; Carmen Navarro; y el teniente coronel José H. Mosquera, jefe de la Comandancia de la Guardia Civil en Almería.
El obispo de Almería
En su homilía de la celebración de la eucaristía en sufragio por el alma del Arzobispo Justo Mullor, el obispo de Almería tras agradecer al obispo de Guadix, Ginés García, su presencia, así como a las autoridades, por su cooperación y presencia, rememoró su figura: “Hemos recibido esta tarde en esta Santa y Apostólica Iglesia Catedral los restos mortales del Arzobispo titular de Bolsena, del Clero de Almería, como a él le gustaba siempre apellidarse”, señaló Monseñor González Montes; quien antes de finalizar la misa leyó el telegrama que le envió la Secretaría de Estado Vaticano, en nombre del Santo Padre, el Papa Francisco.
El obispo de Guadix
Ginés García Beltrán indicó a LA VOZ la tristeza que le provoca el separarse de alguien a quien quiere y por otra parte lleno de Esperanza. “Don Justo ha sido un hombre de Dios y un hombre profundo de iglesia. De un servicio incondicional al Santo Padre en misiones difíciles en África. Después, cuando se abre la Europa del Este, fue el primer nuncio en los Países Bálticos. En la Nunciatura de Méjico fue de grandeza para él, pero también de sufrimiento y dejando huella. Como formador de los Diplomáticos de la Santa Sede, enseñó cómo debe ser un diplomático”, expresó el obispo de Guadix.
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