El promotor del movimiento friki

Paco Porras se inventó un personaje y ahora le cuesta trabajo escapar de él

Paco Porras  lleva varios años afincado en Almería. Pasa consulta como naturopata y astrólogo en una tetería.
Paco Porras lleva varios años afincado en Almería. Pasa consulta como naturopata y astrólogo en una tetería. La Voz
Eduardo D. Vicente
20:54 • 03 mar. 2018

El rey de los frikis ha renunciado a su corona. Paco Porras, aquel personaje televisivo de las madrugadas de Crónicas Marcianas, que con mucho descaro y una buena dosis de frivolidad se metía en nuestras casas con una rama de perejil en la oreja, quiere ser ese tipo normal amante del buen cine y la literatura con el que se encuentra en su dormitorio en los ratos de soledad. Hoy es rehén de un éxito efímero y en su día fue una víctima más de esa factoría de fama a cualquier precio que fue y sigue siendo Tele 5. “Fui el que puso de moda  el perejil en el oido como una reivindicación de la horticultura, de los bienes de la verdura. Reivindiqué la memoria del perejil, como Aristóteles cuando se iba a pasear con Alejandro Magno”, declara.




Paco Porras se inventó un personaje y ahora le cuesta trabajo escaparse de él. Creó un monstruo televisivo, un friki promotor de frikis que no se ajusta ni a su sensibilidad ni a su forma de entender la vida. “A todos aquellos frikis que se hicieron famosos en la tele: Cañita brava, Tamara, Margarita ‘seis dedos’, Leonardo Dantes y la Bruja Lola, entre otros, los creé yo. Hoy ya no tienen vigencia porque el mundo friki ya no está en la tele, sino en el Gobierno y en la oposición”, comenta.




Lo veíamos en la tele allá por el año dos mil y un día empezamos a verlo también por nuestras calles, paseándose por Almería como un vecino más. “Vine a esta ciudad con la idea de crear un festival de cine que recuperara el género del Western que tanta fama y tanto prestigio había dado a esta tierra en los años gloriosos de los rodajes. Yo fui el padre del festival de cine del Oeste, pero me dijeron que no les interesaba la idea y acabaron arrebatándomela”, me cuenta.
Del personaje que creó la televisión solo queda el recuerdo. Hace años que no vemos a Paco Porras salir en un programa, como si ya hubiera pasado su tiempo. “Me han hecho ofertas, pero la verdad es que no me han interesado. Mientras estén dando incultura como ahora no quiero saber nada de la tele”, subraya. 




Paco se conforma con la ventana que tiene abierta en Internet, donde ha construido un programa de producción propia, que según cuenta está teniendo aceptación. “Sigo siendo un personaje muy conocido en España y también apreciado. Mi figura en la red ha superado los cincuenta millones de visitas  y ahora llevo mi propia página en Paco-Porras.com”.
Alejado de la televisión el hombre del perejil en la oreja se ha alejado del personaje para convertirse en un ciudadano anónimo que trata de vivir de su trabajo sin tener que contarle a todo el país sus grandezas y sus miserias. Paco Porras es un tipo tranquilo, amable, de una educación exquisita, con el que se puede compartir un café hablando de cine y de libros. Ha leído, ha vivido, ha rozado la gloria en sus años de gran popularidad cuando la g ente lo paraba por la calle para echarse una foto y pedirle un autógrafo y se ha llenado de lodo hasta el cuello cuando se cayó de la nube y tuvo que volver a la realidad. 




Tal vez, esa derrota le haya enseñado mucho más que el tiempo del éxito fugaz. Bajar a las cloacas le ha permitido que muchos puedan conocer ahora al Paco Porras más íntimo que se gana la vida con un humilde  consultorio donde asesora a la gente de temas transcendentales como la alimentación, la salud y el amor. Nada te enseña más que el fracaso y para hablar de desamor es necesario haber perdido antes. Por eso tiene una buena clientela que le pide consejo. En cierto modo, Paco Porras es heredero de aquel consultorio radiofónico de la señora Helena Francis, que tanto les gustaba a nuestras madres allá por los años setenta. “Me llama mucha gente para que le ayude en el mal de amores. Yo trato de explicarle y de hacerle entender que el mal de amor nace de la oscuridad del alma y que para curarlo hace falta comunicación y un alimento diario que impida la rutina”, asegura.




El que quiera dar  con él lo puede localizar por las tardes en la tetería de la calle de la Almedina. Allí, en la buhardilla, monta guardia para todo aquel que necesite sus consejos. Pasa consulta como naturopata y astrólogo y dice que es un experto en curar el mal de ojo, que sigue estando presente en la sociedad actual, y en las casas embrujadas.  “Para lo que más me buscan es para problemas de salud, para que los asesore en problemas tan comunes como pueden ser unas simples hemorroides, que todos tenemos alguna vez a lo largo de nuestra vida. Yo las  curo con hojas de junco”, explica.
También es un buen consejero para los que quieren huir de la soledad en esos casos severos en los que la gente necesita tener alguien a mano para compartir los sueños y las decepciones.






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