Londres, 1987. Un joven llamado Mohamed Bentrika, recién aterrizado en la capital británica, sin contactos y sin un sitio donde pasar la noche decide ir a una mezquita en busca de ayuda. En la puerta, dos “barbudos” le interceptan. Le sondean y, tras un rato de conversación, lanzan el anzuelo, a ver si el veinteañero pica: le proponen ir con ellos a Pakistán a predicar el Islam. “Les dije que no, claro, que yo no había salido de mi país para eso”, rememora Bentrika, treinta años después.
El portavoz de la organización Codenaf (Cooperación y Desarrollo con el Norte de África) en Almería, explica, en conversación telefónica con este periódico, cómo la anécdota refleja la preocupante deriva que viene observándose en las últimas dos o tres décadas en los procesos de radicalización yihadista, con la captación de chicos cada vez más jóvenes fácilmente manipulables. “Conmigo lo intentaron. Me vieron desorientado, sin nadie a quien acudir”. Una presa fácil.
Más jóvenes
Según un estudio realizado por el Instituto Elcano sobre los procesos de radicalización violenta y terrorismo yihadista en España, los detenidos como consecuencia de ese mismo tipo de actividades o muertos en actos de terrorismo suicida entre 2004 y 2012 tenían una media de 26 años. Los presuntos responsables del atentado de Barcelona tenían, según la información facilitada por la Policía, entre 20 y 24 años.
“Son cada vez más jóvenes, pero hay que dejar claro que lo que está ocurriendo no tiene nada que ver con la religión. Quienes cometen esta barbarie son chavales frustrados, que han fracasado en su proyecto vital o migratorio, que no tienen valores. Quienes condenamos tanta maldad hemos leído el Corán mucho más que ellos, lo hemos estudiado para progresar en nuestros pensamientos”, reflexiona Bentrika.
Mezquitas
El portavoz de Codenaf alerta también de algo que se está produciendo en todas las ciudades occidentales, delante de las narices de las autoridades: la transmutación de las mezquitas de meros lugares de culto en auténticas ongs, acaparando programas y actividades que antes desarrollaban organizaciones sin vinculación religiosa. “Lo digo alto y claro: están acabando con nosotros, con quienes hemos defendido siempre que no hay que mezclar las dos cosas. Pero yo nací para luchar contra la radicalización religiosa y eso lo que voy a seguir haciendo”, añade.
Él mismo, relata, fue víctima de la ira de algunos musulmanes integristas en la época de los noventa, a quienes no gustaban las ideas progresistas de los que alertaban ya entonces, como Bentrika, del peligro de los fanatismos. “Yo recibí golpes por defender mis ideas ante quienes, en aquel momento, me calificaban como infiel. El mundo ha cambiado mucho en este tiempo. Creo, francamente, que hacen faltan más filósofos, no hacen falta más religiones. Quienes nos hemos educado así, como musulmanes de cultura, tenemos un sustrato y tenemos claro que no hay que dejar las puertas abiertas al integrismo”, comenta.
Transformación
El Islam de ahora, dice el vocal de Codenaf, no es de los años 80: se ha radicalizado, se ha vuelto más integrista, un cambio que se ha percibido especialmente en los países del norte de África como Marruecos, Argelia, Libia o Egipto. A ello se une el efecto perverso que, en jóvenes desarraigados, tienen las redes sociales. “Les hacen madurar de forma irreal, antes de tiempo, leen cosas prohibidas. En la década de los 80 y 90 nos integrábamos mucho mejor. Los jóvenes de ahora no saben relacionarse con gente de su misma edad y muchos acaban entrando en un mundo de locura del que no saben salir. Los malditos terroristas les lavan el cerebro. Para ellos, es fácil”, sostiene.
El peso de la ley
Bentrika, que asistió ayer a la concentración de repulsa convocada en Granada (la asociación no fue invitada al acto que se celebró en Almería y que convocó el Ayuntamiento de la capital) cuenta lo que se le pasó por la cabeza cuando vio algunas imágenes en televisión: “Me dio miedo pensar que eso mismo podría pasar en el Paseo Marítimo. Solo deseo que caiga sobre ellos la pena máxima que existe. Nada justifica tanta maldad”.
Según expertos, Estado Islámico recomendó hace un par de años empezar a atacar con vehículos por ser un método que no despierta sospechas, que puede realizar cualquiera y que es altamente mortífero. “Lo que debemos hacer es alzar la voz bien fuerte de una vez por todas”, afirma Bentrika. “Que no exista la más mínima duda de que los musulmanes de bien rechazamos tanta maldad y tanto odio”.
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