“Todo era tierra. Se podía aparcar junto a la acera sin maniobrar porque no había casi coches. Muchas familias bajábamos al parque los domingos porque era costumbre ir a misa y luego darse una vuelta, tomarse una cervecita, escuchar a la banda tocar… Era el sitio para pasear, para tomar el sol”.
Así transcurrieron en los 80 los fines de semana de Lucía, responsable de secretaría en el colegio Mater Asunta, antigua academia femenina en la que se preparaban las oposiciones de magisterio y la reválida del Bachiller.
Viejos comercios
El bloque situado a la izquierda del colegio era entonces la agencia de transportes Páez, a la que se accedía por la calle Pintor Díaz Molina. Una clínica y un centro de graduación escolar eran dos de los locales aledaños.
Lucía llegó a Almería en 1986, cuando no había separación que impidiera el paso hacia el puerto, al que se podía acceder por cualquier lugar. “La puerta de mármol que reproduce un barco la diseñó un profesor del colegio en el curso 98-99: Luis Javier Garve, que impartía clases de arte”. En ella puede observarse la planta de la ciudad.
Cambio de ambiente
“El parque era una zona de paseo para los novios y, en feria, en los dos carriles de la calzada que hay desde el final del paseo hasta el ancla, había tómbolas, una noria… De todo”.
Los bares servían entonces tintos de verano y tapas a destajo. La paellera y la olla de trigo no libraban un solo domingo en quioscos como el de Don Pepe, cuyas mesas prestaban oídos a los detalles de la vida privada.
Sin embargo, en los 90 la inseguridad se volvió palpable, con un frecuente merodeo de jeringuillas y mujeres que esperaban clientes. “El parque estuvo muy descuidado. Debías poner atención a lo que pisabas y había mal olor: pulgas, desechos de los perros, suciedad… Los columpios estaban rotos y no los arreglaban. Así que la gente se fue yendo hacia otras zonas, como la plaza San Pedro”. De hecho, ese fue su caso.
Acción ciudadana
Lucía destaca el trabajo de la asociación de vecinos Puerta de Europa: “Han luchado por el Hospital Provincial y por que alumbraran y arreglaran el parque. Daba miedo pasar por ahí de lo oscuro que estaba. A partir del 2000, se ganó en limpieza y en mentalización ciudadana y la policía fue frenando la prostitución”.
En esos años de bienvenida al segundo milenio se instaló en la zona la ‘Expoagro’, una feria de maquinaria agrícola y producción de invernadero que atrajo a compradores y curiosos hacia el barrio, hasta que se trasladó posteriormente al Palacio de Congresos de Aguadulce.
Reparación
“La gente vuelve a bajar porque ahora ya hay seguridad, más iluminación, más cuidado; pero esa mala época fue en detrimento del precio de la vivienda. Había juzgados, magistratura y otros organismos públicos que se fueron. También se mudaron a otros sitios ciudadanos de lustre que vivían entre el colegio y el paseo: funcionarios, médicos… Como el doctor Trujillo, que era muy conocido por aquí”.
Por otro lado, el Hospital Provincial –actualmente en en obras– era antes “un hospital de verdad, en el que operaba y se alojaba a los pacientes en habitaciones”.
“Hoy está destinado únicamente a consultas externas, analíticas, radiografías y ese tipo de cosas. También ejerce una función muy importante en la rehabilitación de drogodependientes. Tiene una capilla y un patio interior de cerámica precioso que ahora tiene cerrado el acceso porque está muy deteriorado”.
Evolución discreta
En el centro asistencial de la Mutua Universal, creen que el parque “ha cambiado para bien, aunque no una barbaridad”. “Lo visitan más los turistas que vienen en barco que nosotros”, apunta Agustín Gregorio. Tras este curioso nombre se halla un testigo de la evolución urbana que lleva 11 años trabajando en la zona.
“Es el barrio antiguo de Almería; no hay otro. Desde la calle Jover hacia arriba hay casas de los siglos diecinueve y veinte”, relata Agustín.
Aspecto actual
“Arreglaron la parte de abajo, hicieron el carril bici y las zonas ajardinadas para los niños. Instalaron la zona azul y ahora todo es de pago, algo ‘muy gratificante para los conductores’ ”, añade en tono irónico. “La zona de la Almedina también la han arreglado: antes era más peligrosa y ahora está mejor, más tranquila. Esperemos que sigan así”, sostiene.
Habla de bares emblemáticos como Port of Spain, Casablanca –“un bar rockabilly”– o El Barril. “La zona de marcha en los años 80 iba de la calle Real al Gran Hotel. El botellón lo hacíamos en Oliveros, que estaba a medio construir. Luego se trasladó a la parte de atrás del Palacio de Justicia (la plaza López Falcón). Después se vino al parque Nicolás Salmerón”.
En cuanto a los vecinos, señala que “la mayoría son gente humilde, trabajadora”. “Desde el Gran Hotel a la Hormiguita vive gente más pudiente; es una zona más burguesa. Los bloques delanteros de esa parte y la que sigue hasta la Mutua se encuentran en primera línea frente al puerto. Y de la Mutua hacia el ancla vive gente de clase media-baja. El ancla es ya Pescadería”.
“Falta vida”
En la calle Pedro Jover, frente a la cafetería El Bombón, se encuentra la Ferretería Zamora, cuyo nombre hace honor al apellido de los dos hermanos que la regentan. Uno de ellos, Antonio, asegura que al barrio “le falta vida porque no hay muchos negocios”. “Se fue animando un poco con los bazares que abrieron desde el bar La Marina hacia el Gran Hotel, pero no es una zona de paso”.
Conciencia
Mientras explica a una vecina cómo montar una barra de armario, Antonio reprueba la suciedad de las calles y la presencia de ratas. “Había contenedores de reciclaje y los quitaron porque los quemaban”. En su opinión, se debe más a un problema de civismo que de limpieza: “Dejan la calle hecha un primor, pero luego la gente la ensucia. Habría que multar a los marranos”.
Destaca igualmente la labor de la asociación Puerta de Europa: “Gracias a ellos se han plantado árboles y máquinas para hacer ejercicio en el parque”, algo que “invita a salir”. “Por el día ha mejorado, en plan deportivo: la gente sale a andar y a hacer gimnasia”.
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