En su pueblo, Viator, le adoran. Le han visto crecer en sus calles, darle patadas a los balones o salir con sus amigos de siempre, y ahora le saben reconocido y admirado fuera de sus fronteras. El les corresponde siempre.
¿Cómo se siente uno cuando a edad tan temprana le reconocen los méritos al nivel que le están reconociendo?
Es un auténtico privilegio y un orgullo que me hayan dado este año la Medalla de Andalucía, porque no es sencillo, se la han dado a personalidades muy importantes. La verdad es que no me he parado a pensar si me la han dado joven o viejo, yo siempre he intentado hacer mi trabajo, aportar mi grano de arena y agradezco muchísimo los reconocimientos pero son cosas que no dependen de uno, yo no persigo ningún premio, lo que persigo es hacer mi trabajo y disfrutar con él.
¿Se le pone ahora el listón demasiado alto?
Bueno, soy consciente del privilegio que supone tener la Medalla de Andalucía pero para nada es una carga para mí, todo lo contrario, es un incentivo. Yo no persigograndes cosas. Me den medallas o no me den medallas yo simplemente hago mi trabajo. Y si viene la Medalla de Andalucía, es absolutamente positivo, algo para estar orgulloso y una motivación.
¿Encaja en el perfil de los jóvenes científicos y profesionales que se han formado en España y se han tenido que ir fuera porque aquí no hay salidas?
Quizá un poco sí. España lo mejor que tiene son sus personas, los ingenieros que tiene muy bien formados, muy brillantes, muy talentosos y que por algunas razones se tienen que ir. Otros países se benefician de esa brillantez que tienen nuestras personas. Yo no sé si represento a esa gente. Lo único que puedo decir es que intenté en su momento trabajar aquí y pasé un poco de puros y me surgió esta oportunidad de ir a trabajar a Estados Unidos. Es cierto que en alguna ocasión me gustaría volver, y lo que he aprendido aplicarlo aquí.
¿Esta fuga de talento es porque no hay mercado o porque no está lo bastante reconocidos?
Creo que es sobre todo la valoración humana. En España las empresas, las entidades públicas, estamos muy acostumbrados a tener estructuras verticales, que hacen que la gente que está a pie de campo se frustre un poco porque sugerir ideas para cambiar un producto o la línea de negocio de la empresa es muy difícil. Esa flexibilidad, esa confianza en las personas a veces se echa un poco de falta. Quizá deberíamos valorar mucho más a las personas, y tener estructuras de dirección más flexibles y horizontales.
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