Los ilustres veteranos del Almería

Se retiraban, agarraban unos kilos y unos años después pasaban a ser viejas glorias

Uno de los equipos de veteranos del Almería, en un partido amistoso disputado en el campo de Los Suspiros de Tabernas, en marzo de 1984.
Uno de los equipos de veteranos del Almería, en un partido amistoso disputado en el campo de Los Suspiros de Tabernas, en marzo de 1984.
Eduardo D. Vicente
19:20 • 26 nov. 2017

A finales de los años setenta se puso de moda el fútbol veterano, refugio de los jugadores para los que ya había pasado su tiempo y necesitaban matar el gusanillo echando un rato con los amigos los fines de semana. Todavía se sentían futbolistas, se emocionaban cuando veían rodar una pelota y olían el perfume del Reflex, pero ya no tenían la fuerza de la juventud para poder seguir compitiendo a pleno rendimiento.




Los equipos de veteranos se nutrían de algunos jugadores importantes que habían llegado a alcanzar cierta fama y reconocimiento en el contexto local. Se retiraban, pasaban unos años en el olvido y de pronto volvían a escena, la mayoría con varios kilos de más y a veces exhibiendo esa barriga cervecera también llamada entonces barriga de casado.




Los veteranos más famosos eran los del Almería porque llegaron a contar con jugadores de tanto prestigio como Juan Rojas o  como Goros. En aquel equipo de comienzos de los años ochenta también participó Jesús Unamuno, aquel centrocampista vasco que militó varias temporadas en la gloriosa A.D. Almería, y que era temido por la potencia de su disparo.




También vimos vestido de corto a toda una institución en el fútbol almeriense, Jesús Verdejo, que era el abanderado del equipo, el relaciones públicas, el que hermanaba a los clubes y organizaba los amistosos. Allá donde iba a jugar el Almería iba Jesús Verdejo regalando amistad y algún obsequio que otro para conmemorar el acontecimiento. En aquel equipo vimos al bueno de Diego Carmona, que mantuvo el mismo cuerpo de jugador en activo que cuando lo hacía en las filas de los veteranos, y al incombustible Florencio Amarilla, que era diez años mayor que la mayoría de sus compañeros pero seguía teniendo la fuerza de la juventud. Amarilla era un espectáculo dentro de los terrenos de juego y fuera, sobre todo cuando iban a los pueblos y paraban a comer en un restaurante de carretera. En esos momentos el bueno de Florencio destacaba del resto porque comía por tres. En aquel equipo vimos a históricos del fútbol local como Paquitico, Arias, Miguelín, Vizcaíno, Ordaz y Penno, que todavía conservaban la calidad que tuvieron y aunque ya no corrían como antaño era un espectáculo verlos actuar sobre el campo.




El fútbol veterano creció en los años ochenta. La AD. Almería acababa de desaparecer y de ese hueco tan importante se aprovechó el fútbol modesto, tanto en categorías de base como en la de veteranos. Los aficionados almerienses proyectaron sus ganas de fútbol sobre los equipos de barrio y en el fútbol veterano y se hizo habitual ver los campos de Los Molinos, Pavía, Plus Ultra y Zapillo llenos todos los fines de semana. Tampoco existía la competencia de la televisión.




En aquellos años se televisaba un partido a la semana, como mucho, y de vez en cuando el encuentro más interesante de lo que entonces se llamaba la Copa de Europa. Para ver fútbol había que ir a los campos, lo que trajo consigo el resurgimiento de muchos clubes de cantera que se habían quedado eclipsados en un segundo plano durante la década gloriosa de la A.D. Almería, que desde 1971 a 1981 llegó de Regional Preferente a Primera División.




También los veteranos se vieron beneficiados por esta ausencia de un equipo representativo a nivel nacional. Solían jugar los sábados por la tarde, a veces en esa liga llamada de empresas donde había algunos equipos que eran un espectáculo, no por el nivel de su juego, sino por el aspecto de muchos de sus jugadores. A uno le estaba pequeña la camiseta y se le veía el ombligo, a otro le quedaban anchos los pantalones y en una carrera se les descolgaban hasta las rodillas, y otros se pasaban el partido de palomeros y protestándole al árbitro por los fueras de juego. Porque el fútbol veterano se basaba en la amistad, pero sólo en teoría. Los equipos se organizaban con la coartada de echar un rato y se decía mucho aquello de “no, si lo que importa es participar, lo de menos es el resultado”, pero a la hora de la verdad, cuando se enfundaban la vestimenta y saltaban al campo, se llenaban de competitividad y eran frecuentes los incidentes, los amagos de peleas y las injerencias en la labor de los árbitros.




Los veteranos de hace treinta años se  cuidaban menos que los de ahora y era raro que alguno pasara un reconocimiento médico. Se ponían a jugar con las ganas de la juventud, pero sin tener en cuenta en muchos casos que ya no estaban en forma para muchas carreras. Eran frecuentes en aquellos partidos los tirones musculares, las lumbalgias, el echarse al suelo con la lengua fuera para darle trabajo al utillero que hacía también las veces de masajista y de médico sin carnet.



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