Había que impulsar la celebración de San Valentín como fuera. Almería tenía que ser, a la fuerza, la ciudad del amor porque teníamos las reliquias del santo en la Catedral según nos había contado el cura don Juan López; porque el ilustre artista Jesús de Perceval había labrado un monumento en el Parque para el patrón de los enamorados; porque Televisión Española había celebrado el sorteo de la Lotería Nacional desde el teatro Cervantes un 14 de febrero; porque teníamos que darnos a conocer a toda España de alguna forma y aunque no teníamos aeropuerto, aunque apenas contáramos con un par de hoteles decentes, aunque nuestras carreteras eran infames y seguíamos aislados, aunque por ahí dijeran de nosotros que éramos el culo del mundo, sentíamos la necesidad de reivindicar nuestro título natural de Costa de Sol para ser un centro de atracción turística y que todos los españoles supieran que el sol pasaba el invierno en Almería, que nuestras playas eran vírgenes de verdad, y que además, Almería era la ciudad del amor.
Había que imprimirle una gran proyección a la celebración de San Valentín y para conseguirlo una emisora local, Radio Juventud, puso en marcha un programa para elegir a una pareja de novios que el 14 de febrero de 1967 festejara al patrón de los enamorados casándose por todo lo alto y con la bendición de las primeras autoridades.
Juan José Pérez García, el director de la emisora, fue el padre del invento y también el que se encargó de buscar a los novios afortunados. No hubo concurso ni tan siquiera un casting para la elección. La suerte recayó sobre la pareja formada por Juan Gálvez Castillo, un joven dedicado a la hostelería, y su novia Pepita García García, que estaba planeando desde hace tiempo el feliz enlace y ya tenía lo principal: un piso de nueva construcción en la calle de San Telmo, junto a la Almedina. De pronto, sin esperarlo, los novios se encontraron con que les había tocado el premio de la radio y lo que parecía una boda humilde en su modesta parroquia de San Roque, con un convite modesto que no abarcaría más allá de las fronteras familiares, se convirtió en un festín ofrecido en bandeja a toda la ciudad. Fue la misma emisora la que se encargó de organizar el acto y de anunciar a los almerienses el feliz acontecimiento que debidamente patrocinado y con la publicidad correspondiente, iba a recordarnos a todos que Almería era la ciudad de los enamorados.
Qué era eso de casarse en San Roque, una iglesia pequeña que quedaba tan lejos del centro. Había que cambiarla por el templo de la Patrona para celebrarlo a lo grande, a la altura de las autoridades que iban a respaldar a los novios. Nada más y nada menos que el señor obispo, don Ángel Suquía, nuestro ilustre alcalde don Guillermo Verdejo y la santa esposa del Gobernador civil la señora doña Luisa Sánchez de Gutiérrez Egea. El único problema para que la fiesta fuera completa lo trajo el almanaque: aquel año de 1967 el 14 de febrero cayó en martes, por lo que tuvieron que casarse un martes a las doce de la mañana ante la Virgen del Mar, no atendiendo al popular refrán que decía que “en martes ni te cases ni te embarques”.
Ella, la novia, entró en el templo del brazo del padrino, que era el señor alcalde; mientras que el novio daba el brazo a la madrina, la esposa del gobernador. Cientos de curiosos acudieron a las inmediaciones de la iglesia y el templo presentaba un lleno absoluto. Entre los invitados estaban los dueños de las firmas comerciales que colaboraron en la boda. Tapicería Mañas hizo entrega a la pareja de un juego de visillos, cortinas y alfombras para el nuevo hogar, así como un colchón y una almohada. Comercial Eléctrica Aznar le montó el piso de electrodomésticos de la marca Edesa y la popular firma Muebles Real los obsequió con un dormitorio. Para rematar los regalos, la empresa Artés de Arcos se encargó de todos los gastos de la pareja en el balneario de Alhama y en Mojácar, donde pasaron unos días antes de emprender el viaje de novios por Andalucía.
Juan y Pepita se convirtieron en los novios más conocidos de la ciudad en aquellos días. La feliz pareja sigue casada medio siglo después de aquel día grandioso. A lo largo del camino han tenido cinco hijos a los que han sacado adelante gracias al negocio de hostelería. Tuvieron el bar Recreo en la Plaza de Moscú de Pescadería y el bar Siena de la calle de Pedro Jover.
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