Su reino por un comedor escolar

Francisco Pérez Porras es director del colegio San Fernando

Francisco pérez porras lleva más de treinta años dedicado a la enseñanza, ahora en el cargo de director.
Francisco pérez porras lleva más de treinta años dedicado a la enseñanza, ahora en el cargo de director.
Eduardo D. Vicente
20:52 • 09 dic. 2017

Es director de colegio, pero por encima de todo, un maestro de escuela que lleva el oficio en cada centímetro de piel y lo ejerce con una vocación indestructible. Es el director del colegio San Fernando, el más antiguo del Zapillo, pero también ejerce de maestro de gimnasia, lo que le permite tener un contacto directo y diario con los alumnos y gozar del privilegio de poder ir al colegio en chándal, como si fuera un niño más. 




Francisco Pérez Porras lleva más de treinta años ejerciendo el magisterio, desde que en 1986 le dieron su primer destino, su primera escuela, en el Prado de Arboleas, una clase unitaria con diez alumnos el día que no había ninguno resfriado. Allí tuvo la oportunidad de vivir cómo era la vida de los maestros de pueblo medio siglo atrás porque la realidad apenas había cambiado. 




El progreso de la ciudad no llegaba a los rincones más perdidos de la provincia y allí, en su escuela olvidad en aquel anejo de Arboleas aprendió a acudir a clase con las necesidades hechas en casa, ya que no disponían de otro servicio que unos matorrales que había detrás del colegio. “Al poco tiempo conseguimos que el alcalde nos construyera un servicio con su váter reglamentario y que nos comprara una estufa que cada vez que se encendía saltaban los plomos”, recuerda. 




Era el año 1986, pero las condiciones eran parecidas a las de 1950. Estuvo un año en aquel destino alejado de la civilización antes de iniciar una larga trayectoria que lo llevó por las escuelas de Las Norias, Balerma. Alcolea, Fondón y Vícar, hasta que en 2004 consiguió su plaza definitiva en el colegio San Fernando del Zapillo.




De aquellos primeros años de maestro a los de ahora la vida ha cambiado mucho dentro del aula. “Los niños de hace treinta años, cuando yo empecé, eran muy parecidos a como éramos nosotros en los años setenta y muy distintos a como son ahora, una época en la que los avances tecnológicos han transformado la enseñanza”, explica.
Cuando el ahora director era alumno las lecciones se aprendían de memoria, la autoridad del profesor era incontestable y los castigos formaban parte de la pedagogía de la época. Si un niño llegaba a su casa quejándose porque el maestro le había pegado con la vara el padre o la madre le daba la razón al maestro. Cuando el profesor entraba a clase los alumnos se levantaban y siempre se le llamaba de usted. “Ese trato se ha perdido, hoy hasta los niños más chiquitillos me dicen Paco y yo no los corrijo”, asegura. “Tampoco se llevan los castigos. Cuando alguna tutora me lleva un niño al despacho intento que razone mediante el diálogo. Si va alterado espero a que se calme y recapacite, con la paciencia de los curas antiguos”, asegura.




La disciplina, que era una obligación en la vieja escuela, se ha convertido hoy en una aspiración en muchos colegios. Francisco Pérez Porras considera fundamental los valores que los niños adquieren antes de ir al colegio: “Ayuda mucho que los niños nos vengan educados de la casa. El que viene con una disciplina asumida en su familia repite esas conductas en el aula. Por el contrario, los alumnos que llegan de un ambiente familiar desorganizado imitan en clase lo que viven en sus casas”,  Los métodos también son otros, como lo son los conocimientos. Antes, el día que el maestro apagaba las luces y nos regalaba una sesión de diapositivas era un acontecimiento extraordinario, una jornada casi festiva. Hoy sería imposible sorprenderlos con un método tan anticuado. “Hoy lo tienen todo visto y a la hora de la tecnología los niños están tan informados como lo podemos estar nosotros. Y en cuanto a los métodos de enseñanza, los conocimientos, que antes eran la base del aprendizaje, se han quedado bajo sospecha. Los niños se hacen la siguiente pregunta:




Para qué me voy a esforzar en aprenderme los nombres de los reyes o de los ríos o de las montañas de memoria si los tengo al alcance de la mano, sólo con apretar un botón y entrar en Internet”, me cuenta el maestro.
Entre los nuevos métodos de enseñanza, la nueva disciplina y la tecnología que se impone a diario, el colegio San Fernando avanza lentamente teniendo que superar un serio problema que amenaza su futuro: la falta de un comedor escolar que potencie la vida dentro del centro. Hace diez años el colegio contaba con 225 alumnos, y hoy se ha quedado en 140. Son muchos los padres que cuando acuden a formalizar la matrícula se echan atrás cuando  descubren que el centro no dispone de comedor como los otros colegios. “Se lo hemos reclamado a la delegada y ahora también a la consejera de la Junta. Tenemos el sitio para instalarlo, pero falta la decisión final de los políticos”, señala el director.





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