La arena fue siempre la alfombra de la playa, esa capa suave que invitaba a los bañistas a tumbarse como si estuvieran en su casa. La arena ha sido siempre tan importante para una playa como la calidad de sus aguas y la limpieza del entorno.
La arena ha sido también, a lo largo de la historia, un preciado botín para la industria de la construcción. Miles de obras de las que se llevaron a cabo en Almería durante el siglo pasado tuvieron como materia prima la arena de la playa de nuestro litoral, convirtiendo su extracción en un serio problema que las autoridades intentaron combatir sin demasiado éxito.
Todos llevamos en nuestra memoria la imagen de un carro de mulas cogiendo arena de la playa o la de uno de aquellos tractores que transportaban la arena al pie de las obras en los años sesenta y setenta, cuando la ciudad parecía una maqueta en construcción, cuando convivíamos a diario con la revolución de un nuevo edificio. La extracción descontrolada de arena empezó a convertirse en un problema mayor en la segunda mitad de la década de los cincuenta. Las mejoras sociales y económicas trajeron de la mano el aumento de la actividad constructora, no sólo con la puesta en marcha de nuevas viviendas, sino también con las reformas de las ya existentes. Quién no recuerda de niño haber visto en su casa a los albañiles abriendo una nueva habitación o mejorando el cuarto de baño.
La pérdida de la arena en el litoral llegó a ser una seria amenaza para la playa de la capital y un motivo de protesta de los propietarios de los dos balnearios que en aquellos tiempos funcionaban en Almería: el Diana en la playa de las Almadrabillas y el San Miguel al comienzo de la carretera que iba al Zapillo. Los excesos en la extracción obligaron a la intervención de las autoridades, que aunque no prohibieron que se siguiera utilizando la arena de la playa para las obras, sí establecieron unos límites para que las extracciones se llevaran a cabo en lugares alejados de las playas más utilizadas por la población. Se prohibió cargar arena más acá de las cuatro boqueras del río. “Desde este sector hacía allá es donde corresponde efectuar las remesas que se hacen en gran cantidad. Incluso la arena de dicho paraje es más propia para los trabajos de albañilería”, decía la nota municipal que se hizo pública en 1955.
La norma se respetó a medias y el tiempo la hizo caer en el olvido, como lo demuestra el hecho de que tres años después, en 1958, el problema volvió a ser considerado de urgente solución. “Nuestra playa se está quedando sin su preciada arena, cada vez más estrecha, más honda, más desnuda”, denunciaba la prensa. En los años setenta el viejo debate sobre la playa y su arena se recrudeció. Las extracciones se multiplicaron a lo largo de nuestro litoral. No sólo se cogía la arena de la playa para las obras, sino también para la agricultura. El fenómeno de los invernaderos en el poniente de la provincia enfrentó a las autoridades turísticas con los agricultores, en la búsqueda por encontrar zonas de extracción que no perjudicaran al entorno. Esta pugna fue especialmente reñida en Roquetas, un municipio que batallaba a su vez por ser un referente en el turismo y por abanderar la agricultura moderna que avanzaba a grandes pasos.
Las extracciones de arena también afectaron al hoy Parque Natural de Cabo de Gata y a sus dunas. Algunas de las escenas más recordadas de grandes películas como Lawrence de Arabia se desarrollaron por aquellos montículos de arena que recordaban a los grandes desiertos africanos. Los niños de entonces también supimos que existían porque muchos domingos nos llevaban allí a pasar el día para que disfrutáramos de la soledad de las dunas en invierno, cuando nos revolcábamos por ellas como si fuéramos actores.
Cuando dejaron de venir las películas las carreteras del Cabo de Gata se empezaron a poblar de camiones que pasaban cargados de arena hacia los campos de Níjar y Almería, dejando en el camino un rastro de desolación. Las extracciones de arena acabaron destruyendo el paisaje y se llevaron por delante las dunas, que sólo sobrevivieron en el cine.
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