Al matrimonio de los jóvenes almerienses Juan García Maturana (Uleila del Campo, 1907 -Rusia, 1990) y Guillermina Palenzuela López (Almería, 1913-Barcelona, 1967) les cogió la guerra civil cuando tenían tres hijos -Carmen, Juan y Rafael- y toda una vida por delante.
Él, panadero, mostró desde muy joven una gran inquietud sindical y política. Era miembro del poderoso Sindicato de Panaderos, del que llegó a ser secretario general, el mismo cargo que llegaría a ocupar en el PCE de Almería en 1932 y 1936. También fue secretario del Socorro Rojo Internacional. En las elecciones municipales de marzo de 1936 fue elegido concejal del Ayuntamiento de Almería por el Partido Comunista, ocupándose de las delegaciones de Ornato, Policía Urbana y Alumbrados y Festejos. Tras la guerra civil, se exilió a Rusia, donde se alistó en el ejército en 1943 hasta el final de la II Guerra Mundial. Allí rehizo su vida, incluso casándose, y nunca volvió a ver a la madre de sus hijos. Ya con la democracia, en 1978 hizo una visita fugaz a su tierra, viaje que repitió en 1981 y 1988.
La vida de ella
Tras el exilio de su marido, la vida de Guillermina Palenzuela, “ama de casa, que no sabe leer ni escribir” -según rezan los documentos de la época-, fue un calvario. Su único delito: ser la mujer de quien era. En abril de 1939, con 27 años, la esposa del “conocido comunista” - así lo especifica el atestado- fue acusada de sustraer unos pendientes de platino de brillantes a la señora Vivas Pérez, así como de ser quien dio el tiro de gracia a un guardia de seguridad. Ella negó los hechos, y hasta especificó en juicio que “según referencias de personas la que disparo contra la víctima del guardia de seguridad fue Mariquita la de Alférez, que esto es público en Almería”.
Estaba sentenciada antes de empezar el juicio, como tantas otras mujeres de dirigentes políticos de la república. Entra en la prisión provincial de Almería el 7 de abril de 1939 y es condenada el 17 de agosto de 1939 a la pena de 12 años y 1 día de reclusión. Pasó también por las prisiones de mujeres de Málaga y Granada. El 4 de junio de 1947 el capitán general de la 9ª Región Militar le concedería el indulto. Después de buscar trabajo en Almería sin conseguirlo -una persona con sus antecedentes difícilmente podía encontrarlo-, probó suerte en Granada, a donde se fue llevándose con ella a su hija mayor, Carmen, de 14 años. Tampoco tuvo suerte. Desesperada, se trasladaría a Barcelona permaneciendo los tres niños en Almería a cargo de su abuela. Posteriormente su madre los llamaría con ella.
Adopción
A los nueve meses de establecerse en Barcelona, Guillermina da a luz en el Hospital Clínico a una niña. En los documentos el nombre del padre aparece simplemente con una raya. Ella tenía 34 años. La niña es dada en adopción a un matrimonio formado por un militar y una regente de la cantina del cuartel militar de caballería en la calle Numancia, de Barcelona. El bebé recibe el nombre de su madre biológica y los apellidos de sus padres adoptivos: Guillermina Fernández i Grau.
Hoy, aquella niña tiene 68 años y hasta hace poco desconocía la verdadera historia de su madre biológica. La ha encontrado gracias al Instituto de Estudios Almerienses y al libro “600 mujeres: la represión franquista de la mujer almeriense”, de Eusebio Rodríguez Padilla y Juan Hidalgo Cámara. “Nunca había sabido nada de ella, solo que no me quería y que me había dado en adopción. Siempre me dijeron que mi madre no me quería, que me adoptaron para no dejarme en la calle”, ha manifestado a María Serrano, de “Público”, desde Barcelona, donde vive junto a sus hijos y su marido.
La niña catalana de madre almeriense y padre desconocido fue educada en el Colegio de las Teresianas de Barcelona. “Mis padres nunca me trataron con muchísimo cariño y siempre me decían que había sido adoptada por una madre que no me quería dar ni de su leche para alimentarme”, ha confesado al citado diario. “Yo preguntaba y preguntaba quién era mi madre biológica, si sabían algo y nunca quisieron desvelarme aquella historia tan terrible de la que venía”.
Historia familiar
Tras descubrir la verdadera historia familiar, gracias a la persistencia de ella misma y de los hijos de Carmen, Guillermina pasó de sentir “la angustia de ser una niña robada o abandonada y el odio profundo a mi madre biológica” a “una ternura enorme por ella que tanto pasó en vida”. Ya ha conocido por fin a su hermana Carmen, que hoy tiene 89 años y vive en Vilanova i la Geltrú y que nunca había tenido conocimiento del nacimiento de la hermana menor, que vino al mundo mientras ella permanecía en Almería con su abuela. “Ojalá mi madre lo hubiera dicho, la habríamos buscado, le hubiéramos contado que mi madre tenía hijos y que somos sus hermanos”, aclara a “Público”. Tras el reencuentro Guillermina y Carmen hablan casi a diario. “Conocernos -dice la benjamina de los hermanos- ha sido una de las mejores cosas que me han ocurrido en la vida”.
Durante décadas la vida ha situado a Guillermina Palenzuela y a sus tres hijos, por un lado, y a Guillermina Fernández y sus padres adoptivos, por otro, muy cerca físicamente, pero muy alejados sentimental y familiarmente, hasta el punto de existir un vacío en lo mucho que les unía. Ese vacío hoy se ha llenado con el reencuentro de las hermanas Carmen y Guillermina.
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