La Rambla es hoy imagen indisociable de Almería y, sin embargo, hace tan solo unas décadas no existía como tal. Hasta los años 90, dividía la ciudad en dos mitades comunicadas por puentes, hasta que la construcción de un bulevar sobre el cauce soterrado unificó ambas zonas.
“Había cuatro o cinco puentes; no más. A la altura del número 178 confluía todo y ya sólo había la Rambla en sí”, explica Andrés, vecino y habitual del Quiosco de Bea, situado junto al IES Celia Viñas.
Ciudad resurgida
En opinión de Andrés, la obra constituyó “el resurgimiento de la ciudad”, convirtiendo la Rambla en un “centro neurálgico”. “En Navidad y en feria le da mucha vidilla al centro, con la pista de hielo para los niños, los puestecillos y buena parte del recorrido de la Cabalgata de Reyes”. También destaca el anfiteatro, que ofrece eventos culturales y conciertos de bandas de música gratuitos y al aire libre.
En cuanto a los establecimientos de la zona, el restaurante Casa Sevilla se trasladó a la Rambla cuando aún no existía como tal. El actual propietario, Manuel Bautista Navarro, considera que su construcción “fue muy positiva”, ya que “desplazó el comercio de otras zonas hacia este lado”.
Ruptura
Supuso un antes y un después: “Un salto enorme de calidad en todos los aspectos, tanto en el aspecto visual como en el comercial”.
El negocio se fundó como hostal y restaurante en 1958 en lo que ahora es la calle Granada: “Esta era una zona en expansión y allí quitaron aparcamientos. La gente que bajaba de la Cruz de Caravaca o de los Ángeles comenzó a transitar más por la Rambla”, comenta Manuel.
“Actualmente, en la calle Granada sólo hay pequeñas tiendas que se surten de sus propios inquilinos, pero antes era una de las más importantes a nivel comercial. Los negocios más punteros estaban ahí: la ferretería La Llave, el restaurante Imperial, los almacenes Segura…”, añade.
La clientela que Casa Sevilla recibe se reparte, por un lado, entre los transeúntes y los turistas (muchos de los cuales provienen de cruceros) y, por otro, entre los vecinos y los trabajadores de la zona (poblada de bancos y casas de seguros). Aunque también hay clientes que acuden al bar expresamente.
Rafael Peluqueros goza igualmente de cierto renombre en la zona. Rafael Torres Caravaca, el dueño, coincide con Manuel en que la Rambla es “lo mejor que han hecho en Almería”. “Lo que caracteriza a esta zona es su antigüedad y su gente. Es bonito ver el día a día del centro”.
“Nueva vista”
Narra cómo Almería abarcaba únicamente de la Rambla hacia el casco antiguo, pues hacia el otro lado sólo había vega. “La Rambla juntó la Almería moderna con la antigua”, abriendo en el naciente enclave “una nueva vista a la ciudad”.
“Desde que se construyó la Rambla, es increíble como todo eso ha crecido hacia allá, por donde está Carrefour”, dice señalando hacia la zona de La Salle.
Cambios
Su peluquería se ocupa de las cabelleras urcitanas desde 1984. “En peluquería de caballero, somos de los más antiguos que quedamos. Habrá en total unas tres en todo el centro. Hubo más pero conforme se jubilaron los dueños fueron cerrando”.
“De toda la vida se ha dicho que la peluquería es el sitio al que venía la gente a confesarse. Siempre había chascarrillos. Se hablaba de fútbol, de boxeo, de política, de lo que pasaba en España. Hoy día se sigue hablando pero por el estilo de vida que llevamos el cliente está deseando que terminemos para seguir con sus cosas”, sostiene Rafael.
“Yo empecé de aprendiz en una peluquería en la que éramos siete peluqueros. Eran otros tiempos en los que la gente se afeitaba diariamente, allá por los años 60 y 70. Si quería uno aprender de lo que era la vida, en un negocio de esa índole aprendía”.
“Recuerdo en mi juventud que había comercios emblemáticos del centro, tanto bares como tiendas. Ha ido evolucionando, siempre para mejor, pero se han perdido sitios. Cervecerías como Los Claveles, que conocían todos los de la provincia. A veces venían incluso en taxi a ese bar, que estaba en una esquina de la Casa de las Mariposas, lindando con la Plaza San Sebastián (donde se sitúa ahora Cajamar)”, relata.
Sombreros de los 50
“La calle de las Tiendas era el lugar donde comprar de todo. Había varías sombrererías, porque en los años 50 y 60 se usaban mucho los sombreros, aunque a partir de los 70 ya no tanto. Toda la calle estaba repleta de comercios, sobre todo de confección. Había muchas sastrerías y 3 o 4 sastres de nombre fantástico, a los que la gente iba a menudo para hacerse trajes a medida para las bodas, por ejemplo”.
Aun sintiendo la desaparición de esa “mano de obra artesana”, Rafael piensa que la ciudad ha ganado en “auge y vida”. No obstante, matiza que “tiene que evolucionar más todavía, desde todos los puntos de vista, ya sean en comercios, viajes… Estamos alejados de la mano de Dios”; si bien no desecha la esperanza de que “algún día nos pongamos en la órbita”.
El IES Celia Viñas “al principio se denominaba Instituto de Almería, ya que era el único que había”. En 1976 hubo una votación para elegir nuevo nombre y, entre otros, figuraban Celia Viñas, Villaespesa y el García Lorca”, cuenta el director, Antonio Jesús Carrillo.
Historia
Tras su escritorio, dos fotografías antiguas presiden la estancia junto con un par de lienzos sobre escenas costumbristas de cosecha. En una de las instantáneas puede verse el instituto junto a un puente de la antigua Rambla.
“Durante de la dictadura, el edificio tenía la misma estructura pero, por el sistema de enseñanza que había, estaba dividido en dos. Los chicos entraban por la puerta principal y las chicas por el acceso de la Rambla, lo cual era un reflejo del sexismo de la época. Tanto es así que las chicas tenían el recreo en la terraza, mientras que los chicos lo tenían en el patio”.
Separación
En 1966 trasladaron a los chicos al Instituto Nicolás Salmerón, dejando el Celia Viñas para las chicas, por lo que a partir de entonces se comenzó a conocer como el ‘Instituto Femenino’.
“Desde que se unificaron (en 1976), todos entran por el mismo lugar y tienen el recreo en el mismo sitio”, añade Antonio Jesús. Actualmente, el exterior permanece casi idéntico: “Siendo un edificio con estructura patrimonial, por dentro se ha conseguido modernizar a nivel educativo y tecnológico, con equipos informáticos y demás material”.
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