El ocaso del negocio del esparto

El esparto, fuente de riqueza en la posguerra, perdió fuerza a finales de los años cincuenta

El vapor Cabo San Sebastián, atracado en el puerto de Almería en el invierno de 1955 mientras se embarcaba un cargamento de esparto hacia Barcelona.
El vapor Cabo San Sebastián, atracado en el puerto de Almería en el invierno de 1955 mientras se embarcaba un cargamento de esparto hacia Barcelona.
Eduardo D. Vicente
18:35 • 08 sept. 2017

En 1951 la exportación de esparto de Almería alcanzó su cota máxima llegándose a las veinticinco mil toneladas. Desde la finalización de la Guerra Civil, en 1939, se exportaban de quince a veinte mil toneladas anuales, lo que había convertido al humilde esparto almeriense en uno de los productos que movían el escaso motor de nuestra  economía. La exportación de esparto daba de comer a cientos de familias y contribuía a que el mercado laboral se nutriera también de mano femenina, aunque en condiciones desiguales, ya por el mismo trabajo un hombre cobraba mucho más que una mujer.




En abril de 1941 la Delegación Provincial de Sindicatos estableció que el salario mínimo de la mujer empleada en los almacenes de esparto de Almería fuera el 70% del mínimo señalado en el peonaje masculino. De esta forma se seguía consintiendo que las mujeres ganaran menos que los hombres, pero se intentaba paliar la desigualdad para que la diferencia no fuera tan alarmante.




Cuando en mayo de 1939 se pusieron de nuevo en funcionamiento los almacenes de esparto, que habían sido confiscados durante la guerra, los empresarios recurrieron a la contratación masiva de muchachas para la confección de las pleitas con las que se amarraban los paquetes de esparto y para limpiar el producto antes de ser envasado.




En el almacén de Sánchez Bravo llegaron a emplearse casi un centenar de mujeres a finales de los años cuarenta. Junto a la de Peregrín, en la calle Pedro Jover, era  una de las industrias más importantes del sector. Tenía su sede central en el barrio de las Almadrabillas, frente a la Fábrica del Gas, y un depósito en  la Rambla, cerca de La Salle.




Los pocos barcos que en la posguerra salían con mercancía de nuestro puerto iban cargados de esparto, naranjas y uvas.




El día que  salía un buque con esparto, la mayoría de las veces para Barcelona y Valencia, había trabajo para los estibadores que a veces se pasaban las semanas con los brazos cruzados ante la falta de faena. En los años de la autarquía, el esparto dio muchos puestos de trabajo y su exportación se cuidó tanto como si se estuviera comercializando con oro. El esparto constituía, por su revalorización, una importantísima riqueza para la provincia, y era, además, una materia prima vital para la economía de la nación.




A  finales de 1947, el Gobernador Civil, Manuel Urbina Carrera, dictó un Bando para evitar que la codicia de algunos exportadores provocara la destrucción de esta primordial fuente de riqueza.  Quería controlar los precios y la calidad del producto y poner orden en aquellos lugares donde se estaban produciendo abusos y robos. “La frecuencia de las denuncias que llegan a mi autoridad sobre robos de esparto cometidos tanto en montes públicos como de particulares, exigen el establecimiento de rigurosas sanciones que corten, de forma terminante, la comisión de tales delitos”, decía el escrito del Gobernador.




Se aumento vigilancia en los campos por parte de la Guardia Civil y en los almacenes de la ciudad se estableció un servicio para supervisar el producto antes de ser embarcado. El objetivo era mantener la máxima calidad del esparto para favorecer su exportación, en dura competencia con la zona de Murcia. Se obligó a los empresarios a una limpieza y a una selección rigurosa, para que el esparto de menor fibra, el más flojo, sólo se dedicara a la fabricación de sogas.


El esparto de Almería perdió parte del mercado exterior desde la segunda mitad de la década de los cincuenta, iniciando un periodo de ocaso hasta su desaparición. De las veinticinco mil toneladas que se exportaron en 1951 se pasó, un año después, a diez mil toneladas, menos de la mitad. Nada que ver con las veinticuatro mil toneladas de uva que salían entonces del puerto anualmente, e incluso de las dieciséis mil toneladas de naranjas que eran destinadas a la exportación en 1953.


En los años sesenta el mercado siguió disminuyendo. Cada vez hay menos mano de obra en la provincia dedicada al esparto y una parte importante de la producción se destinaba al consumo local para la fabricación de escobas y como materia prima para las máquinas de la Celulosa, nuestra fábrica de papel.



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