Apenas amanece sobre el horizonte de Cabo de Gata y la base Álvarez de Sotomayor es ya un hervidero. Todo se mueve. En el patio de armas un piquete marcha solemne para pulir los detalles de su próximo compromiso con la Semana Santa. Caminan compactos y acompasados, con la barbilla alta y el pecho al frente. Mientras un grupo de civiles busca acomodo para asistir al acto solemne de nuevos miembros, el alta legionaria, símbolo de un compromiso personal y de un reto de máxima exigencia. Y desde el norte, cierto bullicio. Se escuchan gritos de ánimo y nombres sin rango. Los caballeros legionarios calientan los músculos para la carrera, mientras las damas se comen los kilómetros de pista de arena en la última prueba del pentatlón militar, donde se reivindican los mejores físicos de la brigada Rey Alfonso XIII.
La Legión hace de su constancia en el esfuerzo una bandera. “Jamás un legionario dirá que está cansado, hasta caer reventado. Será el cuerpo más veloz y resistente”, dice el Espíritu de Marcha del Credo Legionario, mucho más que una declaración de intenciones.
Una misión
“La preparación física es una parte fundamental de nuestro adiestramiento y está enfocada completamente al cumplimiento de la misión”, subraya el capitán Manuel López. “Existe una misión genérica en cada unidad y luego existe una misión específica cuando se decide un despliegue en un escenario determinado; en ese caso, direccionamos todo el adiestramiento a cumplir ese objetivo”. El capitán es el responsable del programa físico de los legionarios en la base almeriense. Titulado como profesor de educación física, ejerce el papel de entrenador, aunque no es el único.
El Ejército de Tierra ha procurado un sistema jerarquizado para canalizar todo la preparación. Los oficiales (profesores de una brigada), suboficiales (instructores de un batallón) y la tropa (monitores de una compañía o batería) tienen responsabilidades en la coordinación de los ejercicios diarios de sus respectivos grupos.
Además, todos ellos llevan a cabo el plan diseñado por una Junta Central de Educación Física del Ejército de Tierra y plasmados en los manuales del Madoc (Mando de Adiestramiento) y las clases de la Escuela Central de Educación Física ubicada en Toledo, pionera en España. Todo está medido. La Legión presume de los mejores resultados en las competiciones deportivas militares nacionales, aunque su objetivo no es formar a atletas de élite o grandes cuerpos musculados. Eso es, en cualquier caso, un daño colateral.
El principal horizonte del entrenamiento diario es forjar a los legionarios mejor preparados para las funciones que deben desarrollar. Por eso huyen del gimnasio y ensayan movimientos cotidianos. Buscan agilidad, fuerza y resistencia, alterando las dosis de cada ingrediente según la unidad. “Los entrenamientos son distintos para Zapadores, para Artillería o para Logística, porque sus actividades son distintas”, explica el capitán Manuel López.
De este modo, una sección de la 1ª Compañía de la VII Bandera, con una edad media de 24 o 25 años, realiza un ejercicio explosivo. Los legionarios corren 400 metros cargando material en una camilla improvisada con restos de lona y levantan bidones y pesas rusas con un ritmo altísimo. Mientras, a pocos metros, miembros del Grupo Logístico usan unas pistas de cemento desgastado para desarrollar ejercicios por estaciones, exigentes aunque más pausados.
“Trabajamos con el material que tenemos a nuestro alcance, buscamos el trabajo con cadenas musculares, no entrenar un forma, sino entrenar una función”. Esa es la clave de la filosofía de los soldados acuartelados en la base Álvarez de Sotomayor.
Las pruebas
Ahora bien, todos los militares de la base están sometidos a dos exámenes comunes. El primero es la llamada “prueba de unidad”. El destacamento tiene que cubrir una distancia de 10 kilómetros marchando junto y cargado con botas, casco, mochila, fusil y equipamiento adicional. Sin contar el agua, cada legionario carga sobre sus espaldas 20 kilos de peso y pone 90 minutos en el cronómetro.
No es un diseño casual. Reproduce los parámetros que el soldado encontrará en zonas de conflicto como Afganistán, Líbano, Irak o Mali, donde la Legión ha puesto a prueba su capacidad y adiestramiento en los últimos años.
El segundo es el “test general” individual, una especie de comprobación periódica del estado físico de los componentes de la Brigada. “Lo supera prácticamente el 100 por ciento del personal, excluyendo solo algún lesionado que se presenta luego cuando se recupera”, precisa el capitán Manuel López. Estos métodos de entrenamiento, casi siempre al aire libre, a veces incluso en la playa o la montaña, han atraído el interés de grupos civiles. De hecho, la Legión ha colaborado con la Unión de Rugby de Almería y ha recibido otras propuestas.
“El modelo de preparación militar es totalmente exportable al entrenamiento en el ámbito civil, aunque habría que hablar de aspectos como la mentalidad”, apunta el oficial. “Hay un importante trabajo psicológico en todo este adiestramiento”.
La Brigada de la Legión ha ganado tres años consecutivos el Trofeo GEJEME (General Jefe de Estado Mayor del Ejército), premio a la suma de puntuaciones de todas las competiciones nacionales de un año. El reto espera. En 2017, la Legión quiere demostrar donde se forjan los soldados más fuertes, más rápidas, más resistentes.
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