Los tres días de fuerte calor que se experimentaron en la provincia en la segunda mitad de la semana pasada han vuelto e evidenciar las diferencias de temperatura que se registran en la capital almeriense, y en algunos de los mayores núcleos urbanos, con respecto a sus zonas periféricas.
El pasado miércoles, el día de más calor en este mes de mayo, se registraba en el aeropuerto de Almería una máxima de 33,8 grados. El sensor de Hidrosur situado sobre el edificio de Usos Múltiples de la Junta contabilizaba 35,8 grados, pero a nivel de calle se llegaron a medir 37 grados.
Es lo que los meteorólogos denominan el efecto ‘isla de calor’, una situación urbana de acumulación de calor por las enormes moles de hormigón, la presencia de materiales en las calles absorbentes de calor, especialmente el asfalto o el calor desprendido por los vehículos y por los aparatos de refrigeración, los aires acondicionados.
El calor va por barrios
Incluso dentro de la propia ciudad se pueden encontrar zonas en las que el calor es más intenso. En el centro, con una fuerte aglomeración urbana y calles anchas asfaltadas, además de gran cantidad de aparatos de aire acondicionado, puede llegar a ser de tres grados superior a la periferia, pero en barrios como el Zapillo, la Vega de Acá o Avenida del Mediterráneo se quedan en el entorno de dos grados.
Ese efecto isla es más agobiante cuando llega el calor intenso en verano o, como este año, al final de la primavera, mientras que es incluso agradable en invierno cuando, por las mismas causas, las temperaturas son más altas.
Las noches
Los analistas almerienses del clima asociados en el colectivo Cazatormentas explican que cuando más se nota ese efecto isla es por las noches, cuando la diferencia térmica es mayor entre el centro y la periferia. Según Eduardo Romay, esto es así porque “mientras la periferia irradia y pierde temperatura en la ciudad ese fenómeno se ve frenado o compensado porque el asfalto, los edificios y otras estructuras sueltan el calor que han acumulado durante el día”.
Y así se da el caso de que en el centro de la ciudad, o en la rambla de la capital, se pueden medir hasta 37 grados (como ocurrió la última semana), en los barrios se miden entre 35 y 36, e incluso 34 en los más alejados de la aglomeración urbana, cayendo a 33,5 en el aeropuerto.
Algo similar ocurre en los núcleos de población más grandes, casos de El Ejido o Roquetas, si bien en estos casos, al ser menor el tamaño, las diferencias son de apenas uno o dos grados entre los centros y las periferias. Tanto en la capital como en núcleos próximos al más este ejerce de amortiguador en las zonas más próximas como paseos marítimos o litorales.
Espejos
Los edificios más altos no solo acumulan calor durante el día sino que además provocan múltiples reflexiones horizontales de la radiación recibida, es decir que se comportan como espejos capaces de irradiar el calor a elementos cercanos aumentando la probabilidad de que esa energía permanezca en el suelo, lo que se conoce como ‘efecto cañón’.
En ese escenario los colores también juegan un papel importante ya que los más oscuros (es el caso de asfaltos negros) absorben más calor que calles pavimentadas con hormigones más claros. Lo mismo ocurre con los edificios oscuros frente a los blancos o los encalados.
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