Pompeyo Miranda Ruiz (Almería, 1965) pasó la mitad de su vida entre rejas... y entre rejas encontró la muerte. El recluso almeriense más famoso murió la mañana del jueves en el módulo de custodia hospitalaria de Torrecárdenas consumido por meses de lucha contra un cáncer de pulmón.
El criminal permanecía en el centro penitenciario El Acebuche desde el pasado mes de julio tras su arrestado en una espectacular operación de la Policía Nacional en la barriada de El Quemadero. Agentes del Grupo V de la Policía Judicial de Almería y miembros del Grupo de Operaciones Especiales desplazados desde Madrid irrumpieron en una vivienda de la calle Gran Capitán para apresar a Pompeyo Miranda por el atraco a mano armada de una joyería en El Zapillo. El delincuente almeriense robó 40.000 euros en piezas y disparó a un joven durante su huida para evitar la identificación de su vehículo.
El Juzgado de Instrucción abrió diligencias contra Miranda por robo con violencia y tentativa de homicidio y le envió a prisión. Inmediatamente sufrió medidas especiales de seguridad, dada de trayectoria criminal de violencia y motines.
Sin embargo, la agresividad del recluso quedó poco a poco atenuada por la enfermedad.
Unos tres meses después de ingresar en El Acebuche como preso preventivo, un análisis de un bulto encontrado en el pecho reveló un cáncer terminal de pulmón. Su estado de salud se deterioró progresivamente a pesar del tratamiento y de las salidas frecuentes a Torrecárdenas y, finalmente, murió en el módulo de custodia del hospital la mañana del jueves.
La fama de Pompeyo Mirada se remonta a principios de los años 90. Tras emigrar a Bolivia y coquetear con el tráfico de cocaína, se ganó la confianza de los señores de la droga del cártel de Santa Cruz y se convirtió en un auténtico capo a su servicio. Era un español elevado a los altares de los mayores productores de cocaína de América Latina.
Una espía de la DEA
Sin embargo, en 1991 se cruzó en su camino la cooperante norteamericana Gloey Weissman. La relación duró menos de un año. Dominado por las teorías conspiranoicas, Pompeyo Miranda asesinó a su novia entre sospechas de su colaboración con la agencia antidroga de Estados Unidos, la afamada DEA.
El criminal almeriense ingresó en la cárcel de Palmasola para cumplir una pena de 30 años. Su estancia no fue sencilla. Los constantes enfrentamientos con líderes internos y con las autoridades penitenciarias aumentaron la fama de conflictivo.
Marcial Delgadillo, capo de la prisión, se convirtió en su segunda víctima. Una discusión presuntamente motivada por un champú desató la ira de Miranda, que aplastó el cráneo del boliviano con una mancuerna. El crimen le valió una segunda condena de 15 años de prisión por homicidio.
Doctrina Parot
Sin embargo, el almeriense no se resignó a su suerte. Provocó un motín violento en la cárcel y consiguió fugarse tras una operación de tintes cinematográficos. Su arresto se produjo en Perú gracias a una operación conjunta de autoridades locales y miembros del FBI. Para entonces, Pompeyo Miranda había sido declarado ya enemigo público número uno de Bolivia.
A finales de 1999 consiguió beneficiarse del convenio bilateral y regresó a España. Estuvo en una decena de prisión y en 2013, cuando cumplía condena en el Puerto (Cádiz), la anulación de la Doctrina Parot le permitió volver a la calle. Se estableció en El Quemadero, aparentemente con una vida calmada hasta el atraco de diciembre de 2015.Este jueves cerró la historia de su vida. A la espera de su última condena. Entre rejas. Solo.
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