¿Qué es el flamenco?
Una forma de vivir para enseñar a la gente modales. Expresa el sentimiento de las personas, para que nos llevemos bien. Si canto un verso de Alberti o de Machado estoy integrado en la sociedad. Puedes no entender la letra, pero te puede agradar. Decía Alberti: “De plata la primavera, que cubre los naranjales, salta la tapia del huerto y llora el corazón mío” (recita).
¿Tu vida ha sido hasta ahora más de tarantos o de alegrías?
El taranto es de Almería, un canto que habla de las minas y es triste. Lo he enseñado y me gusta mucho. Pero mi vida es de alegrías, he estado en todo el mundo con mi guitarra y alegrando a la gente.
¿Qué has descubierto en esos viajes?
A ser persona y querer a la gente. He visto tantas cosas malas, gente pasando hambre, durmiendo en la calle... He aprendido a quererme a mí mismo y a las personas.
¿Por qué en Japón ha cuajado tanto el flamenco?
Les ha llegado mucho. Hay un japonés que canta muy bien. Le llaman “el Camarón de Tokyo”. También está “la Yoko”, una bailaora, que se ha llevado un premio en Sevilla. Madrid es la cuna del arte, porque por allí pasan todos. Quizá los japoneses, que han venido mucho, se aficionaron en estos viajes. Han copiado el flamenco, incluso las guitarras. Son unos fenómenos.
¿Los gitanos aún son desconocidos?
El gitano ha llevado el flamenco a todo el mundo. España es conocida por el flamenco, no por el fútbol o el boxeo. Es patrimonio de la humanidad. Ahora está entrando también en China.
¿Lo mejor de los calés?
El respeto que le tienen a los viejos.
¿Qué no falta nunca en tu casa?
Ah, la alegría, amigo. La guitarra, la música. Siempre tengo en el sillón dos guitarras. Mi hija canta y mi mujer baila.
Eres el presidente de la Asociación Mesón Gitano, que ayuda a que los niños de La Chanca tengan apoyo escolar.
Empiezan el próximo martes. Les hace mucha ilusión. Les he dicho que lo primero es el apoyo escolar y luego el flamenco, que lo llevan dentro. Hay gitanos y payos. Están locos por empezar.
Trabajaste en el Mesón Gitano. ¿Qué recuerdas?
¡Sí! Muchas amigas (risas). Yo era un rumbero, cantaba rumbas, me pedían el “no, no, no”. Tenía diecisiete años.Fue una etapa muy bonita antes de irme a Mallorca y Barcelona.
¿Echas de menos las casas típicas de La Chanca?
Éramos felices en las cuevas, estuvimos en contra de que tiraran las casas. Yo tengo una antigua, que la he arreglado y es grande. Me gusta más que vivir en el Zapillo o Aguadulce. Paco (de Lucía) vino la última vez con Tomatito y estuvimos cantando y tocando la guitarra hasta las ocho de la mañana.
Tu hijo, ‘Niño Josele’, está triunfando por el mundo. ¿Qué consejos le das?
Que tenga cuidado por donde anda. Cuando era un niño me lo llevé a Suiza y en un parque de Zurich había gente drogándose. Al llegar al hotel me preguntó qué le pasaba a esas personas tiradas en la calle. Le hablé de la droga y le metí el miedo en el cuerpo. Ahora está grabando con Calamaro y le va a ayudar a Duquende, que tiene velocidad y ritmo.
¿Qué es lo más grande de la vida?
La familia. Que se lleven todos bien, que estén en mi casa, comiendo todos juntos.
¿Qué me dices de Camarón?
Ahora hablamos del rey, del rey del pollo (risas). Tuve mucha amistad con él. Lo que cantaba por tangos lo metía por bulerías. Para Camarón no había ritmos; el ritmo era él.
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