Tuvimos dos campos de fútbol oficiales: el mítico campo de Regocijos donde llegó a jugar el portero Ricardo Zamora en 1927, y el modesto campo llamado de Ciudad Jardín, que nació en los primeros meses de la República en el corazón de un barrio que empezaba a surgir en 1931. Mientras se iniciaban las obras, los propietarios de Ciudad Jardín tuvieron la generosidad de habilitar, en uno de los anchurones del nuevo barrio, un campo de fútbol para que jugara el equipo titular de la ciudad. Fue inaugurado como recinto oficial el 25 de julio de 1931 con un partido entre la Cultural Almeriense y el Málaga. Aquel escenario se mantuvo en el tiempo y al acabar la Guerra Civil, con las obras de la barriada paradas, siguió siendo el recinto deportivo más importante de la ciudad, el que acogía los partidos más significativos.
En aquel fútbol de la posguerra cualquier solar se convertía en un campo de fútbol. Se jugaba en el balneario de San Miguel, se jugaba junto a los depósitos del mineral del cargadero Francés y se jugaba en los terrenos yermos que se extendían bajo los arcos del puente de piedra del tren.
Se jugaba de cualquier forma, en campos sembrados de piedras y cubiertos de agujeros, con porterías que se tambaleaban con el viento, sin vestuarios donde poder cambiarse, con botas rudimentarias, a veces descalzos: se jugaba al fútbol de la misma manera que se vivía, al límite, con lo justo y a fuerza de ilusión. Se jugaba por el placer del juego; se jugaba para ser felices.
En aquella Almería pobre y sin ninguna instalación deportiva decente, un personaje importante de la época, el terrateniente don Juan de la Cruz Navarro Gay, que en sus años de adolescencia había sido un futbolista destacado, reconvertido después en árbitro, tuvo la iniciativa de intentar construir un estadio “como Dios manda”, que fuera el orgullo de la ciudad y que sirviera de ejemplo para otras ciudades y de paso demostrara al exterior que Almería no estaba tan atrasada como se decía ni tan olvidada por el nuevo régimen.
Su proyecto contemplaba la construcción de un gran recinto deportivo en la zona de expansión de la ciudad, al otro lado del Camino de Ronda. En la primavera de 1941 ya tenía muy avanzadas las gestiones para adquirir los terrenos necesarios. Lindaban al norte con la entonces Carrera del Perú y se extendían hacia el sur a lo largo de veintidós mil metros cuadrados. Sobre el plano, el nuevo estadio contaría con un campo de fútbol, un frontón, tres pistas de tenis, dos campos de baloncesto, una piscina, una pista de atletismo, un espacio para practicar el tiro al blanco y un terreno donde practicar el croquet, deporte que todavía estaba arraigado en la ciudad desde que en el siglo diecinueve lo pusieran de moda los marineros ingleses entre las familias de la burguesía almeriense.
Juan de la Cruz Navarro llevó a cabo intensas gestiones con los propietarios de los terrenos donde iría ubicado el nuevo estadio, pero no contó con el dinero oficial, con la cantidad que tenían que haber aportado el Ayuntamiento y Regiones Devastadas para iniciar la compra de los solares.
El proyecto del estadio del Camino de Ronda se esfumó y hubo que esperar a que en 1945, un industrial de la ciudad, don Vicente Aznar, decidiera levantar un campo de fútbol para que allí jugará el equipo de su empresa, el Motoaznar. Eligió unos terrenos de viejas huertas que había junto a la Carretera de Níjar, enfrente de la nueva Prisión Provincial y pegado al solar donde unos años después se pondrían los pilares del edificio del Seminario.
El proyecto del señor Aznar se ejecutó en un tiempo récord. En menos de tres meses allanó el terreno, levantó un muro para cerrar el campo y construyó unos pequeños graderíos rodeándolo. El nuevo campo fue inaugurado el domingo cuatro de noviembre de 1945 con un partido entre los equipos del Motoaznar y el Atlético Aviación de Granada. La entrada de preferencia costó cinco pesetas y la de general tres. Los militares sin graduación y los niños pudieron ver el partido por una peseta, mientras que las señoras y señoritas, acompañadas por un hombre, entraron gratis.
Por esas fechas ya habían comenzado los trabajos para que la ciudad tuviera un estadio oficial que no fuera de propiedad privada. En febrero de 1945 se habían iniciado las obras del estadio de la Falange, entre Ciudad Jardín y el Zapillo.
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