El futuro ya está aquí. Más pronto de lo que pensamos -y ese margen de tiempo se puede reducir tan drásticamente a un plazo de cinco o seis años-, los ciudadanos de los países desarrollados conviviremos con robots humanoides y nos moveremos por las ciudades a bordo de vehículos no tripulados, como ya ocurre, por ejemplo, en Phoenix, Arizona, Estados Unidos. El gobernador de aquel estado, Doug Ducey, aprobó a finales de 2016 que los coches sin conductor podían recorrer sin restricciones las calles de sus ciudades. La decisión política generó una oportunidad de negocio para compañías como Uber, Waymo, Chevrolet o Volvo, que ya fabrican vehículos no tripulados y entre cuyos planes de futuro está la fabricación de coches voladores.
En Dubai, ya circulan por su espacio aéreo drones autónomos que trasladan a los pasajeros desde el aeropuerto al centro de la ciudad y también allí, Uber ofrecerá en 2020 -el ensayo se realizará de forma paralela en Dallas, Texas- taxis voladores.
Otro ejemplo más: Arabia Saudí le concedió recientemente la nacionalidad a una robot humanoide, Sophia, una máquina casi perfecta diseñada por una empresa hongkonesa para aprender y adaptarse al comportamiento humano y trabajar con humanos.
¿Por qué razón un país que todavía prohíbe a sus mujeres ponerse al volante de un coche le daría la ciudadanía a un robot? Simple y llanamente para trasladar al resto del mundo una imagen de modernidad. La Tierra de las Dos Mezquitas Sagradas ha establecido la diversificación de su economía, que ahora depende fundamentalmente del petróleo, para el año 2030. Y en ese cambio, la transformación digital es fundamental e irremediablemente imprescindible.
Simposio
Todo esto lo explicó ayer Enrique Dans (La Coruña, 1965), profesor de Sistemas de Información en IE Business School y uno de los gurús mundiales del cambio tecnológico, en la inauguración del XI Simposio de actualización en Derecho Administrativo, que este año lleva por título “Economía digital, Empleo Público y nueva Ley de Contratos del sector público”. Su conferencia, brillante y dinámica, situó a los asistentes ante un panorama volátil, incierto, complejo y ambiguo, pero también apasionante.
Un futuro del que desconocemos todo...o casi todo. “¿Cómo podemos adaptarnos a una realidad que va tan rápido? Nuestro mejor amigo no es solo lo que sabemos, sino lo que no sabemos. Debemos ser conscientes de nuestra propia ignorancia. ¿O acaso pensamos que el creador de Facebook sabía que su invención terminaría convirtiéndose en una herramienta potentísima que sirve incluso para cambiar el sentido del voto?”, se preguntó Dans ante un auditorio expectante ante cada una de las preguntas que formulaba el experto que, entre otras cosas, es doctor por la Universidad de California y cuenta con un blog situado entre los cien mejores del mundo en sus versiones en inglés y castellano.
Influencia de las redes
Dans habló también de la infinita capacidad de influencia que tiene la tecnología en nuestra vida y rutinas diarias, en una sociedad politeísta cuyo Dios -sin querer ofender a los creyentes- es un “simple” algoritmo. “La religión siempre ha dicho que el que busca, encuentra. Y eso es Google. Si nos llevamos bien con él, nuestro producto será visible para todo el mundo. Más allá de la primera página, está el ostracismo absoluto”, sentenció. Igual, dijo, ocurre con Facebook, que decide qué cosas vemos y qué no y que nos relaciona con gente que piensa igual que nosotros, en una retroalimentación que se nutre de noticias -da igual si son ciertas o fake news- que cierran el círculo de un pensamiento univalente.
En fin, que ante lo que nos espera, solo queda una alternativa: adaptarse o desaparecer. Lo dijo ayer Enrique Dans y echando un vistazo a lo que está por venir, parece que la frase no puede resultar más certera.
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