La sombra de los recién casados

Fran Leonardo era un reportero de prensa que tuvo que cambiar el paso cuando el oficio se fue agotando

Fran Leonardo en su estudio de la calle de las Tiendas con María Teresa Sánchez, su pareja sentimental y profesional.
Fran Leonardo en su estudio de la calle de las Tiendas con María Teresa Sánchez, su pareja sentimental y profesional.
Eduardo D. Vicente
19:46 • 03 feb. 2018

Ahora que cualquiera puede hacer cien fotos en un minuto apretando un botón, ahora que llevamos una cámara incorporada que no nos deja disfrutar de los pequeños detalles de aquello que nos emociona porque se nos escapa el momento fotografiándolos, ahora que está de moda almacenar imágenes que nunca más volveremos a ver porque nos harían falta tres vidas, ahora es cuando más se echa de menos la mirada diferente del fotógrafo profesional que se juega su firma en cada trabajo.




Hubo un tiempo en que en los periódicos, el fotógrafo era tan importante como el mejor redactor, cuando se valoraba la imagen que era capaz de contarte una historia, cuando tras un reportaje los periodistas esperábamos con el alma en vilo a que el reportero gráfico saliera de su habitación con los negativos recién revelados, trayendo en la mano su forma de ver la realidad que a nosotros nos tocaba contar con palabras.




Hubo un tiempo en que Fran Leonardo era uno de aquellos reporteros gráficos que se pasaban los días pateando las calles retratando la actualidad. Iba para cámara de televisión, pero un verano, casi por casualidad, lo destinaron a hacer un mes de prácticas en la redacción de La Voz de Almería y allí probó por primera vez ese dulce veneno de la búsqueda de la primicia, de las noticias recién salidas del horno que te invitaban a formar parte de ellas a cada instante.




“Me atrapó ese derroche de adrenalina, el no parar, el encuentro con la noticia inesperada, el trabajar a deshoras, el no tener un horario fijo, el tener que cambiar tu estilo de vida porque el trabajo te lo exigía”, me cuenta Fran Leonardo.




Su experiencia en la prensa marcó su estilo y también su forma de ver la vida. “Me marcó mucho como persona mi encuentro con la tragedia de la inmigración. Yo era un joven que empezaba en el oficio y que de repente me vi delante de situaciones que ni imaginaba. Era muy duro ir de madrugada al puerto para retratar a toda esa gente que se había jugado la vida en una patera, muchas veces a niños muertos de frío y hambre. Me encontré con una realidad distinta a la nuestra y descubrí lo poco importantes que son a veces las cosas que nos preocupan a diario”, asegura.




En aquellos años de éxito profesional, de aprendizaje continuo, no se imaginaba que él tendría que vivir también su momento de exilio. La crisis económica golpeó con una dureza extrema el mundo de la prensa y la coartada de los nuevos adelantos digitales aceleraron la caída de los reporteros gráficos. Vivía en la opulencia del trabajo excesivo: el periódico local, las colaboraciones en la prensa nacional y en la agencia EFE, y de pronto todo ese mundo que parecía tan sólido se fue viniendo abajo.




No le fue fácil adaptarse, dejar el desenfreno diario de la noticia y el tumulto de una redacción a la hora del cierre para convertirse en un fotógrafo de sociedad. Pero tenía que iniciar una nueva etapa y estaba obligado a reinventarse para sobrevivir. Fue entonces cuando orientó su talento hacia las bodas. Alguno le dijo que podía equivocarse ya que las relaciones de pareja estaban en crisis, pero acertó porque las bodas, como las fiestas, siempre sobrevivirán por fuertes que sean  los temporales. Fran Leonardo es ahora un reputado fotógrafo de bodas que sigue emocionándose con su trabajo. Ha montado una empresa junto a su pareja sentimental, María Teresa Sánchez, con la que también comparte profesión y vocación.




Su batalla diaria es buscar ese elemento diferenciador que le dé a su obra un sello propio. “Procuro centrarme en las personas más que en el paisaje. El protagonismo está en los novios y en todos los que de una u otra manera forman parte de ese gran espectáculo que hoy son las bodas”, subraya.


Su trabajo no empieza en la puerta de la iglesia, sino entre bastidores, en los espacios más íntimos donde una mujer y un hombre, por separado, se preparan para la ceremonia. Su mirada busca también esos detalles impagables que nos brinda la vida: el niño vestido de domingo que se relame en el suelo con un trozo de tarta en la mano, o el padrino que se consume lentamente detrás de un puro  espectacular, personajes secundarios que no conviene olvidar.


Fran Leonardo entiende su oficio como un reto permanente y un aprendizaje continuo. No puede instalarse en la monotonía, ni perder el tiempo en repetir formas de trabajo y el mismo estilo. Quiere crecer a diario, evolucionar, ir en busca de nuevos retos que le garanticen la posibilidad de seguir emocionándose cuando mira a través del objetivo. Qué importa que sea en una boda o en un bautizo, al fin y a cabo sigue retratando la vida.



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