Cuando Angustias llegó a la residencia de ancianos después de ser rescatada por los Servicios Sociales, los trabajadores se echaron las manos a la cabeza al ver la situación de absoluto deterioro en el que se hallaba la anciana. Llevaba años sin ver la luz del sol. Su hija - “no sabemos si estaba mal de la cabeza o si, simplemente, era mala persona”- la había tenido años encerrada en una habitación para quedarse con su pensión y gastarse todo el dinero de la abuela en las máquinas tragaperras.“Situaciones que crees que solo pasan en las películas ocurren aquí al lado, más cerca de lo que nos pensamos”. Lo cuenta Itziar Píriz, trabajadora social de la Fundación Almeriense de Tutela, una institución pública que acaba de cumplir su décimo aniversario.
El caso de Angustias es una de las 166 tutelas que, a día de hoy, gestiona la entidad, dependiente de la Consejería de Igualdad y Políticas Sociales. “A lo largo de este tiempo, hemos visto de todo”, añade Lucía Andújar, integradora social y una de las tres trabajadoras de la Fundación, que se creó en 2007 como respuesta a la necesidad de proteger a las personas incapacitadas bajo sentencia judicial firme que no tuviesen una red familiar idónea o cuyas familias no pudieran asumir el cargo de tutor.
Sin la tutela
A la madre de Rocío, por ejemplo, el juez le retiró la tutela después de que se quedara con la pensión de discapacidad que cobraba su hija y acumulara una deuda de más de 25.000 euros con el centro que cuidaba a la joven. La mujer sabía del tremendo escándalo que podría suponer que una residencia de la Junta dejase en la calle a una chica en silla de ruedas y se aprovechó de ello hasta las últimas consecuencias. Hasta que un juzgado decidió que fuera la Fundación Almeriense de Tutela quien gestionara los recursos de la joven.
“En muchos casos, los familiares solo quiere aprovecharse del dinero de los ancianos o de las personas que están incapacitadas. No se ocupan nunca de ellos, pero el día que fallecen, ya te están tocando a la puerta para saber qué les corresponde de la herencia”, relata la integradora social de la entidad. Ella y sus dos compañeras parecen curadas de espanto: en los años que llevan trabajando han tratado con situaciones extraordinariamente complejas. Primos o tíos que actúan como aves de rapiña, esquilmando cuentas corrientes, ahorros y patrimonios que no son suyos, padres que piden la tutela judicial de sus hijos como medida desesperada para alejarles del consumo de drogas, pacientes de Salud Mental que no se medican y rechazan la intervención de la tutela…
Ahora, por ejemplo, les preocupa mucho la situación de Julia, una antigua funcionaria de poco más de 50 años que padece un trastorno mental que ha derivado en un altruismo patológico. “Regala todo lo que tiene y cuando tratamos de intervenir, nos dice que ella no está enferma y que con su dinero hace lo que le da la gana. No se medica y, cada dos por tres, recibimos llamadas de vecinos quejándose porque le da por poner la música a todo volumen a las 5 de la mañana. Pero no podemos hacer nada. Solo si Salud Mental echara, literalmente, la puerta abajo, podríamos intervenir”, relata Itziar Píriz. La única hija de la mujer vive en el extranjero, a miles de kilómetros de Almería. “Y casi que es mejor. Es muy difícil convivir con alguien así sin que tu vida también se vaya a pique”, dice Lucía Andújar.
Soporte social
La Fundación Almeriense de Tutela hace una importante labor social, ya que garantiza un soporte adecuado para aquellas personas que se encuentran en situación de vulnerabilidad al tener limitadas sus capacidades de autonomía. La entidad dispensa una atención a sus tutelados totalmente personalizada y ‘a medida’, en función de cada situación porque ningún caso es igual a otro.
En general, explican, lo deseable es que las personas tengan el mayor nivel de autonomía posible para conducir su propio proyecto de vida y que esta autonomía sea respetada también en función del alcance de la medida tutelar que se establezca en cada caso.
Cuando la familia actúa como un ave de rapiña
La Fundación Almeriense de Tutela se ocupa de la gestión de personas y bienes de quienes no son capaces de gobernar su vida. Hay usuarios de Salud Mental, personas con discapacidad intelectual y otros con demencia senil o Alzheimer. El juez valora si se dan las circunstancias para incapacitar o no a esa persona y en qué grado y decide a quién concede la tutela: si a un familiar o a la Fundación. “Cuando se nos nombra a nosotros es porque la familia no es conveniente o porque, directamente, no hay familia”, explican las trabajadoras de la entidad.
Miguel (nombre supuesto, como todos los que salen en este reportaje) fue de las primeras personas en ser tutelada por la Fundación. El proceso se aceleró después de que el personal de Salud Mental -el hombre padece esquizofrenia- se diera cuenta de que las primas que se habían quedado con su custodia al morir los padres se estaban quedando con todo su patrimonio, al punto de que no tenía para comer. En cuanto le llegaba la pensión, le sacaban todo el dinero del banco y al hombre no le quedaba ni para comprar el pan. Ahora, la Fundación le da cien euros a la semana para sus gastos. A cambio, le piden que entregue los tickets de lo que haya comprado: la entidad rinde cuentas anualmente al juzgado de la gestión económica de todos sus tutelados.
Expedientes abiertos
En la actualidad, la Fundación Almeriense de Tutela tiene en sobre la mesa los expedientes de 166 personas. Entre ellos, 99 tutelas (que suponen la incapacitación judicial total: se decide todo, desde su patrimonio, dónde vive, dónde come...) 13 curatelas (cuando la incapacitación no es absoluta), un caso de administración judicial (se nombra a un administrador mientras dura el proceso de incapacitación si se comprueba que la situación es urgente; por ejemplo, que se estén quedando con su patrimonio), 38 defensas judiciales y 15 expedientes abiertos todavía sin asignar. “Hablamos siempre de personas que son muy vulnerables. Es muy fácil aprovecharse de ellos porque no saben decidir cómo gestionar su vida. Y, en esa situación, es muy fácil que haya gente que se aproveche de ellos”, concluyen.
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