Cuando los bomberos recibieron el aviso de un fuego en la explanada de La Molineta, a pocos metros de donde se encuentra el supermercado Lidl, pensaron que era el mismo suceso de siempre: una quema de rastrojos o un pequeño incendio provocado por algún indigente. Algo habitual. “Nunca pensamos en que nos íbamos a encontrar la escena tan dantesca que hallamos luego”, contaron anoche, a La Voz de Almería, varios de los bomberos que participaron en el operativo.
“Cuando recibimos el aviso, nos dijeron que había un fuego por quema de basura y no quisimos mandar un camión grande porque, como llevan mucha carga de agua, un vehículo tan grande aquí te lo cargas”.
Con ‘aquí’, se refiere al lugar por donde los bomberos tenían que acceder para llegar hasta el lugar donde se generó el incendio: un camino abrupto y lleno de piedras, por el que no suelen circular los vehículos. “Enviamos un vehículo pequeño, con poca carga de agua, pero en cuanto supimos que había personas dentro, mandamos a toda la dotación del cuerpo para acá”.
Nada más llegar, los bomberos se dieron cuenta de la magnitud del incendio: la cueva en la que fallecieron los tres jóvenes, un chico de 21 años y dos chicas menores de edad, se había convertido en un auténtico horno. “Había una enorme carga de fuego. La temperatura era altísima porque la cueva es de piedra caliza. Los chavales no tuvieron ninguna escapatoria, ninguna posibilidad de salvarse”, relataron los bomberos, todavía con las huellas del cansancio y del espanto vivido horas antes.
Según apuntaron, en este lugar es habitual que haya incendios. Pero, precisan, nunca nada como lo que se vivió anoche. La temperatura que se alcanzó dentro, explican, era “enorme”, acrecentada porque la cueva estaba excavada en piedra caliza, porque no había ninguna entrada de aire y, sobre todo, porque el acceso estaba colapsado por una chapas metálicas y el colchón al que, presuntamente, los tres detenidos -todos ellos menores de edad- prendieron fuego.
“Cuando hemos empezado a extinguir el incendio, ya hemos visto al fondo de la cueva los tres cuerpos de los chicos”.
Los cadáveres, que fueron trasladados poco después para su identificación, estaban completamente calcinados.
La cueva está situada en una hondonada y según cuentan los vecinos, era un lugar habitual en el que algunos jóvenes del barrio se reunían para fumar o pasar el rato. Anoche, entre los restos todavía humeantes de las chapas metálicas que servían de puerta a la cueva y los cascotes caídos, podían verse algunos vidrios de cervezas, una botella de ron y una par de latas de bebidas energéticas.
A la entrada de la explanada, a unos doscientos metros del lugar de los hechos, se agolpaban anoche vecinos y familiares de los chicos fallecidos, que recibieron conmocionados la noticia de su muerte. “Nos han dicho que ha sido provocado por otros chavales”, decía una vecina. A su lado, un joven con una gorra y la mirada perdida, solo acertaba a decir que era amigo de Alejandro, uno de los fallecidos. “Su familia se ha enterado porque le han llamado al móvil y ya no lo cogía”.
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