Por primera vez un regidor malagueño y otro almeriense, se sentaban a reflexionar cara al público sobre lo que quieren que sus ciudades milenarias sean en el futuro; por primera vez, en el corazón del noble Paseo, un alcalde de la tierra de los vinos de los montes y otro de la tierra de los tempranos, se paraban a decir que ambos quieren un futuro compartido, “porque así somos más fuertes”.
Ayer en la mañana inaugural del febrerillo loco, La Voz de Almería, con el patrocinio de la Fundación Unicaja, reunía en un Desayuno-Coloquio a cerca de un centenar de empresarios, funcionarios y cargos públicos para dialogar sobre un mañana en el que ambos territorios se complementen y se ayuden quid pro quo en materias que tanto pesan en el PIB como el turismo, las infraestructuras, la apertura al mar o el aprovechamiento gota a gota del agua.
A-7: un antes y un después
Con el sol entrando a raudales por las cristaleras de ese caserón más que centenario, Ramón Fernández-Pacheco y Francisco de la Torre, y el presidente de la Diputación, Gabriel Amat, testimoniaron sus ganas de apoyarse en todos los frentes. Flotaba en el ambiente el revulsivo histórico que ha supuesto la finalización de la controvertida Autopista A-7, esa que fue acabando- golpe a golpe, verso a verso- con los infernales caracolillos por donde llegaron heridos y hambrientos aquellos hijos del agobio de la Desbandá hace ahora 80 años.
Lo cierto es que Almería, con su belleza salvaje, con sus territorios vírgenes y su calidad de vida, tiene al lado a un gigante que le triplica en población (600.000 frente a 200.000) y que -para más inri- ha sabido ir progresando y ensombreciendo -quizá- las oportunidades de Almería en algunos capítulos como el turístico. Si embargo, el tono de ese foro de reflexión y pensamiento de ayer, con la gente de la Universidad, de la agricultura, de colectivos socioeconómicos como espectadores, fue de construir puentes más que de cavar trincheras entre ambas metrópolis.
Lo dijo Pedro Manuel de la Cruz en el prólogo: “el localismo en una enfermedad infantil”. Y lo exprimieron hasta acabar el zumo, Gabriel Amat con su ceceo: “Tenemos envidia sana de Málaga por su potencial, pero nosotros también podemos enseñarles como se aprovecha el agua”; y De la Torre, con su seseo: “es necesario articular el eje Málaga-Granada y Almería, porque hay que superar las fronteras artificiales”; y Fernández Pacheco, con su voz aún juvenil: “lo que es bueno para Málaga, es bueno para Almería”.
Las peatonalizaciones
Entre sandwichs de paté y cafés cortados, en mesas circulares, se fueron anudando compromisos de colaboración como el del Puerto Ciudad, vertebrando acciones en común, como el complemento en la oferta cultural y concluyendo que la peatonalización es una de las piedras filosofales de la convivencia ciudadana en la que hay que seguir avanzando en Almería.
Málaga no está en el Corredor Mediterráneo, pero tiene un aeropuerto que tumba al más pintado con más de un millón de pasajeros y conexión con Madrid vía AVE cordobés. Y Almería tiene todo una alta velocidad ferroviaria aún por hacer “y mejores playas”, apostilló Amat, frente a diputados, concejales y senadores del Reino.
El turismo fue la piedra angular de la mañana, la necesidad de pescar visitantes, de acopiar pernoctaciones hoteleras. Y la clave, la de ofrecer los parques naturales, la belleza salvaje del Desierto. Y sobre todo, los regidores de ambas ciudadess tan simétricas y a la vez tan diferentes, coincidieron en la necesidad de retener y atraer el talento, a través de la Universidad, de los parques tecnológicos, como el mejor ingredientes para progresar.
Un talento, un saber hacer, que Amat sintetizó en ese esfuerzo tan almeriense de ir aprendiendo sobre la marcha, como el agricultor que conseguía dar con el mejor alambre para que el viento no derrumbara el invernadero.
Historia de dos ciudades
No son Málaga y Almería, las Londres y París, de Dickens en la Historia de dos Ciudades, tan revolucionarias. Malagueños y almerienses se mueven en otros terrenos más mansos, aparentemente separados, pero permeables a los cambios de la historia. Fueron malagueños los primeros que vinieron a comprar la uva de Ohanes, para emplatarla en sus almacenes y de Málaga llegaron algunos de los popes de la minería que aquí explotaron el plomo o el hierro, como los Heredia o los Huelin.
Fueron muchos almerienses del barrio nuclear de La Chanca-Pescadería los que se quitaron mucha hambre yendo al Palo y a las playas de la Malagueta a pescar el boquerón con las jábegas, los mismos que después pernoctaban y bebían vino en las campanas. Fue la Málaga vecina la que cuentan que, con astucia, se adueño de la marca Costa del Sol que se había inventado el austriaco y propietario del Hotel Simón, Rodolfo Lussnigg. Pero ayer, Ramón y Francisco, tanto monta, como un hijo y un padre por edad, evidenciaron que el futuro está en ir de la mano para ir más lejos.
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