Carles Puigdemont Casamajó (Amer, Gerona, 1962) y Dante Pérez Berenguer (Gimenells, Lérida, 1986) tienen algunos puntos en común. Por ejemplo, ambos son catalanes, son políticos, son o han sido alcaldes de sus pueblos y son descendientes de familias almerienses, el primero de vecinos de Cuevas del Almanzora y Dalías y el segundo de vecinos de Los Gallardos. También tienen algunos puntos que les diferencian. Por ejemplo, mientras uno milita en un partido conservador, el otro milita en el Partit dels Socialistes de Catalunya; mientras el de gerundense no fue capaz de terminar ninguna carrera universitaria, el leridano es licenciado en Empresariales.
Pero por encima de los puntos en los que Puigdemont y Pérez convergen o divergen, que serán los indicados y muchos más, hay algo en ambos que los separa enormemente: mientras el primero es el promotor de un plan para separar a Cataluña de la tierra de la que partieron sus antepasados y de las demás tierras de España, el segundo es un ardoroso defensor de la unión de todos los territorios españoles. El destino ha situado en 2016 al bachiller en la presidencia de la Generalitat de Catalunya y en 2015 al licenciado en la presidencia de la corporación municipal de Gimenells i el Pla de la Font, una población fronteriza con Aragón que se formó en 1991 por segregación del municipio de Alpicat y que cuenta con alrededor de 1.100 habitantes. El pueblo se construyó en 1939 por el Instituto Nacional de Colonización.
Eran las nueve de la mañana del jueves día 7 de septiembre cuando al correo electrónico del Ayuntamiento de Gimenells i Pla de la Font llega una extraña carta con membrete de la Generalitat. Extraña, no por venir de donde viene, sino por sus signatarios. Si sorprendente era recibir en el Ayuntamiento una carta firmada por el mismísimo presidente de la Generalitat, más sorprendente aún era ver que la firma del máximo responsable del gobierno autonómico iba reforzada con la firma de su segundo de a bordo, el vicepresidente Oriol Junqueras, como si con la sola firma del “president” no fuera suficiente. ¿Tan importante era lo que se decía en esa carta para que el presidente considerara que su mensaje debía verse ratificado por el vicepresidente?
Pues sí, era importante. La carta en cuestión formaba parte de un partida de 948 que los dos máximos dirigentes de la Generalitat enviaban a todos los alcaldes para poner en su conocimiento que, si en el plazo de 48 horas no manifestaban lo contrario, los centros municipales que habitualmente prestan servicios de colegios electorales, el día 1 de octubre se abrirán para facilitar a los ciudadanos la participación en un referéndum que el Tribunal Constitucional había suspendido.
Dante Pérez fue en su día el alcalde más joven de Lérida, pero, ahora, a sus 31 años, ya no tenía edad de dejarse intimidar por tan altos mandatarios. Sin encomendarse ni a Dios ni al diablo, y ni siquiera a las instrucciones de su propio partido, que llegarían muchas horas después, tan solo media hora después respondía al presidente y al vicepresidente que, de dicha disposición, nada de nada. En su página de Facebook colgó la carta en cuestión con esta leyenda. “Esta carta hemos recibido de la Generalitat. En nuestro caso no le daremos ningún valor”.
Fue el primer alcalde de Cataluña que les dio a Puigdemont y Junqueras con la puerta en las narices. “Para dividir a los ciudadanos de Cataluña y celebrar un referéndum suspendido, conmigo que no cuenten”.
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