Juan Gómez: "Cantar para mí es una base fundamental, es darme vida"

En las reuniones de amigos y familiares, las letras fluyen improvisadamente al ritmo de palmas unísonas

Juan  Gómez  en un bar de Aguadulce de cuyo  dueño es buen amigo.
Juan Gómez en un bar de Aguadulce de cuyo dueño es buen amigo.
Cristina Da Silva
21:24 • 12 ago. 2017

El cante se lleva en la sangre, es un estilo de vida. En las reuniones de amigos y familiares las letras fluyen improvisadamente al ritmo de palmas unísonas, acompasadas a un sentir que cala en lo más profundo del ser. Originan infinidad de momentos que dan sentido a la existencia, a través de ese antiguo y particular estilo que el cantaor describe como “la anarquía del flamenco”. 




A sus 75 años, Juan Gómez es uno de los cantaores más veteranos de Andalucía. Referente de las seguiriyas y del cante por tarantos, ha actuado “con todos los grandes” y sobre escenarios muy variados. Su voz apareció incluso en la película suiza ‘El hombre que perdió su sombra’, estrenada en 1991.




“Nací en el barrio de Pescadería, donde mis padres eran aficionados sin llegar a ser profesionales. Tenía un hermano que cantaba muy bien y desde chico empecé a escuchar a los cantaores antiguos, como Antonio Mairena o El Chocolate”, rememora Gómez.




En la memoria
“Mi madre me decía que mi abuelo cayó enfermo en el hospital y con tres años íbamos mi hermano y yo a cantarle una cosita que se llamaba ‘La pavada de mamá dice el niño cuando nace’, un fandango muy bonito”. Son canciones que ya no se oyen, músicas que siguen grabadas en su mente porque las ha vivido.




“Cuando tenía diez o doce años, en mi casa se escuchaba a Pepe Pinto y a otros sevillanos. Yo me ponía en la puertas de los bares a escuchar a los hombres que venían de Algeciras y aprendía de aquellos fandangos de Sotelo, de Palanca... ”.




“Ahí empecé la afición, en la Peña de los Tempranos, y en el año 70 di el primer recital en la Peña del Taranto, a la cual tengo mucho que agradecer. Tengo el reconocimiento de la gente, me dicen ‘señor, usted aquí es un digno representante de su tierra’. Y con eso he quedado satisfecho”.




Una vida de cante
“Esta es mi historia. He ido varias veces a cantar a Madrid, al San Juan Evangelista y he cantado por toda Andalucía. También tuve la suerte de estar invitado con los reyes de España, Don Juan Carlos y Sofía”.




“En Fondón, de los 27 años del festival habré cantado por lo menos 15. Allí estuve el otro día dándome el homenaje con Mercé, Tomate... Todos los fieras estos, íntimos amigos míos de hace muchos años, de cuando no eran famosos”.


“A Tomatito lo he visto nacer, prácticamente, y lo quiero como si fuera de mi familia. Y a Mercé lo conozco de hace muchos años; le tengo mucho cariño y él me lo tiene a mí. Aquí sigo todavía, dando tumbos, ya con mis añitos, pero todavía disfrutando”.


Vocación
Se siente satisfecho, aunque si volviera atrás en el tiempo cambiaría quizá su lugar de residencia. “Vivimos en una tierra que yo quiero mucho, pero me hubiera ido de aquí por vocación. En el año 72 me fui a Sevilla y allí tenía un futuro profesional, pero como me tiraba mucho mi tierra, me vine”.


Lamenta, sin embargo, no haber encontrado el apoyo suficiente entre los almerienses. “En cualquier ciudad de Andalucía estaría actuando todas las semanas. Aquí me tiro dos meses y nada. El flamenco está en manos de tres o cuatro y los que saben de verdad no quieren inmiscuirse”.


“Las peñas no tienen socios, no hay dinero y el cante no sale adelante. Yo he estado en Córdoba y con 20 socios te hacían una olla de garbanzos, te daban tu plato de potaje y tu media botella de vino. Pagabas mil pesetas en aquellos tiempos. Hoy ponle que sean 20 euros, por ejemplo, la pareja. Con eso le pagas a los cantaores y haces una noche de flamenco, entran 50 o 100 personas y se saca un dinero”.


Más que un hobby
El cante para él va más allá del pasatiempo, es un sentimiento de dimensión inabarcable: “Yo sin el flamenco no sabría vivir. Es un trozo de mi vida y todavía, con los años que tengo, le sigo teniendo mucho cariño y sigo estudiando”.


Y es que el cantaor “se hace” porque, en sus palabras, “lo único que no se aprende en el mundo es la voz”. “La voz te la da Dios o la Naturaleza, pero el cante hay que estudiarlo. Es una profesión en la que te vas al otro mundo y no has terminado la carrera. El flamenco, como cualquier música, es muy amplio y tienes que tener esa capacidad de estudio diario, en tu casa o donde sea, tanto si eres guitarrista como cantaor. Cada día tienes que hacer voz para que la garganta funcione”, explica.


Flamenco puro
Aun con su alto grado de experiencia en el cante, asegura que no sabe “ni bailar”: “Yo me arranco por bulerías o lo que quieras, pero el baile no me tira. No me disgustan músicas como los tangos argentinos, pero normalmente escucho flamenco, que es lo mío. Además, el flamenco puro, con una voz y una guitarra, la tradición de toda la vida. Yo disfruto con lo que se cantaba antiguamente”.


Las vivencias pueden expresarse de múltiples maneras. Juan Gómez tiene claro que prefiere “cantarlas antes que hablar”, es su medio natural: “Yo prefiero que me corten un brazo o una pierna antes que dejar de cantar. Para mí es una base fundamental, es darme vida”.


A pesar de que cualquier profesional de la música sufre por los nervios: “Te preocupas por si la voz no te sale bien y por el respeto al público, que hay que tenerlo siempre, porque es el que manda. Sin público no hay flamenco”.


Por eso, antes de cantar mal, prefiere no cobrar. Influyen muchos factores y, en ocasiones, no todo sale como uno quiere, “aunque la mayoría de las veces sales muy contento”, matiza. “Esa es la satisfacción que me queda, más que los duros y que nada”.


Como el hecho de haber podido cantar con Camarón varias veces. “La última en el 92, que fue al año que murió él, cantamos juntos en Madrid, en los Colegios Mayores del San Juan Evangelista. He cantado también con Antonio Mairena, con Terremoto... Con todos los cantaores que había. Y con Enrique Morente, padre de Estrella, que era muy amigo mío también”.


Gran aficionado
Asegura que ha cantado “siempre en calidad de aficionado, no de profesional”. “Yo he sido un gran artista del flamenco, se puede decir. He hecho lo que me ha dado la gana. He cantado cuando he querido y con todos. Me han reconocido como uno de los mejores aficionados de la tierra de Almería y para mí es suficiente”.


“Ahora a ver si descanso un poquito. Con la despedida que la Peña El Taranto quiere hacer conmigo dejaré el flamenco. No completamente porque seguiré con mis amigos y el día que tengamos una comida o echemos un rato, cantaremos”.


Grandes momentos
Las actuaciones han sido tantas, que le cuesta elegir una sobre las demás. “Por ejemplo, el cogerme Mercé y Tomatito, entre los dos, y sacarme ahí, dos grandes artistas internacionales con esa categoría, y hacerles yo unos cantecicos a ellos. Eso para mí fue...”. En puntos suspensivos queda la frase, pues no encuentra palabras para describir un sentimiento cuya intensidad no puede menos que dibujarle una gran sonrisa en el rostro.


“De Algeciras tengo muy buen recuerdo, de Madrid también y en Fondón siempre que he estado he dado la talla. En Almería, el año pasado o hace dos años, le corté la oreja al toro y también estuve muy bien en la Plaza Vieja. Han sido muy buenas experiencias. Las malas procuro olvidarlas, pero han sido las menos”.


Para Juan Gómez, es importante “lanzarle un piropo al público cuando sales y te presentas”. “Un ‘buenas noches, vengo a cantar con mucho cariño y a aportar todo lo que pueda en este momento’”, afirma, “aunque Camarón era un hombre que no hablaba. Salía y no decía ni ‘buenas noches’. Pero se ponía a cantar y había que comérselo, con lo bien que lo hacía”.


Muchas risas
Las anécdotas, por supuesto, no han faltado. “Son muchas, pero recordarlas todas es muy difícil. Me ha gustado reír más que al tonto el lápiz. No puedo recordar tanto como he vivido porque ha habido gente muy graciosa en el flamenco y detalles muy bonicos”.


“Un día íbamos Tomatito, Zano y yo a Huércal-Overa. Nos quedamos sin gasolina, tirados en la cuneta, con el dedo puesto y no nos paraba nadie. Le dije a Zano: ‘Zano, si no llegamos no nos pagan’. El hombre, que se había olvidado las pinzas, me respondió ‘no me digas eso, Juanillo, no me digas eso’ y nos empezamos a reír sin parar”.


Transformación
Los tiempos han cambiado también para el flamenco. “Antes había mejores aficionados y ahora está la cosa más politizada. Me faltan esas tertulias que teníamos, cuando nos poníamos a hablar de cante, de la malagueña de La Trini o de la malagueña La Niña de Chacón, el cante por soleá de La Serneta o del Alcalá”.


Esas conversaciones no caían en saco roto, ya que “el flamenco es una carrera que hay que estar estudiando toda la vida”. Por eso, a quienes se inician ahora en este mundillo, les recomienda que dialoguen con su entorno y que “no escuchen solamente a Camarón”.


Les aconseja aprender de “todos los cantaores antiguos, como Manuel Torres, La Niña de los Peines, Vallejo, Gloria, Tomás Pavón...”. “Y ya después que hallen los suyos”.


Para él, “Antonio Mairena ha sido de los maestros de los años 60 que más ha aportado a la gente”. “Ahí nos iniciamos Menese, El Lebrijano, yo, Diego Clavel... Mucha gente. Y esa ha sido también una base, una escuela muy buena de flamenco”, sostiene.


“Hoy la gente joven tiene los conservatorios, las escuelas de música, los discos que pueden estudiar. Yo entonces me tenía que desplazar a Córdoba o a Sevilla a escuchar a este cantaor o al otro para que se me quedara grabado, porque no teníamos nada. Hoy tienen posibilidades, bajan la música por Internet”.


“Yo, gracias a Dios, he vivido a mi manera bien y espero estar hasta el fin de mis días igual, en ese plan, humilde, amigo de mis amigos y conservándolos por todos lados”.



Temas relacionados

para ti

en destaque