El Grupo Tecnon , empresa de construcción y rehabilitación de edificios, ha iniciado los trabajos de refuerzo de la estructura de la finca donde se ubicó el castizo establecimiento de Pollos San Juan, en el barrio de El Zapillo. El objetivo es poner en valor este viejo edificio afectado por el paso de los años y darle un uso comercial en exclusiva o compartido con residencial.
El inmueble, de uso terciario, cuenta con cinco plantas y una edificabilidad de 2.000 metros. Los propietarios, una familia almeriense que reside fuera de la ciudad, han encargado a la empresa rehabilitadora que realice un estudio del estado del edificio para poder decidir sobre su futuro uso concreto. El bloque hace chaflán dando a la principal Avenida del Cabo de Gata y a la calle Jaúl. Desde hace más de una década su estado se ha ido deteriorando, aunque estuvo ocupado hasta el año pasado por el célebre negocio de venta de pollos asados.
Auditoría
El Grupo Tecnon asegura que en un par de meses estará finalizada la auditoría del edificio para decidir su posible uso comercial o residencial. Las alternativas pasan por un gran centro comercial único o por varios locales compartidos para negocios, oficinas o estudios de profesionales. De momento, el grupo Tecnon trabaja en medidas preventivas y ha colocado un enorme cartel con el anuncio del inicio de las labores de mantenimiento y una malla en este edificio muy visible para vecinos y veraneantes.
El edificio, construido en los años del desarrollismo urbanístico de El Zapillo, muy cercano al rumor de la antigua vega, de los establos y vaquerías, albergó hasta hace unos diez años una residencia privada de ancianos en la parte alta.
Desde su marcha, el edificio se ha ido deteriorando sin inversiones en su conservación e incluso fue okupado por una familia.
En la planta baja hubo, a lo largo de los años, además de la propia cocina de la residencia de jubilados, algunos negocios de bisutería, tienda de ropa, comercio de Todo a 0,60 y un bar de tapas.
Icono del barrio
Pollos San Juan fue durante 44 santo y seña de ese barrio fronterizo, de aluvión, un complemento perfecto para el almuerzo tras una mañana playera en San Miguel o en Las Conchas. Abrió el horno en 1972 Pedro Fernández y Julia Andrés y lo cerró en 2106, su hijo. Richard Fernández ha vuelto a las andadas, a seguir dorando aves a l’ast, ahora en la Carrera del Perú, quizá soñando con volver a establecerse en el mismo barrio y en el mismo edificio que le dio nombradía.
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