En el edificio del centro cívico de Pescadería, que se abrió a comienzos de mes en la calle Reverenda Madre María Micaela, una treintena de niñas y niños, todos ellos vecinos de esta zona alta del barrio donde el nombre de cada calle alude a la pesca -Potera, Lance, Buzo, Botalón, Faro- han desplegado ya sobre las mesas un batallón de lápices y cuadernos. Hoy, las niñas -Sole, Nerea, Fernanda, Manuela, Aihnoa o Toñi, con edades entre los siete y los once años- y los niños -Rafael, El Moreno, Pepe, José o Manuel, de edades similares- se han sentado separados. Las crías sienten “lacha”, que traduce al caló los sentimientos de pudor o vergüenza y prefieren estar juntas.
Son amigas del barrio - “de la calle Botalón”, explican- y algunas, como Nerea y Sole, ya proyectan montar “de mayores” una peluquería. Otra, Manuela, quiere ser farmacéutica. Fernanda dice que “cuando sea grande” irá a la universidad porque quiere trabajar en jardín de infancia.
Los críos proceden de familias que salen adelante con muy pocos recursos, en casas donde las clases particulares son un sueño y con padres que no estudiaron y que no saben cómo incentivar a sus hijos para que sigan adelante con los estudios.
“Nuestra idea fue echar una mano a los niños del barrio y pensamos que la mejor manera de hacerlo era vincular su arte genético con el refuerzo escolar, para que se sientan orgullosos de sí mismos y competentes en la sociedad que les toca vivir”, explica Antonio Bervel, miembro de la asociación cultural Mesón Gitano, que preside el maestro José María Heredia, Josele.
La iniciativa ha terminado cristalizando en un proyecto que surge con vocación de largo recorrido: contribuir al refuerzo escolar de estos críos incentivando el aprendizaje de asignaturas como lengua o matemáticas con el del arte flamenco en cualquiera de sus vertientes: compás, cajón, guitarra o baile.
Las clases, totalmente gratuitas, se imparten cada martes y jueves en el salón diáfano del centro cívico. La primera hora y media está dedicada al repaso de las asignaturas y cuenta con la colaboración de una docena de monitores voluntarios vinculados con la Obra Social ‘La Caixa’.
El resto del tiempo, algunos de los grandes maestros que ha parido este barrio, como el maestro Josele, su hija Zoraima Heredia o Serafín el Barquero, un cantaor y bailaor extraordinario que lleva sobre los tablaos desde que tenía dieciséis años, enseñan a los niños los secretos de un arte que, a todos ellos, les sale por los poros.
Para que el proyecto siga adelante, la asociación ha presentado ya algunos proyectos al ayuntamiento de la capital y a la Junta para la compra de material escolar. Por su parte, los tres colegios de la zona han recibido “con los brazos abiertos” la iniciativa vecinal.
De momento, ya se han apuntado una treintena de escolares. “Creemos que los niños se lo merecen. Y estamos seguros de que algo aprenderán”, dice Antonio Bervel.
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