El decorado de la Plaza de la Catedral

La reforma moderna llegó en 1970 después de que la plaza quedara hecha un solar por el rodaje de Patton

Eduardo D. Vicente
15:00 • 22 mar. 2017

Se puede decir que la reforma moderna de la Plaza de la Catedral llegó en 1970 después de que el lugar quedara devastado tras el paso de los tanques de la película Patton, que en marzo de 1969 rodaron allí algunas de las escenas de la película. La plaza se quedó desolada, como si una guerra de verdad hubiera barrido hasta el último de los recuerdos. Del piso habían desaparecido las losas, el asfalto de la carretera, y una densa capa de arena sucia le daba el aspecto de una plazuela rural. No volvimos a ver la hermosa fuente de mármol blanco donde los niños se refrescaban la cara después de jugar, ni las flores que adornaban el centro de la plaza.

Los carros de combate se posicionaron en la explanada enfrente de donde hoy está el bar Montenegro, custodiados por soldados de verdad que bajaron del Campamento para participar en la película. Aquellos días, la gente pudo visitar la plaza, subirse a los tanques y ver de cerca como los tramoyistas iban decorando los escenarios para el rodaje.
Dos días después, el general Patton y su troupe se fueron y nos dejaron desamparados en nuestra rutina provinciana. La plaza, convertida en un arenal, se transformó durante meses en el campo de fútbol de los niños del colegio Diocesano. La puerta del Palacio del Obispo era una portería y la otra, la entrada a La Catedral. 

El rodaje terminó a finales de marzo, pero su huella sobrevivió durante varios meses, el tiempo en el que la plaza fue un páramo a la espera de que se emprendiera la anunciada reforma. El proyecto se plasmó  sobre un papel, pero no se  pudo llevar a la realidad porque faltaba el dinero para poder iniciar los trabajos. En octubre de 1969, siete meses después de que los tanques pasaran a la historia, el Ayuntamiento de Almería se dirigió por escrito a la compañía cinematográfica Twentieth Century Fox, encargada de la producción de la película para que cumpliera con los firmado en el contracto suscrito entre ambas partes el catorce de febrero de ese mismo año, por que el la productora se comprometía al pago de 660.151 pesetas para la reconstrucción urbana de la Plaza de la Catedral. 

Con ese dinero pudieron comenzar las obras para adecentar el lugar y crear esa plaza moderna que sobreviviría durante más de dos décadas. Los trabajos no se iniciaron hasta 1970, cuando empezó a surgir un nuevo escenario. Desapareció la fuente de mármol blanca que sobrevivía pegada a los muros del templo y se levantó una plaza más funcional pensada más para que recibiera el creciente tráfico de la ciudad que como lugar de descanso y recreo. 
Se construyó una meseta central de forma ovalada con una pequeña fontana en medio rodeada de un jardín circular. En los extremos se levantaron dos cuerpos de jardines divididos cada uno en dos franjas separadas por albercas. Estos dos estanques de forma rectangular estuvieron funcionando durante los primeros años, con un chorro de  agua constante que alegraba el entorno. Los niños de entonces jugaban a atravesar la alberca por el filo, a riesgo de caer de bruces en la piscina. Con el paso del tiempo el abandono se fue adueñando del lugar y los estanques se quedaron secos. Pegados a los setos centrales de la plaza se habilitaron bancos corridos de piedra para el descanso de la gente y se instalaron cuatro farolas en las esquinas. 

La rotonda se dejó para la circulación de vehículos y la Catedral se intentó aislar del resto de la plaza mediante un gran seto con flores  paralelo a la fachada principal del recinto. Una muralla de vegetación que también tuvo una vida muy corta, ya que los balonazos continuos de la chiquillería acabaron por dejarla sin una sola planta. 

Tras la gran reforma de 1970 se intentó potenciar la Plaza de la Catedral como lugar de encuentro, pero fue más un escenario de juegos infantiles y de recreo de los muchachos del colegio Diocesano que un lugar de esparcimiento de la ciudad. Hubo intentos porque se respetara la nueva vegetación, entre ellos la de potenciar la vigilancia con aquellos policias descafeinados que fueron bautizados con el nombre de guarda jardines. Eran una mezcla entre guardias, jardineros y músicos, obligados a perseguir sin más arma que una porra a los gamberros que profanaban los jardines. Eran unos funcionarios sacados de contexto que no tenían la autoridad de un policía ni tampoco los conocimientos de un jardinero. 







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