Para los familiares de José Martínez Pérez solo existe un día en el calendario desde hace casi cuarenta años: el 1 de febrero de 1980. El tiempo no pasa desde que, en ese maldito día de ese maldito año (el de mayor número de víctimas de la historia de ETA con 98 personas asesinadas), un joven guardia civil de 26 años y natural de Oria perdió la vida junto a otros cinco agentes en una emboscada de la banda terrorista.
Ni sus padres, Ginesa y Bartolomé ni su hermano, Blas, pudieron pasar página desde que varios miembros de ETA atacaron un convoy formado por tres coches de la Guardia Civil que custodiaban otro vehículo con armamento. Fueron sorprendidos en un trayecto camino de Bilbao desde una cercana fábrica de armas. Les ametrallaron antes y después de lanzar varias granadas al interior de los vehículos. Una acción propia de una guerrilla que servía como paradigma del comienzo de la época más sangrienta de los ‘años de plomo’.
Incredulidad
A Blas Martínez Pérez, que ahora tiene 60 años, la organización terrorista no le ha pedido perdón. Su hermano no forma parte de esas “víctimas civiles” con las que los etarras suelen diferenciar sus asesinados entre muertos de primera y de segunda. Tampoco le importa. Para el hermano del joven asesinado tres años después de ser destinado al País Vasco, nada habría cambiado en el caso de que hubieran llegado las disculpas. “Eso es como si nada. Como si te quito algo y te digo: ¿me perdonas? Pero en verdad... Nadie nos lo va a devolver ya”, reconoce al ser preguntado por el anunciado fin de la banda terrorista ETA, del que tampoco se termina de fiar. “Veo bien que entreguen las armas y se disuelvan, por supuesto”, reconoce Blas, pero sin dejar a un lado el escepticismo de alguien que perdió a su único hermano en un crimen que hoy, más que nunca, se muestra como un sinsentido. “Han sido muchas veces las que han vuelto...”. Palabras calcadas a las pronunciadas en una entrevista concedida a La Voz de Almería en 2011, cuando ETA anunció su último alto el fuego. Blas nunca se fiará, aunque cada día ha levantado la cabeza y ha luchado por seguir con su vida, desde hace varios años en un supermercado del pueblo. Sus padres, en cambio, no pudieron levantarse tras el golpe. “Ellos seguían como el primer día”, cuenta tras especificar que Bartolomé, su padre, falleció recientemente.
Consecuencias
“Se murió con 93 años hace unos meses y siempre lo han tenido como el primer día”, lamenta. “Hay padres a los que les han pasado cosas y lo han superado, pero mis padres... Es como si hubieran muertos ellos”.
De hecho, desde aquel 1 de febrero de 1980 Ginesa nunca ha dejado el luto en el armario. Y cada noticia y atentado de la banda terrorista aparecida en la televisión era un golpe al corazón que les hacía revivir los momentos más amargos de su vida. Aquella emboscada también cambió la vida de Blas, que en aquel entonces buscaba labrarse un futuro en Andorra y la fatídica noticia le obligó a regresar a Oria con sus padres. En Oria nunca olvidarán esas horas posteriores al atentado que puso fin a la vida de José y que atrajo hasta el pueblo a más de 3.000 personas en un entierro que dejó marcados para siempre a los vecinos. Sin embargo, a veces no es necesario desplazarse hasta el País Vasco para percibir la falta de calor que a veces han sufrido las víctimas del terror.
Condenas judiciales
En el tranquilo pueblo de Oria, bisagra entre las comarcas del Almanzora y de Los Vélez, no existe “ni una calle, ni una plaza o un monolito” en memoria de José Martínez Pérez, indican allegados a la familia. En el denominado atentado de Ispáster, además de los guardias civiles, murió un terrorista al que le explotó una granada en el cinturón. En cuanto a los otros participantes, Jaime Rementería Beotegui fue declarado culpable en 1984 y condenado a seis penas de 19 años de prisión cada una. Salió de la cárcel en 2004. Francisco Esquisavel abandonó la prisión en 2002.
En 1999, el único caso pendiente se resolvió con la absolución de José Luis Ansola por falta de pruebas sobre su presunta participación en el ataque, pese a que el fiscal jefe y la Asociación Víctimas del Terrorismo solicitaban 174 años de cárcel. Este jueves, la banda terrorista ETA anunció su disolución en un histórico 3 de mayo pero, para Blas, no habrá más días que aquel 1 de febrero de 1980.
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